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Nuestro Chávez es Uribe

El expresidente es quien realmente quiere arrasar con la constitucionalidad del país para refundar una Justicia y un Estado que les sean funcionales a sus intereses.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
14 de octubre de 2017

El expresidente Álvaro Uribe se ha venido lanza en ristre contra todos los magistrados de la Corte Constitucional, que de manera
unánime fallaron a favor de mantener el blindaje del acuerdo del Colón. En su Twitter no los bajó de prevaricadores, de corruptos y de cuanta barbaridad pudo achacarles, así cuatro meses antes los hubiese llenado de elogios por haberle recortado espacios al fast track. Qué más da. Para el uribismo los cauces del Estado de derecho son solo obsesiones propiciadas por nefastos castrochavistas y mermelados que se han infiltrado en la institucionalidad para torpedearla.

Sorprende de todas formas que la consigna a sus huestes sea casi un llamado a la sublevación institucional porque las incita a desconocer un fallo de la Corte Constitucional, como si en un Estado de derecho los expresidentes tuvieran la facultad de decidir cuándo sí y cuándo no se debe acatar la justicia.

La razón por la cual el expresidente no quiere reconocer este fallo de la Corte Constitucional no es una cuestión de principios, sino de conveniencia electoral: esta decisión del alto tribunal le da legitimidad al nuevo acuerdo del Colón, producto de la renegociación con los del No que el expresidente Uribe no le interesa reconocer. El fallo dice que los acuerdos de paz son una política de Estado, pero que no forman parte del bloque de constitucionalidad, un sambenito que ha sido utilizado por la oposición uribista para oponerse a los acuerdos, pese a que en el acuerdo del Colón quedó claro que esa disputa ya había sido saldada. Lo último que quiere el uribismo es que el acuerdo del Colón, producto de la renegociación con el No que ahora ellos niegan, sea legitimado por un fallo de la corte, como acaba de suceder. Es cierto que el No ganó el plebiscito, pero también es cierto que hubo un nuevo acuerdo producto de una negociación cuya legitimidad acaba de ser refrendada por la corte.

Álvaro Uribe le ha vendido a una gran parte del país que hay que votar por el uribismo porque es la única manera de frenar la llegada al poder del castrochavismo. Sin embargo, lo que no saben todos esos colombianos que hoy siguen al caudillo es que el verdadero Chávez colombiano no es Juan Manuel Santos, ni Petro, sino Álvaro Uribe.

El expresidente es quien realmente quiere arrasar con la constitucionalidad del país para refundar una Justicia y un Estado que les sean funcionales a sus intereses. Es el uribismo el único que quiere destruir todo lo construido para edificar de cero su nuevo proyecto político.

No sigamos buscando la calentura en las sábanas. El verdadero peligro no son las Farc convertidas en partido político, sino un uribismo recargado, cada vez más decidido a volver al poder con el propósito de cambiar el modelo de democracia que hasta ahora ha imperado en el país. No nos equivoquemos: nuestro Chávez es Álvaro Uribe.

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