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Vicky Dávila, la periodista que tiene en jaque al Gobierno Petro

La directora de Revista Semana se ha convertido en una suerte de termómetro para medir la temperatura de un gobierno con muchas falencias.

Sofy Casas
29 de febrero de 2024

La prensa tuvo un papel fundamental en el caso Watergate, pues ejerció un rol investigativo y de denuncia crucial. Periodistas de medios como el Washington Post, liderados por Bob Woodward y Carl Bernstein, realizaron una exhaustiva investigación sobre el escándalo político que involucraba al presidente Richard Nixon y su administración. A través de su trabajo periodístico, revelaron las irregularidades, los encubrimientos y el abuso de poder que tuvieron lugar durante el Watergate, contribuyendo así a la caída de Nixon y al fortalecimiento del periodismo de investigación en Estados Unidos.

En el caso colombiano, la directora de Revista Semana se ha convertido en una especie de termómetro para medir la temperatura de un gobierno con muchas falencias y una extrema izquierda que desaprovechó la oportunidad de mostrar las supuestas bondades de su ideología, hoy completamente fracasadas, que han conducido a Colombia a tener un Estado fallido.

Vicky se ha convertido en la piedra en el zapato del Gobierno y de sus más cercanos afiles, que incluye a varios de sus colegas que están al servicio del régimen, que persigue y ataca constantemente a la libre prensa. Algo bastante incoherente por parte de personajes funestos como Daniel Coronell, María Jimena Duzán y Julio Sánchez Cristo, entre otros. ¿Mermelada? Sus mismos colegas hacen todo lo posible por hundirla, acabar con su reputación y hasta tratan de ‘pordebajear’ su trabajo investigativo y más cuando tiene que ver con el caso de la presunta financiación ilegal de la campaña presidencial (¿más mermelada?), no reportadas al Consejo Nacional electoral (CNE), violación de topes, las confesiones ante la Fiscalía del mismo hijo del presidente, quien confirma que su papá sí sabía de las entradas de estos dineros ilícitos y del caso de las chuzadas y el polígrafo ilegal a la exniñera de su exjefe de gabinete, Laura Sarabia. A esto se suman las confesiones de Armando Benedetti reveladas por Semana en un audio que da cuenta de que el hoy embajador de Colombia ante la FAO consiguió 15,000 millones de pesos, supuestamente, de dudosa procedencia, que fueron repartidos a las campañas de la Costa Atlántica y Pacífica, donde el gobernante, no por una mera coincidencia, ganó por amplia ventaja.

Poniendo en contexto el viejo refrán popular que reza que “al árbol más frondoso es al que más se le tiran piedras”, este hilo de circunstancias inverosímiles nos lleva a pensar que existe una bien orquestada campaña de desprestigio y de desmoralización en contra de una persona cuyo único pecado, si así se quiere ver, ha sido ejercer un periodismo investigativo que incomoda a los nuevos intocables de nuestro país.

A todas luces, se observa en medio de este enmarañado espectro alguna movida conducente a, incluso, poner en juego la continuidad de Vicky Dávila en la dirección de la revista por la profunda herida que le está causando a un monstruo político corrupto que emergió en Colombia, pero que se quedó enano por la ceguera de sus máximos exponentes.

Desde esta tribuna, extiendo mi más amplia solidaridad al loable trabajo desarrollado por Vicky, no porque sea la cabeza del medio para el que escribo, sino por su demostrado talento y acuciosidad para poner cada día una nueva gota agria en los ojos de quienes preferirían no verla más en el periodismo colombiano. Pero, a todos ellos, les tengo una muy mala noticia: estoy segura de que tendremos a Vicky por mucho tiempo hurgando en los archivos de una trama que hoy, más que nunca, trae a mi mente lo ocurrido en el escándalo Watergate. Solo falta ver cuándo responderán ante la justicia Petro y su corte de aduladores que pertenecen a una maraña de corrupción.

Ñapa: así les fastidie a muchos, Claudia López (la candidata de Petro) está cazando una pelea estéril con Vicky Dávila para seguirle el juego a su mentor político, con el propósito de allanar un camino que no la conducirá a la Casa de Nariño, pero sí al baúl del olvido por su nefasta gestión como alcaldesa de Bogotá y por fomentar la debacle que hoy vive el país. Les guste o no, Vicky representa la verdadera oposición en Colombia y se ha echado al hombro la dura carga de afrontar los proyectiles disparados desde las toldas de la izquierda radical.

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