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La astucia de Uribe

En el día pronunciaba discursos sobre la derrota de la corrupción y el clientelismo. pero en la noche llamaba a los manzanillos del país para decirles que ahí estaba su movimiento disponible, que ahí tendrían cobijo.

León Valencia, León Valencia
19 de octubre de 2013

He oído en estas semanas varias entrevistas del expresidente Uribe. Lo llaman para preguntarle por los incidentes en su grupo político. Los periodistas se meten en el detalle. Indagan por sus listas al Congreso. Por qué incluyó a tal persona cuestionada por la Justicia, a tal otra que tiene a su
papá en la cárcel, al de más allá de una indiscutida ascendencia clientelista. Por qué sostiene en la lista a Senado a un candidato reprobado por altos dirigentes del grupo. 

Quieren que Uribe cuente por qué cambió la consulta popular para escoger el candidato presidencial por una reunión de delegados del grupo. Qué hay detrás de esta decisión inesperada y contraria al acuerdo que habían hecho los precandidatos. Le preguntan si la intención es tramar la designación de Óscar Iván Zuluaga en vez de Francisco Santos quien aparecía como seguro ganador de la consulta, o, incluso, si le intención es buscar un candidato distinto a los actuales aspirantes dada su limitada figuración en las encuestas.

Y Uribe dedica unos segundos a contestar las preguntas y pasa en un santiamén a decir que esas cosas no son importantes, que lo importante son los temas del país, que no le gusta hablar de mecánica política, que su preocupación es el abandono de la seguridad, la grave lesión que el actual gobierno le ha causado a la confianza inversionista, las concesiones que se le están haciendo al terrorismo en La Habana, es la agenda del país, los grandes desafíos de la patria. 

Dice que ve con tristeza los ataques a personas honorables de sus filas, que en Colombia no hay delitos de sangre, que siente angustia cuando se ventilan en público diferencias dentro de su grupo y considera que sus compañeros deben concentrar su atención en lo programático. Los periodistas a veces dudan de la grandeza de Uribe e insisten en saber de las minucias de la política, de la manzanilla pura y dura, de las llamadas “cosas menores”.

Uribe no cede y dice una y otra vez que su interés son los grandes temas nacionales. Es una astucia que le ha dado resultado en toda su vida. Ha logrado que buena parte del país le crea. Ha logrado que los propios afectados por sus “acciones menores” proclamen su grandeza. Es una verdadera magia. “Esas cosas menores” han ocupado gran parte de su vida: los ‘voticos’, ‘la listica’, ‘la platica’, ‘la tierrita’, la seguridad personal, la seguridad de sus finquitas, la expansión de sus finquitas. ¿Cuánta atención dedica a estas cosas? ¿Cuánto éxito tiene en ellas? 

Cada lector puede hacer sus cuentas. Hago una lista corta. Su primer debut en estas lides fue dividir el movimiento liberal de Bernardo Guerra Serna. Era el gran cacique paisa. El súmmum del clientelismo. Uribe se le llevó una parte de sus militantes, fundó el ‘Sector Democrático’ y muy pronto lo redujo a minorías. 

Después se lió a golpes con Fabio Valencia Cossio, un día de elecciones, porque le contaron que el cacique conservador, con la ayuda de la Registraduría, pensaba meterle la mano a las urnas. Promovió las ‘convivir’, semillero de los paramilitares, como fórmula para proteger a los empresarios del campo y la ciudad. Hacía esas “cosas menores” y a la vez pronunciaba grandes discursos sobre la renovación de la vida pública y la urgencia de una gran política de seguridad del Estado. Así se apoderó del poder en Antioquia.

Hizo lo propio en la lucha por la Presidencia. En el día pronunciaba grandes discursos sobre la derrota del terrorismo y la batalla contra la corrupción y el clientelismo. Crecía en las encuestas con esas banderas. Pero en las noches llamaba a los manzanillos de los más apartados rincones del país, para decirles que ahí estaba su movimiento disponible, que ahí tendrían un cobijo seguro. Vació rápidamente al Partido Liberal. Ganó. Entre tanto no descuidó un solo día el crecimiento de su patrimonio, ni el de sus hijos, ni el de sus amigos. 

Y lo más asombroso: Francisco Santos, después de calificar el cambio de las reglas del juego para escoger candidato como una maniobra, “un dedazo al estilo del PRI mejicano”, retrocede y dice que Uribe es muy grande y democrático, que no concibe ningún juego sucio en esa decisión, que él no ve a Uribe en “esas cosas menores”.

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