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“Sin el concurso de los empresarios nunca alcanzaremos nuestro sueño”, Emilio Sarmiento, Bogotá.

16 de mayo de 2015

Los empresarios y la paz

Muy interesante  la entrevista a cuatro empresarios colombianos sobre el proceso de paz (SEMANA n.° 1723).  Es esperanzadora la posición de ellos a favor del proceso.  Incluso, vale la pena destacar el hecho de que no se dejan llevar por episodios coyunturales por graves que estos sean, como el garrafal error de las Farc en la muerte de los soldados en el Cauca; uno de los empresarios hace una afirmación muy sabia: “Nos ha tomado muchos años tratar de acercar las partes y construir la confianza que ya nos ha llevado bastante lejos”. 
Queda clara también su posición ideológica, lo cual está muy bien porque se trata precisamente de un diálogo entre diferentes.  Ante la pregunta: “¿Ustedes creen… que el gobierno puede llegar a negociar el modelo económico en la Habana?”, uno de ellos responde: “Yo creo que nuestros negociadores y el presidente son personas con buen criterio que no van a entregar el país”.  Es decir, el modelo es el país, los empresarios privados son el país.  Y para que no haya dudas sobre lo que entienden por modelo, uno de ellos afirma: “…otro modelo no hay.  Contra el capitalismo se han inventado toda clase de sistemas alternos, pero no han funcionado”.  Por modelo entonces entienden al capitalismo.

Se entiende, por lo tanto, que los pequeños campesinos, los trabajadores informales, los empleados públicos, las comunidades indígenas y afros, que formamos de lejos, más de la mitad de la población colombiana, que no estamos dentro del modelo, no somos país.  Por supuesto que esto lo único que significa es que hay en Colombia distintas maneras de entender la sociedad y la economía, lo cual no debe ser obstáculo para alcanzar la paz.

Julián Sabogal Tamayo
Pasto

El viaje al infierno

Como bien lo dijo el juglar “Cuando uno está en condición tiene amigos a granel, pero si el destino cruel hacia un abismo nos tira vemos que todo es mentira y que no hay amigo fiel”. Cuando el éxito y la prosperidad nos sonríen mágicamente todos nos saludan, nos buscan, nos tienen en cuenta, nos consultan, nos celebran, nos reconocen autoridad y respeto. Pero cuando nos toca beber el trago amargo del infortunio y de la ingratitud caemos en cuenta del espejismo vivido, descubrimos los verdaderos rostros que hay tras de las máscaras teatrales que granjearon nuestra confianza  y cómo estuvimos engañándonos nosotros mismos antes que la hipocresía social nos hubiese envanecido (tóxica ingenuidad).

Ayer aplausos, hoy rechiflas; de pronto nos encontramos  solitarios en medio del aterrador silencio en el gran escenario de la vida. Cuando hemos estado a las puertas del infierno y si creemos que hemos venido a este mundo para cumplir una misión y vencer entendemos entonces que siempre en medio del universo de obstáculos y tristezas, en que a veces cursa nuestra vida, también hay esperanzas para resurgir y culminar lo empezado (nunca falte una nueva estrella que nos ilumine).

Solo debemos sentirnos en deuda con la vida al habernos privilegiado con las enseñanzas recibidas en la escuela del dolor, que desde luego nos purifica y fortalece. Las lecciones dolorosas dejan huella y antes que nos derrumben nos construyen: son acicate para continuar.

Solo asimilando golpes es que adquirimos fortaleza. Tras la adversidad se esconde la oportunidad que hemos estado buscando.

Adrián Hernández (SEMANA n.° 1923), antes que desmoralizado, es un ejemplo edificante. El estoicismo nos enaltece. Avergüenza y aplasta a quien nos quiso convertir en tapete para sus zapatos. O a quien entendió que un favor era realizable siempre y cuando se solicitara arrodillado y con totuma en mano.
El movimiento circulatorio del universo nos enseña lo transitorio que puede ser estar arriba que abajo. Lo trascendental es jamás olvidar que el dinero y el saber son para servir y no para humillar.

Rubén Darío Avendaño
Bogotá

De un maestro

¿Acaso la sociedad colombiana, tan bien domesticada por la vida privada de nuestro país -los noticieros, algunos periódicos y revistas-, tiene idea de lo que significa ser un maestro? Es más: ¿los colombianos tienen idea de cuál es la función cognitiva e intelectual de un maestro -su esencia- en cualquier sociedad? Algo me dice que no. La sociedad colombiana media, respecto a la labor de los maestros, conoce lo que les conviene: que los colegios son “guarderías para grandes”, el lugar preciso para que les “cuiden los niños” y hagan lo que ellos “no son capaces de hacer en casa porque tienen cosas más importantes por hacer”, menos ser padre o madre.

No estoy de acuerdo con la línea bajo la cual hablan sobre el paro de maestros en la edición n.° 1722, se nota que el que lo escribe no tiene idea de lo que significa “ser empleado de un colegio” (y ojalá nunca termine dando una clase “porque no hay donde más trabajar y eso es fácil”), desconoce las ideas gubernamentales por las cuales tal vez él eligió a un candidato político y cree que los niños y adolescentes de este país, que ven como lo destruyen quienes gobiernan, quieren ir a la escuela. Invitaría a quien escribió ese texto a que sea maestro mínimo tres años en un colegio distrital con 40 estudiantes llenos de problemas personales y sociales (eso sí, primero estudie una licenciatura, no que vaya a dar clase porque “cualquier profesional lo puede hacer”) y luego venga y nos cuente que lo del paro es una actitud antiética y antiderecho.

Con respecto al texto de la edición n.° 1723, donde se habla de la ministra y se critica su estilo de acción a la hora de dialogar con Fecode, le digo a la columnista María Jimena Duzán que el problema de la acción ministerial no se debe al estilo en el momento de interactuar: detrás de esa forma de ser hay una idea política clara: decirles a los colombianos que la educación colombiana está mal a causa de los maestros para no confesarles que el problema de fondo es simple: entre más esclavos mucho mejor para los gobernadores, por eso al pueblo hay que pagarle un mínimo y ofrecerle colegios con alimentación gratuita para que no se les pida libros, material de trabajo, instrumentos de análisis, dinero para asistir a arte, ciencia o historia. Entonces, como la educación es gratuita el problema son los maestros. No, el problema de la ministra no es de estilo, el problema es la idea gubernamental y política de Colombia que paga sueldos miserables y disfruta diciendo que los males de nuestro pueblo tienen como culpable a su propio pueblo y no a los gobernantes, firmantes de tanta ley que nos lleva cada vez a una mayor pobreza y a seguir siendo una estirpe condenada a 100 años de soledad sin derecho a una segunda oportunidad sobre la faz de la tierra.

PD: por si me llegara a leer el señor Uribe (que ya deberían dejar de hablar de él, no podemos quedarnos en el pasado, ya los días lo llevarán al lugar que se merece: la cárcel) o alguna de su marionetas: no soy subversivo ni guerrillero, sin embargo, me pregunto por qué un hombre como Simón Trinidad es extraditado para ser juzgado por las leyes de Estados Unidos (aquí todavía nos queda grande) y un hombre como Andrés Felipe Arias termina en ese país no juzgado (le ha hecho a Colombia el mismo daño que el guerrillero en cuestión) sino asilado, luego de ser un profesor universitario (a él le quedaría grande el título de maestro).

Óscar Emilio Alfonso Talero
Bogotá

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