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“Prodeco y la sociedad portuaria también han tenido vertimientos” | Foto: Daniel Reina

EN PLATA BLANCA

"Todos los días cae carbón"

Juan Manuel Díaz, biólogo de la Fundación Mar Viva, comenta el problema de la Drummond.

María Jimena Duzán
9 de febrero de 2013

MARÍA JIMENA DUZÁN: ¿Le sorprendió la noticia de que la Drummond vertió carbón al mar? 

JUAN MANUEL DÍAZ: No me sorprendió. Lamentablemente eso ha pasado desde que hay barcazas transportando carbón en esa bahía.  Fíjese usted, en esa zona hay tres puertos de carbón en menos de 30 kilómetros. El primero, el de Santa Marta, nos lo vendieron con la idea de que iba a ser provisional. Sin embargo al crearse  la Sociedad Portuaria los empresarios del carbón entraron a formar parte de ese grupo y terminaron quedándose allí. El segundo fue el de Prodeco que queda al lado del aeropuerto y el tercero el de la Drummond cerca a Ciénaga. Le puedo asegurar que problemas de vertimientos no solo ha tenido la Drummond. También Prodeco y la Sociedad Portuaria. 

M.J.D.: ¿Y por qué asegura eso?

J.M.D.: Pues porque como investigador de Invemar me tocó ir a ayudar en esas emergencias. En 2000 tuve que  ir a bucear a Prodeco a mirar una barcaza que se fue a pique con carbón y todo. En el puerto de Santa Marta enfrente de Invemar se hundió otra. Recuerdo que la reflotaron, pero el carbón quedó en el fondo. En la mitad de la bahía entre punta Betín y el Morro se hundió otra.  

M.J.D.: ¿Cuántas toneladas habrán caído al mar durante estos años?

J.M.D.: Es difícil saberlo a ciencia cierta. Lo que sí sabemos es que hay un efecto acumulativo. A ojo de buen cubero yo diría que esas operaciones ineficientes dejan una tonelada semanal en el fondo del mar. Afortunadamente en Santa Marta se logró finalmente que la Sociedad Portuaria hiciera el cargue directo desde 2001. Sin embargo, en ese puerto sigue existiendo el problema de que el sitio donde se apila el carbón es muy pequeño y no está cubierto. Los vientos hacen que ese polvillo impregne la ciudad, lo que afecta el medio ambiente y la calidad de vida de los samarios. De otra parte, las operaciones que hacen Prodeco y la Drummond a punta de barcazas son muy ineficientes. Las que están llenas de carbón son remolcadas hasta los barcos que están bien afuera. ¿Cómo sacan el carbón de esas barcazas…? Pues con unas cucharas inmensas. Y en cada cucharada se pierde algo del mineral. Por eso digo que todos los días cae carbón y que no es extraño que los medios reporten evidencias de que hay carbón viejo y nuevo en el mar. A estos vertimientos diarios hay que agregarles los que se producen por accidentes como el de la semana pasada. 

M.J.D.: Según el ministro de Minas, Federico Renjifo, Drummond (y Prodeco) deben implementar el cargue directo en febrero de 2014. La idea es que las operaciones se hagan desde otro puerto en Ciénaga, que está en construcción, y de esa manera la zona de Pozos Colorados se pueda recuperar para el turismo.  

J.M.D.: Eso de hacer otro puerto no sé qué tan buena idea sea. Lo que hay que evitar es hacer más puertos y buscar utilizar mejor los que hay. Ese puerto nuevo requiere de un plan de dragado que hay que vigilar porque tiene también un alto impacto ambiental, que podría afectar el ecosistema del parque de la isla de Salamanca, ya de por sí vulnerable luego de que le construyeron una carretera. Ojalá no sea peor el remedio que la enfermedad. Lo cierto es que por el momento los tres puertos que operan en la bahía de Santa Marta acopian el carbón a cielo abierto, cuando lo debían hacer bajo techo. Me imagino que el nuevo puerto en Ciénaga acopiará el carbón de la misma forma y me temo que trasladaremos  el problema del polvillo a Ciénaga. 

M.J.D.: ¿Cuál es el impacto de este polvillo de carbón en el aire?

J.M.D.: Es nefasto. El polvillo puede producir enfermedades mortales como la silicosis que se adquiere cuando se congestionan los pulmones. Hay otras menos graves como la conjuntivitis crónica que padecí yo por cuenta de que las oficinas de Invemar quedaron al lado del lugar donde se acopiaba el carbón en el Puerto de Santa Marta. Pronto el polvillo nos impregnó todo. Si uno no se comía el arroz rápido a los diez minutos estaba negro. La camisa, el carro, la piel, todo quedaba negro. En general se produjo un deterioro de la calidad de vida que motivó la salida de Invemar de Punta Betín. 

M.J.D.: ¿Cuál es el impacto en el ecosistema marino de los vertimientos de carbón en el agua?

J.M.D.: Depende de la calidad del mineral. Hay carbones que tienen azufres y otros metales pesados   contaminantes. Pero cuando el carbón es de muy buena calidad y parece que el que se extrae en esa zona lo es, hay expertos que afirman que este se comporta como un sedimento más. Es, decir, como arena.

M.J.D.: ¿Y usted como investigador veterano en el tema?, ¿qué cree?

J.M.D.: En Invemar hicimos un experimento. Pusimos en unas piscinas unos rotíferos, 
– invertebrados que filtran el agua y se usan como alimento de camarón en cautiverio–. Les aplicamos unas dosis de carbón y llegó un momento en que los bichos se murieron. En nuestra oficina en Invemar en punta Betín, el polvillo acabó hasta las arañas. Además, en el agua, el carbón tiene un impacto visual terrible porque pone negras las playas como ha sucedido en las de Pozos Colorados y las que quedan más allá del aeropuerto. Esto sin contar con la contaminación que puedan haber traído los accidentes en el mar como el de la Drummond. Ese carbón que se ha derramado en el fondo va a salir poco a poco a las playas. 

J.M.D.: ¿No se sintió impotente al ver que las investigaciones de Invemar quedaban desplazadas por otros intereses? 

J.M.D.: Para mí fue muy doloroso ver que Invemar nada pudo hacer. El estudio de impacto ambiental que se hizo en el 91, cuando empezaron las operaciones de carbón en Santa Marta, ignoró las recomendaciones de Invemar, que señalaban los riesgos que esa operación tenía para el ambiente marino. A lo largo de estos años, Invemar se ha encargado de verificar el cumplimientosde las medidas de mitigación. Y cuando ha denunciado que los operadores no estaban cumpliendo lo pactado, tanto los empresarios como la autoridad ambiental se han hecho los sordos. 

M.J.D.: ¿Y qué opina de la decisión del Anla de suspender la operación de cargue del carbón hasta que no presente un programa de contingencia que evite nuevos vertimientos?

J.M.D.: No conozco bien el antecedente de fallas de la Drummond. Lo que sí sé es que lo que se fue al agua es una proporción mínima de lo que ya está en el fondo. ¿Cuántos años llevan echando carbón al mar sin que las autoridades ambientales le hubieran dicho algo? Aunque la medida llega tarde es bueno que los metan en cintura. Ojalá esta decisión no haya sido producto de la presión mediática. Yo quisiera ver a una Anla más proactiva que reactiva. 

M.J.D.: ¿Se pueden recuperar esas zonas turísticas dominadas por las operaciones de carbón?

J.M.D.: Recuperar esas zonas es muy complicado. Hay por lo menos 36 kilómetros de mar cuyo uso exclusivo por mucho tiempo ha sido la extracción de carbón. En el fondo hay ya una capa gruesa de ese mineral que limita la productividad del sistema y lo más probable es que la fauna y la flora hayan quedado muy afectadas. Recuperar ese espacio turísticamente también va a ser difícil, a no ser que les parezca bien poner una marina en medio de  playas cada vez más negras. 

M.J.D.: ¿Y cuál sería la solución?

J.M.D.: Ahora está de moda una ciencia que estudia el Ordenamiento Espacial Marino. Es una herramienta para concertar con los que tienen intereses turísticos, históricos, pesqueros y empresariales. Lo que no se puede es poner a jugar turismo con pesca, con puerto. No solo se necesita meter en cintura a los operadores de carbón. Se necesita una política portuaria seria basada en un ordenamiento del espacio marino.