| Foto: SEMANA

ELECCIONES

El fantasma del voto en blanco sigue su marcha

¿Debería este fenómeno asustar a los candidatos a la Presidencia? Análisis de Semana.com

Armando Neira
30 de enero de 2014

Si a alguien debería preocuparle los resultados de las encuestas en esta campaña electoral es a los políticos. Ninguno es capaz de vencer al voto en blanco. “El escepticismo se apoderó de los ciudadanos. Dejaron de creer en nosotros, entre otras razones porque no hay nadie en el escenario que les parezca interesante”, dice un experimentado senador.

En todas las encuestas recientes el voto en blanco se muestra como claro ganador. Así, por ejemplo, en el sondeo de la firma Cifras & Conceptos, divulgado hace unos días, este volvió a erigirse como vencedor en las elecciones a la Presidencia de la República. Sin convenciones, sin un aparato que lo represente, sin dádivas, sin espacios en televisión ni el apoyo de los conglomerados económicos, solo impulsado por un estado de inconformidad, el voto en blanco cabalga imbatible.

Un 30 % de los consultados, según esta firma, dijo que votaría en blanco a la hora de ir a las urnas en las elecciones presidenciales del próximo 25 de mayo. Le sigue Santos –con el 26 % de los votos– quien, por su condición de jefe de Estado, tiene el valor agregado de salir por lo menos una vez en cada una de las emisiones de los noticieros nacionales de televisión.

Luego está Enrique Peñalosa, de la Alianza Verde –con un 9 %–, quien tiene en su hoja de vida haber formado parte de la ola verde, el movimiento que tanta ilusión creó en el país hace apenas cuatro años; y en tercer lugar, Óscar Iván Zuluaga, del Centro Democrático, el partido que maneja el expresidente más popular en la historia reciente del país.

Según esta fotografía, si Peñalosa y Zuluaga se unen, alcanzarían apenas la mitad de los votos que obtendría el voto en blanco. Más atrás aún están las representantes de la izquierda: Clara López 7 %; y Aída Avella 1 %. Ellas, en comparación con el voto en blanco, no tienen nada que hacer.

¿Qué pasaría si quienes desean votar en blanco se organizan y dan una dura pelea para obtener el 51 % de los sufragios? Si así lo hicieran, tendrían un triunfo de consecuencias imprevisibles. Terminarían sacando del juego a los candidatos inscritos, entre ellos al propio presidente.

“A diferencia de casi todos los países de América Latina, en Colombia el voto en blanco tiene un peso político”, dice Alejandra Barrios, directora de la Misión de Observación Electoral, MOE. “Cuando gana el voto en blanco, la ley obliga a repetir las elecciones”, argumenta.

No es una utopía. En Colombia ya se ha dado esa situación. En 2011, en el municipio de Bello (Antioquia) el único candidato a la Alcaldía, el conservador Germán Londoño, fue derrotado por quienes votaron de ese modo y hubo que repetir las elecciones. En el ambiente gravitaba una denuncia contra Londoño por vínculos con la narcopolítica y la gente fue a las urnas a expresarle su rechazo.

Hay más ejemplos de este fenómeno en ascenso. En las elecciones de 2007, el voto en blanco para las gobernaciones bordeó los 800.000 sufragios. En las siguientes, en 2011, subió a 900.000. Para alcaldías, en esta ocasión hubo casi 600.000 votos en blanco, casi 100.000 más que en las anteriores, también para alcaldes. Esto en el ámbito nacional. La muestra de Bogotá también es impactante. En 2011, para el Concejo Distrital ningún partido superó al voto en blanco, que registró casi 200.000 papeletas, lo que representó un 16 por ciento del total de votos.

La situación ahora toca directamente las presidenciales. “Nunca antes a tan pocos meses de una elección presidencial el voto en blanco marcaba tan alto”, dice César Caballero de la firma Cifras & Conceptos. Sin embargo, aunque la intención por votar en blanco se muestra fuerte y refleja un enorme descontento, él prevé que, al final, en las elecciones al Congreso su incidencia no será tan significativa. “Hay más de 800 candidatos por lo que la gente tiene muchas opciones para elegir”.

En términos de lectura de encuesta, Caballero destaca que el voto en blanco refleja un nivel de maduración distinto al ‘no sabe no responde’. “El elector ya tiene un conocimiento de tal nivel que le permite concluir que los que están no le gustan”.

Todo esto no es un asunto marginal, sino un hecho que debería asustar a los candidatos. “O al menos ponerlos a reflexionar”, dice Alejandra Borrero. “A estas alturas hay un 30 por ciento de potenciales electores que les están diciendo que no les interesan ni ellos ni sus propuestas y que sí van a ir a votar, pero que lo harán en blanco. Y eso debería ponerlos a pensar”.