En el último año, han abundado las proyecciones sobre lo que ocurriría tras la pandemia. Una de ellas señalaba que, con los confinamientos y cuarentenas en todo el mundo, en cuestión de meses ocurriría un baby boom similar al que siguió a la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, las proyecciones indican lo contrario.

Como señaló en la revista científica Science el profesor en demografía Arnstein Aassve, es común un aumento de la natalidad tras un impacto fuerte en la mortalidad por guerras, enfermedades o desastres ambientales. Según Aassve y sus colaboradores, “Las razones de este incremento a mediano plazo son el deseo de los padres de reemplazar a hijos perdidos, así como los cambios estructurales sobre la probabilidad de supervivencia de la descendencia”. Y agrega: “A raíz de choques inesperados de mortalidad, la fecundidad también puede adquirir un significado simbólico, ya que los nuevos nacimientos se convierten en un mecanismo de reestructuración positivo que indica un retorno a la normalidad”. Por ahora, solo se puede percibir el impacto de la pandemia en los nacimientos gestados al comienzo de las cuarentenas, y, como Aassve aclara, la crisis actual dista de cualquier otro escenario reciente.

La mayoría de las primeras cuarentenas llegaron a mediados de marzo de 2020 y se extendieron durante varias semanas. Por eso, el impacto del encierro en la natalidad debería probarse nueve meses después, tras el periodo de gestación natural. Las cifras de nacimientos, desde diciembre del año pasado hasta los primeros meses de 2021, son contundentes.

En Francia, los nacimientos en enero de 2021 bajaron 13 por ciento respecto a 2020, un descenso inédito desde 1975, según el Instituto Nacional de Estadística (INSEE) francés. En efecto, los 53.900 bebés nacidos en enero de 2021 fueron concebidos al comienzo del primer confinamiento, decretado en Francia a mediados de marzo de 2020. Para el INSEE, “El contexto de crisis sanitaria y la incertidumbre que le acompaña pudieron desmotivar a las parejas, dejando para más tarde su proyecto de tener hijos”, a lo que se suma que, durante el confinamiento “los centros de reproducción asistida estaban cerrados”. Y a pesar de que la natalidad en Francia desciende de forma constante desde hace seis años, la caída del mes de enero no tiene “comparación con las observadas en el pasado. Hay que remontarse a 1975, al final del baby boom, para constatar un fenómeno de esta magnitud”, concluye el INSEE.

Si se tiene en cuenta el evidente impacto de la pandemia en la mortalidad, la crisis de natalidad podría agravar la estabilidad demográfica. El Instituto Nacional de Estadística de Italia calculó que allí 15 ciudades han reportado una caída de al menos 21,6 por ciento en comparación con el año anterior. Esto sitúa a Italia como el país europeo con el porcentaje de nacimientos más bajo de Europa.

En España, el Instituto de la Juventud encontró que en diciembre de 2020, también a nueve meses de su primera cuarentena, se registraron 23.226 nacimientos, un 20,4 por ciento menos que hace un año, la cifra más baja de toda la historia desde que se efectúan los recuentos, en 1941.

En todo caso, las razones de la caída a pique de los nacimientos saltan a la vista. Como escribió Rocío Núñez Calonge en el diario El País, “Son muchos los problemas que se añaden a los que previamente existían: un empeoramiento de las condiciones económicas de las parejas más jóvenes, incremento del paro, el aumento en las listas de espera de los tratamientos públicos de reproducción asistida, la dificultad para pagar un tratamiento en un centro privado… Mujeres fértiles que deciden posponer la maternidad por motivos económicos, y mujeres infértiles que no pueden conseguir un embarazo por los mismos motivos”.

Para Aassve, “La disminución de la fecundidad parece probable al menos en los países de ingresos altos y a corto plazo”. En cambio, “En los países más pobres es poco probable que la pandemia revierta fundamentalmente la disminución de la fecundidad observada en las últimas décadas. A pesar de las dificultades económicas y pobreza, el cambio estructural en curso hará poco probable una reversión a una alta fecundidad”. A fin de cuentas, el control de la natalidad sigue siendo un problema que ni siquiera una pandemia puede contener en los países que enfrentan la pobreza y problemas estructurales en educación sexual. Los próximos meses confirmarán cuál es la tendencia en cada hemisferio.