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En su carrera, el comediante ha presentado obras como 'El tímido y el amor', 'Caín y Abel', 'El traductor', 'Plop', 'De cómo un pobre entierra a la mamá' y 'La elección de un marido'. 'Las botas del Tío Manuel' estará hasta el 22 de abril. | Foto: Cortesía.

TEATRO

Primo Rojas, la excentricidad de un comediante

‘Las botas del tío Manuel’, el más reciente monólogo de este comediante bogotano, ya está en el Teatro Nacional La Castellana.

26 de febrero de 2015

Si el arte tiene relación con la excentricidad, Primo Eliseo Rojas es un artista por excelencia. “Estudié derecho y antropología, sin graduarme, porque supe que si terminaba mi papá me iba a conseguir trabajo y ya no podría ser artista. Entonces abandoné eso y me metí a la Escuela de Teatro de Bogotá. Esa fue la decisión más difícil de mi vida”, dice después de presentar su obra ‘Las botas del tío Manuel’, todavía maquillado mientras se fuma un Piel Roja en el camerino.

Y no es que Primo Rojas sea de una familia acomodada y que hubiera podido escoger su carrera sin preocuparse por no tener qué comer. Nació en Kennedy, su padre siempre tuvo un salario “difícil”, pero le garantizó su educación.

El estilo de Primo Rojas es extraño: usa atuendos, maquillaje  y expresiones femeninas. A veces, incluso, habla en primera persona femenina, otras, de forma vulgar, en masculina. “La condición femenina es maravillosa, da una enorme libertad. Uno como mujer puede decir lo que quiera”, confiesa.

Pasa de la delicadeza a la vulgaridad en un renglón; del tono femenino al más callejero. Y en esos giros el público se quiebra en carcajadas.

La trama de su nueva obra, ‘Las botas del tío Manuel’, se centra en un humilde campesino que logra mandar a sus hijas a estudiar a Bogotá. La nueva vida de sus hijas, en medio de la burguesía capitalina, les genera desprecio hacia su padre debido a su origen. “¿Cuál es el origen de todos los males? –pregunta en medio su monólogo–, ¡el arribismo!”

A pesar de su estilo excéntrico, no es morboso, de hecho, confiesa que buscó que esta fuera una “obra ingenua”. “Le apostamos a ser ‘zanahorios’. El tema era muy tonto. No quería apelar a sexo, drogas, violencia, tosquedad”.

Para lograr eso alcanza unas dosis de sarcasmo inmensas: se burla de los pobres, de los homosexuales (Primo confiesa que la orientación sexual debe ser un secreto) y de las vergüenzas familiares justamente para evidenciar que “si hay algo horroroso es la hijueputa pobreza. Eso no se puede discutir, pero aquí está dicho de una forma muy delicada. Básicamente lo analizo desde el punto de vista de un mariquita”.

Su actitud, aunque está llena de cotidianeidad, tiene una rareza intrigante. Los espectadores en esta obra podrán ver además de una obra, a un personaje sui generis que sin más herramientas que sus gestos, su apariencia y su voz, hablando casi siempre de rodillas en el piso, retorciéndose y acomodándose las sombras de maquillaje de los ojos, captura la atención del público con un solo hilo conductor por más de una hora y media. Ver a Primo Rojas no es sólo contemplarlo, es una experiencia.

Hablando con él en persona, tampoco es fácil distinguir si está actuando o no, si lo que dice es en serio o en chiste.

-    Primo, ¿volvería a vivir en el sur?
-    ¡Ni por el putas!


Twitter: @miguelreyesg23