Home

Archivo

Artículo

Negociando, con la adicción

El ignominioso narcotráfico de Colombia, que alimenta el enorme apetito norteamericano por la cocaína, la marihuana y la heroína, también ha cobrado su cuota dentro del país.

1 de enero de 1995

En un pequeño y ordinario edificio de apartamentos cerca a la Universidad de los Andes, Juan Carlos está sentado en su cama y escucha a Pink Floyd en un pequeño equipo de música. El cuarto apesta a marihuana, pero obviamente no molesta a su hijo de dos años, quien está sentado en el suelo y golpea un pequeño mazo contra un mortero lleno de cocaína. Cuando entra al cuarto un diminuto y bien presentado estudiante de la universidad, Juan Carlos le quita el mortero al niño y coloca una cantidad no medida en una hoja de periódico, la dobla y la intercambia con el cliente por $2.000. "Es de la buena", dice Juan -Carlos, picando el ojo y luego le muestra a su cliente una bolsa de marihuana, quien no la acepta.

Al mismo tiempo en una casa de dos pisos en un barrio de clase media al norte de Bogotá, Luz Marina" saluda en la puerta a una artista de 40 años llamada Emma*. Luz Marina ha vivido en la casa con su familia por casi 10 años, desde que sus ingresos aumentaron cuando empezó a vender cocaína a "domicilio" vía taxi y en su casa. Anteriormente, cuando Luz Marina no estaba en casa, su madre le robaba de la que tenía escondida y la vendía clandestinamente a los clientes que pasaban durante la ausencia de su hija. Pero desde que Luz Marina tuvo un bebé el año pasado, rara vez sale de la casa y la renta de su mamá ha disminuido casi por completo. Luz Marina está cargando al bebé cuando llega una cliente. Saca la cocaína por debajo del bebé y se la entrega. Luego le pregunta a Emma cómo está el novio. "Mándele saludes", le dice a la mujer al salir. Cuando Daniel Lende, graduado en Harvard, vino a Bogotá en 1993 para trabajar en el programa de rehabilitación de drogas San Gregorio, descubrió que el país que produce la mayor parte de la oferta de cocaína en el mundo también tiene su propio problema de drogadicción. "Encontré aquí que cierta parte de la población en Colombia está influida más directamente por el abuso que por el tráfico". Este joven de 25 años, natural de Nueva York, y quien está investigando para escribir un libro sobre temas relacionados con la droga, ha encontrado en Colombia una situación única en el mundo. "Aquí ustedes tienen casi todos los aspectos de los temas relacionados con las drogas ilícitas, desde el consumo hasta el abuso, desde la producción hasta el tráfico, desde los efectos del abuso de la droga en un país en desarrollo hasta el debate sobre la legalización". . Y actualmente los terapeutas empiezan a tener la esperanza de que pronto surja una preocupación y de que haya asistencia a programas de prevención y rehabilitación.

Parece irónico que, en un país que generalmente considera el consumo como un problema en el exterior, la despenalización de la dosis legal haya sido la mayor ayuda para resaltar su propio problema de adicción, En efecto el debate de la legalización que se ha agudizado en los últimos meses, fue la primera vez, según un terapeuta colombiano que habló bajo la condición de mantener su anonimato, que el gobierno le haya puesto la atención adecuada al tema, "Al principio creí que (la despenalización) era un duro golpe... pero cuando oí al ministro de Desarrollo, a la directora de Bienestar Familiar, al presidente y a las instituciones privadas hablando contra la drogadicción en Colombia, me sentí más tranquilo. Es la primera vez en 10 años que alguien ha hablado del problema del consumo en nuestro país".

Este problema ha sido explorado por el Estudio Nacional sobre el Consumo de Sustancias Sicotrópicas en Colombia, publicado en marzo de 1993. Es la única investigación extensa de este tipo realizada hasta la fecha; se halló que 74.000 habían consumido drogas ilícitas en el mes anterior a la encuesta. Un 5.9% de la población ha empleado drogas ilegales en su vida y este porcentaje aumenta al 10% en ciudades con una población superior a un millón y medio de habitantes (Cali, Medellín y Bogotá). Sin embargo, la encuesta no incluyó a personas recluidas en instituciones (cárceles y hospitales) ni a los que viven en. la calle (los que según investigadores del informe equivalen al 1.3% de la población total), y sólo encuestó a los colombiano de 12 a 60 años. Según el estudio, los resultados no son notablemente diferentes de los encontrados en países como Bolivia, Panamá y Ecuador, donde la producción y el tráfico de drogas es considerablemente menor.

Edgar Rodríguez, jefe de Estudios en Salud de la Fundación Santa Fe de Bogotá, fue uno de los tres autores que realizaron el estudio en 1992. Los resultados que la fundación empezó a publicar el año pasado y que seguirá publicando este año y el próximo, son el producto de encuestas realizadas por 40 entrevistadores en 61 municipios y contienen las respuestas de 10.000 familias, en una amplia gama de niveles económicos y sociales. Pronto se publicará un nuevo estudio de la Fundación, que compara el problema de la adicción en los Estados Unidos y Colombia.

Rodríguez considera este tipo de comparación como una razón por la cual tal vez el abuso de drogas no ha sido tenido en cuenta por tanto tiempo. "Cuando observamos los porcentajes de drogadicción en Europa y los Estados Unidos y los comparamos con los nuestros, nuestros porcentajes parecen muy bajos. Pero eso no quiere decir que no tengamos un problema de droga", Y Rodríguez agrega un importante comentario social para respaldar el peligro de la adicción aquí. "La familia en Colombia es muy unida. Un adicto en la familia afecta a un grupo mayor de personas y no sólo al adicto". Cita el ejemplo de su propio hermano quien ha sido adicto por 13 años. °No sólo mis padres lo sienten, llega más abajo, hasta a mis propios hijos".

Un sicólogo que trabaja en Bogotá tanto en el sector público como en el privado ofrece otra posible explicación a la indiferencia hacia el problema de la droga: la preocupación del gobierno por la imagen en el exterior. La promoción del enfoque en el tráfico y la producción ha tenido influencia sobre la evasión del tema de la adicción aquí. "Esperamos hasta que el hueco sea tan grande que ya tenemos que verlo. Y entonces lo arreglamos". Su colega agrega, aunque con cierta vacilación, que también existen motivos políticos. Si el gobierno colombiano admite que se tiene un problema de droga, ¿cómo puede señalar con el dedo acusador a los Estados Unidos? "Nuestro papel es la producción, son ellos (los Estados Unidos) los supuestos consumidores". Nadie, inclusive las fuentes arriba mencionadas, quiso hablar sin la condición de mantener su nombre en reserva porque, como dijo alguno, si hablamos contra el gobierno, perderemos los pocos recursos que obtenemos de éste". Pero aun si algunos terapeutas creen que el gobierno colombiano esconde su problema para evitar la hipocresía, parece existir un sentimiento general hacia que los consumidores del exterior, quienes generan casi todas las ganancias que obtienen aquí los productores, son una de las mayores causas del problema de la droga aquí. Según Edgar Rodríguez, el auge del consumo de marihuana en Colombia en los años 80 (que se daba principalmente en "círculos artísticos") se inició al menos en parte por la cultura hippie que surgió en abundancia en los años 60 y continuó en los 70. Según Claudia Gómez, sicóloga con ocho años de experiencia en rehabilitación de drogas, el uso de la droga en el país comenzó a aparecer significativamente en la sociedad a finales de los años 70, cuando los Estados Unidos comenzaron a controlar más el tráfico de marihuana proveniente de Colombia. "No podían exportarlo todo... entonces empezaron con el tráfico de drogas en el país. Los narcotraficantes organizaron el mercado. Le decían a los pobres que podían ganar buena plata y ellos empezaron a venderla. De allí nació la dependencia".

Pero en tanto que terapeutas como Gómez y sus colegas dicen que la adicción ha aumentado desde que se inició hace 20 años, Rodríguez no está de acuerdo en que la preocupación es peor año tras año. "Mi percepción es que el problema no ha crecido. Yo veo el problema es en el tipo de droga que se está usando". Se refiere específicamente a drogas como el basuco, la cual es altamente adictiva y popular en las clases más bajas de Colombia. "Cuando alguien fuma basuco, lo hace por tres días sin parar... se vuelve un hábito muy costoso". Y los hábitos costosos por lo general llevan, como en el caso del basuco, a aumentar el delito para apoyar el vicio. Pero aun con los cambios en el tipo de consumo de drogas, Rodríguez cree que Colombia tiene ciertos mecanismos de prevención incorporados. "El ser un país menos desarrollado tiené sus ventajas. Con frecuencia imitamos a los Estados Unidos y a Europa, pero también aprendemos de sus errores sin cometerlos. Y creo que vemos el problema de consumo en los Estados Unidos y queremos cuidarnos".

Rodríguez también ve algunas características culturales que han ayudado a prevenir la adicción. Casi no existen adictos que se inyecten heroína, la forma más adictiva de consumo. Explica que los colombianos a nivel nacional detestan las agujas hipodérmicas. "Si un niño no quiere tomarse la sopa, el papá lo amenaza diciéndole que le van a poner una inyección". Pero Gloria Inés de Salvador, que maneja una firma privada dé terapeutas, ha notado un aumento reciente en los casos de heroína inyectada entre las clases media y baja en Colombia. La heroína, que ella asegura se puede conseguir en cual-quier sitio" de la capital, cuesta aproximadamente entre US$4.75 y US$5.60 y alcanza para entre una a tres inyecciones, según el usuario. "Uno de los factores que ha contribuido (al aumento en el uso de la heroína) es el aumento en la producción".

¿Qué está haciendo Colombia para detener el abuso de drogas como la heroína? La prevención y la educación contra las drogas recibe el apoyo de las Organizaciones Gubernamentales (OG), como los Ministerios de Salud, Educación, Comunicaciones y justicia -todos bajo la supervisión del Plan Nacional de Superación de Drogas- así como de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), entre ellas la Clínica de Toxicología, Vía Servitá, Vía 21, Centro Colombiano de Solidaridad, Prometeo, Centauro y Comunidades Terapéuticas de Colombia, todas bajo la coordinación de Interacciones, la cual mide la capacidad y efectividad de las ONGs. Todas las ONGs están supervisadas por el Ministerio de Salud y algunas obtienen apoyo parcial del gobierno colombiano.

Pero muchos colombiano involucrados en la prevención social y rehabilitación de los drogadictos se quejan de que la ayuda del Estado colombiano es insignificante. "Las entidades que trabajan en la rehabilitación de drogas con frecuencia prefieren buscar fondos de entidades privadas en lugar del gobierno, porque hay menos burocracia y el dinero llega más rápidamente", dice el director de una entidad privada que recibe dinero de varias fundaciones, tanto de Colombia como del exterior.

Otro director que lleva 14 años trabajando en rehabilitación comenta que aunque algunas entidades privadas son ineficientes, las entidades del gobierno nunca han entendido cómo manejar el problema de la adicción. Cita como ejemplo la genealogía de las campañas publicitarias. En los años setenta y ochenta las campañas de televisión eran enérgicas, insinuando que la adicción era un mal. El Banco de la República, por ejemplo, sacó un comercial en el cual se cargaban varias drogas prohibidas como balas en la cámara de un revólver. Luego el revólver apuntaba a la pantalla y disparaba; una voz decía en tono monótono "Drogas, el arma mortal". Este comercial, que era parte de una serie producida por el Plan Nacional de Superación de Drogas (luego llamado Plan Nacional de Adicción), no llegó al público apropiado, que era en su mayoría lás clases bajas. implemente contrataron publicistas avispados que no tenían ni idea de con quién debían comunicarse".

A finales de la última década y principios de la actual, las campañas eliminaron la palabra droga de sus mensajes. Los comerciales, protagonizados por actores bien vestidos y en ambientes de clase media y alta, pedían a los padres responsables que protegieran a sus hijos, con un fondo musical pegajoso, y con mensajes como "porque tu cuerpo merece respeto". El hecho de que el comercial no mencionara el problema real del abuso de sustancias refleja el sentimiento del gobierno sobre la confrontación del tema.

Pero las entidades privadas parecen pensar que han tenido éxito en su lucha personal para mejorar el problema. Lende dice que la cantidad de ayuda en comparación con el número de adictos es equivalente a la que proporciona Estados Unidos. La sicóloga Claudia Gómez añade que cuando los norteamericanos llegan a Colombia a estudiar el problema de la droga, "se quedan boquiabiertos. Nuestros programas son mu3 completos y bien planeados.". Gloria, Inés de Salvador afirma que Colombia tiene uno de los mejores programas de rehabilitación en Latinoamérica, si no el mejor,

Un ejemplo es Miguel", ahora con más de treinta años, e hijo de un pequeño narcotraficante del Cartel de Medellín. Cuando tenía doce año, su padre fue muerto a bala en su barrio mientras realizaba lo que Miguel califica de "algún tipo de transacción comercial". Le dieron doce balazos. Cuando piensa en el cadáver de su padre, Miguel recuerda: "Es la primera vez que vi a mi padre en paz. Hasta tenía una leve sonrisa en la cara". Pero la reacción de Miguel no fue pacífica. Pronto se volvió fuertemente adicto a la marihuana y a la cocaína. Después de varios años de tratar de huir de la imagen de la muerte de su padre, Miguel ingresó a un programa de rehabilitación patrocinado por los monjes franciscanos, los terciarios capuchinos, y después de abandonar el programa con éxito, se convirtió en terapeuta en Bogotá.

"Para nosotros", dice De Salvador, "la coca es simplemente un producto más", De los Llanos, donde se cultivan las plantas de coca, a los laboratorios, y aun en la "base del triángulo", los narcotraficantes de Bogotá, De Salvador ha encontrado una constante en la actitud de los colombianos dedicados al narcotráfico, "Los niños venden basuco a sus amigos en el colegio. Generalmente lo obtienen de sus padres. Es un negocio de familia. Simplemente es la manera de hacer dinero. No son conscientes, por ejemplo, del daño orgánico que causa el basuco". Según De Salvador no sólo los niños entran a formar parte del "negocio de familia" de venta de drogas, sino que también ella ha encontrado nuevos patrones de dependencia de segunda generación. "En mi propia experiencia, el 85% de los niños en uno de mis programas tiene un padre alcohólico. De 35 a 42% de los padres fumó marihuana en los años 60. Y cerca del 12% ha fumado basuco".

Edgar Rodríguez saca la conclusión de sus estudios de que la drogadicción no es un problema social serio aquí (señala en cambio el consumo del alcohol). Pero su encuesta puede tener fallas graves. En una carta recientemente publicada en El Espectador, el embajador de Estados Unidos, Myles Frechette, dice: "Desde 1985... el número de usuarios de drogas en los Estados Unidos se ha reducido en alrededor de un 50%, en 22,3 millones". Rodríguez, quien ha estado varias veces en los Estados Unidos y ha estudiado con profundidad el problema de la drogadicción, reaccionó con incredulidad a la noticia de una disminución en el consumo de droga en los Estados Unidos. "Cuando estuve en Michigan en 1985, vi a la gente fumando marihuana abiertamente en los parques y en las calles". Pero cuando las campañas antidroga en Estados Unidos a finales de los años ochenta atacaron fuertemente el abuso de la droga, la reacción, según Rodríguez, pudo haber sido menos franqueza en las encuestas. En un país que no solamente está bombardeado por la opinión negativa de fuerzas externas sino también por la disgustada desaprobación de su propia gente, los adictos no se inclinan a admitir el problema en las encuestas. "Yo diría que 90% de los muchachos con quienes trabajo en rehabilitación me han dicho que nunca admitirían tener un problema si les preguntaran en una encuesta familiar".

Otra señal de que actualmente la adicción va en aumento es la disminución en la edad promedio de los que ingresan a programas de rehabilitación. Jazmine Gaitán, coordinadora del Centro de Documentación e Información sobre Drogadicción, dice que hace dos años la edad de un paciente era de 15 años. "Ahora son de doce o trece años. Algunos hasta ocho". Claudia Gómez observa la misma tendencia en la práctica privada.

Según la investigación de Daniel Lende, y especialmente con base en la obra de Elliot Currie "Cálculos: drogas, las ciudades y el futuro americano", que analiza la crisis de la droga y la consiguiente guerra de las drogas, Lende ve poca esperanza de dominar la adicción en Colombia. "Creo que dentro de veinte años, pero quizás antes, si Colombia no cambia sus políticas actuales, habrá una crisis de droga en el país, tal vez no en la misma escala que en los Estados Unidos, pero de todos modos devastadora". "La droga es primordialmente una crisis social", comenta Lende, "especialmente entre las comunidades más pobres". Con la rápida industrialización de Colombia, la apertura y el éxodo de campesinos a las grandes ciudades, los pobres quedarán más marginados de las oportunidades económicas y sociales al alcance de las clases media y alta. "Estas comunidades marginadas serán caldo de cultivo para el abuso de la droga". Además, Lende se preocupa de que un aumento en la prevención militar por parte de los Estados Unidos, dejará a los narcotraficantes sin otra alternativa que ampliar el mercado en Colombia. "Si ese es el caso, Colombia vería cambios más dramáticos en el abuso de los que Estados Unidos tuvo en los años ochenta".

Noticias Destacadas