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"Como dicen en China, todas las crisis traen oportunidades" Juan Castellanos, Tunja.

23 de enero de 2016

Sí son felices

En la edición n.° 1757, del 10 al 17 de enero de 2016, se comenta como absurdo que en el índice de felicidad de WIN-Gallup, Colombia tenga un 85 por ciento y que este sea mayor que el de los 67 países restantes que participaron en la medición.

Su artículo se reduce a decir que es absurdo que el 87 por ciento de los colombianos diga sentirse muy feliz o feliz y que el 2 por ciento diga sentirse infeliz o muy infeliz (el índice de 85 es el 87 por ciento menos el 2 por ciento), y prueba su afirmación diciendo que hay índices como el de concentración del ingreso y el de prosperidad que hacen que ese resultado no sea posible.
Quiero citar tres razones para disentir de su calificativo:

1. Hicimos 1.000 entrevistas y el resultado es el ya mencionado. Estamos certificados en la norma 20252 y seguimos también en esta encuesta los protocolos de seguridad que la hacen trazable.

2. Ser feliz no es incompatible con vivir en un país con guerrilla o corrupción, y no se necesita estar en el paraíso para lograrlo. Un estudio muy cuidadoso de Harvard que ha seguido por 75 años a 773 personas de dos grupos (uno de 456 personas de los estratos más bajos de Boston y otro de 268 graduados de Harvard entre los años 1939 y 1944 acomodadas que han ido a la universidad) ha encontrado que la razón primordial de la felicidad de las personas no es el dinero ni es el trabajo duro sino las buenas relaciones. Me parece muy importante que la gente sea consciente de que la felicidad está en las buenas relaciones cercanas y profundas (Robert Waldinger, Estudio de Harvard sobre el desarrollo adulto).

3. Finalmente, he hecho una prueba que usamos los que trabajamos en el oficio de hacer estadísticas. Le hice la pregunta a la gente de la empresa que no estaba en vacaciones y el siguiente es el resultado: se sienten muy felices o felices el 82 por ciento y se sienten infelices o muy infelices el 2 por ciento.

Carlos Lemoine
Bogotá


Un monstruo criollo

Aterradora la crónica (SEMANA n.° 1753) sobre el asesino que mató a decenas de mujeres y las enterró en el cerro de Monserrate, en las narices de todos los bogotanos. ¿Cómo es posible que las autoridades no se hubieran dado cuenta de nada? ¿Es que nadie las extrañó? ¿Ningún familiar, amigo o simple conocido se preguntó dónde estaban? Por desgracia, la historia se repite. Hace unos años Luis Alfredo Garavito mató a casi 170 niños pobres, y lo cogieron solo después de varios años de sevicias. Hoy, un hombre asesina a sangre fría a decenas de mujeres, y lo cogen por pura casualidad. Al parecer, a nadie le interesa detener a quienes se ensañan con las personas de escasos recursos. Deprimente.

Sergio Molina Gutiérrez
Bogotá


Honor mal habido

Debo confesar que en varias ocasiones me reí de los errores de ortografía que recoge el artículo ‘Rajados en escritura’ (SEMANA n° 1753). Es increíble que incluso en los tatuajes, que son para siempre, nuestros compatriotas cometan errores indignos de un estudiante de primaria. Sin embargo, al terminar la lectura me quedé pensando en la idea según la cual en Colombia se habla el mejor español del mundo. Tal vez por fuera escriben incluso peor... Sin embargo, me temo que la explicación es más sencilla y tiene que ver con los pésimos resultados de nuestros estudiantes en las pruebas Pisa. Lo cierto es que el mal nivel de nuestra educación se nota a leguas, y no solo en la mala ortografía. Es urgente tomar correctivos.

Juan Jacobo Restrepo
Ibagué


El mal uso del castellano


Muy atinada la columna de Antonio Caballero de la edición n.° 1756 en la cual asevera que “el mal uso de la lengua tiene malas consecuencias no solo sobre la lengua misma, sino sobre la comprensión de la realidad…” refiriéndose al uso, que ya es abuso de la preposición ‘a’, que está reemplazando todas las demás preposiciones. Y es tan cierto ello, que por los medios masivos de comunicación, radio, prensa y televisión, el mal uso del castellano se extiende como verdolaga por toda la población quien asume que si lo aplican quienes se suponen saben hablar y escribir, está bien dicho y es culto. Ya ha pasado irreversiblemente con el reemplazo del verbo poner por colocar: ya no se ubica, sitúa, ni se pone en, al punto que en una ponencia dictada por Juan Gossaín en un reciente Hay Festival de Cartagena se quejaba de que “no sabía si estaba leyendo una ponencia o una colocuencia”. Y justifican diciendo que quienes ponen son las aves. Y en una telenovela un actor decía de un personaje que “se colocó rojo”.

Algo absurdo cuando nuestra lengua tiene tantos sinónimos expresivos casi graduales para el significado preciso que queremos dar. De todos los ejemplos traídos a colación en la columna, la expresión “a futuro”, de la cual no sabía su origen economicista es el colmo de la pedantería. Según María Moliner la preposición ‘a’ debe emplearse para formar complementos indirectos fundamentalmente o indicar dirección; ella también la considera absorbente de otras preposiciones, en su larga lista de ejemplos de expresiones tanto incluidas en el DRAE, como no incluidas no aparece esa, como por supuesto no aparece ‘a pasado’ ni ‘a presente’; como sí aparecen en el ítem de la preposición ‘en’.

Pero hay una nueva plaga en el léxico colombiano que es ya una muletilla: utilizar tema en el inicio de toda frase alargando el sustantivo y acomplejando el predicado: el tema del posconflicto, en lugar de el conflicto; estamos ante un tema de derechos humanos, decía hace poco uno de los dialogantes de paz en una cadena nacional refiriéndose a la reparación de las víctimas. El uso de esta palabra para designar: asuntos, problemas, casos, hechos, procesos, etcétera; alarga innecesariamente el objeto de la proposición que se emite. Por ejemplo, ¿por qué decir “hablemos del tema de los diálogos de paz en La Habana”?, cuando queda más claro expresar “hablemos de los diálogos de paz...”, hace unos días oía a una locutora del programa radial de BluRadio, Agenda en tacones, decir “el tema de la higiene femenina por el tema del peligro del uso del tema de los tampones, el tema del uso continuado de los protectores en los interiores femeninos que afectan el tema de la flora vaginal”. ¡Por favor, cuatro veces la palabreja innecesaria!; lo peor es que está ya también permeando las crónicas del periodismo escrito.

Leila Delgado Almanza
Barranquilla


No deja de sorprender


Tratándose de un resumen del año, debía aparecer Natalia Springer y su revista acertó al incluirla en la sección Enfoque de la edición n.°1755. Me parece justa y necesaria la mención por todos los matices de una historia que tanta tragicomedia de apellidos y estudios sobrevalorados le ofreció al país. Quizás lo que más impresiona del caso es cómo el fiscal general de la Nación, a pesar de todas las críticas que han caído sobre la gestión de Springer, sigue empeñándose en defenderla a toda costa ante los colombianos y extranjeros por igual (sí, expusieron en Estados Unidos). En un caso evidente de ‘a oídos necios, palabras sabias’, Montealegre nos mira a todos a la cara y, a través de Springer, nos dice que muy poco le importa lo que creamos de ella, de sus estudios y de sus aportes. Todo será válido mientras él esté contento. Gracias fiscal. Así se hace.

Augusto Perlaza
Ibagué


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