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24 de febrero de 2018

Por el desprestigio
Muy interesante el artículo de María Jimena Duzán ‘O cambiamos  o nos cambian’ en SEMANA n.° 1868. Se refiere al repunte en las encuestas de los candidatos de izquierda como Petro y de centroizquierda como Fajardo. La derecha y ultraderecha están basando su campaña en los resultados precarios a favor del No en el plebiscito de octubre pasado. El uribismo se pegó a agigantar  el fantasma del castrochavismo, a sabiendas de que esto no va a ocurrir en Colombia por cosas como las siguientes.
Por el desprestigio de los partidos tradicionales y sus mezclas, afectados por la corrupción, se va a tener un Poder Legislativo con diversas tendencias, con lo cual no se pueden imponer dictaduras de derecha o de izquierda. En esta campaña Petro sí se sintonizó con la Colombia que guarda esperanza con los acuerdos de paz, mientras la derecha amenaza con hacerlos  trizas.  
Es acusado de ser dogmático y hasta prepotente con sus ideas. Pero es paradójico que siendo exguerrillero  proclame que las armas deben ser del dominio de las Fuerzas Armadas de la patria. Fue de los primeros en anunciar los macroproblemas del cambio climático y sus implicaciones.
El alcalde actual de Bogotá intentó desbaratar  lo hecho por  su antecesor, pero con el metro y el cable apenas les cambió de nombre y el resto fue echarle culpas. Con  lo cual se convirtió en el impulsor de su campaña presidencial.
El reemplazo de las economías mineras agotables y depredadoras por energías limpias a base de sol, viento  o mareas debe ser realizado por alguien de izquierda de derecha  o de centro. Pero esto es inaplazable.
Fidel José Vanegas Cantor 
Bogotá

Al planeta rojo
Muy esperanzadora la nota acerca de los intentos de Elon Musk para lograr la conquista espacial. Si a eso se suman los esfuerzos de la Nasa de visitar Marte a través del programa Journey to Mars, nuestra generación entonces podrá ser testigo de la llegada del hombre al planeta rojo.
Con la vastedad que ha alcanzado el conocimiento científico en los últimos años; con el descubrimiento de nuevas interfaces de inteligencia artificial; o con la creación de órganos a través de impresoras 3D, no resulta hiperbólico afirmar que el otro gran paso de la humanidad en la carrera espacial se encuentra muy próximo.
En términos de riesgos, como por ejemplo la posibilidad de zozobrar a las llamaradas de plasma o a las trampas gravitatorias o a los vientos o fulguraciones solares, para una misión tripulada por humanos, la atmósfera de peligro es menos dramática que con la tecnología que se disponía hace 40 años, pudiendo no solo conquistar Marte, sino cualquiera de los denominados exoplanetas, uno de los cuales es muy similar a la Tierra.
Si bien planea sobre nuestros destinos la alocada carrera nuclear, esta noticia abre las esperanzas  de la preservación de la especie humana. Como lo anotó otra importante publicación: Mark Zuckerberg nos quiere ayudar a compartir las fotos de nuestros bebés; Musk aspira nada menos que a salvar a la especie humana de la aniquilación.
Sergio Quiñones Rodríguez
Pasto
Del embajador de Israel
Por medio de la presente me permito llamar su atención a dos imprecisiones que se destacan en el artículo ‘El conflicto sin fin’, publicado en la edición n.° 1868 de su revista. Primero, el avión israelí fue derribado en nuestro propio territorio y no en territorio sirio, como dice su lead. Segundo, igual que la capital de Colombia es Bogotá y no Medellín, así la capital de Israel es Jerusalén, y no Tel Aviv, como se da a entender en dos ocasiones en el artículo.
Marco Sermoneta
Bogotá
Inclusión, por favor
Escribo esta pequeña misiva solo para hacerle caer en cuenta a los organizadores del ‘Gran Foro Colombia 2018, ¿para dónde va el país?’ de algo particular. En el artículo ‘Los puntos sobre las íes’ (SEMANA n.° 1865) en el que aparecen algunas frases de los conferencias, no veo ninguna intervención de algún indígena o afrocolombiano, ni siquiera de un representante de los campesinos. ¿Acaso la opinión de ellos no es importante para definir el futuro del país?
Julieta Vargas
Bogotá
La regla del minuto
Su enriquecedora revista, en su edición  n.°1866, en el artículo ‘No deje para mañana...’, es elocuente:  para entrar al club Ocde, nuestro estilo de vida debe alinearse al de pensadores profundos, menos superficialidad, ejecutores sanos, menos improvisación. Y más enfoque que beneficie a la comunidad de la cual somos parte. Urge seguir consejos del experto en felicidad organizacional, doctor Juan Gutiérrez, respaldado además por conceptos de neurociencia se refiere a que las emociones son muy contagiosas, y si se inicia una tarea y no se lleva a su feliz término, al resultado más final, feliz y positivo, nos envolveríamos en un carácter típico de frustración y falla. No dejemos de aplicar la regla del minuto, que dedica al menos 60 segundos a una actividad cotidiana como tender la cama; al menos un minuto de meditación cada cierto tiempo según intensidad  de la jornada laboral; o reírse, así sea de uno mismo por un minuto al día, para mencionar sencillos ensayos prácticos que nos van abriendo la mente; nos van solidarizando más enfocados, nos ayuda a pensar flexiblemente, con decisión, con objetivo claro, estando atentos y vigilantes de logros y mejoras del ambiente doméstico, laboral, cultural, nacional, que a esta época anda saturado de riñas pasadas y obsesiones de poder inmediato que confunden a cualquiera. 
Diego Casabianca Escallón
Bogotá 
Mejor para todos
No sin antes felicitar a la revista por sus argumentos plasmados en el artículo ‘Una discusión sin sentido’ (SEMANA, edición n.º 1859), traigo a colación –como muestra del buen uso del lenguaje– el pasaje bíblico: “Dejad que los niños vengan a mí, y no se los impidáis, porque de los que son como estos es el reino de Dios” (Lucas 18:16). 
Lo que se aprecia es una oración muy bien construida, en la que se respeta el nombre genérico masculino (grupo mixto-género humano), que en boca de los feministas hubiera quedado: “Dejad que las niñas y los niños vengan a mí, y no se los impidáis, porque de las y los que son como estas y estos es el reino de Dios”.
Este error gramatical, generador ahora de una gran polémica, se origina en la interpretación errónea de la Ley 581 de 2000: ley de equidad de género, más conocida como ley de cuotas; la misma que le da efectiva participación a la mujer en los niveles decisorios de la administración pública. La exégesis confunde esa igualdad (hombres-mujeres) referente a los dos grupos determinados de la especie humana, con la categoría gramatical fundamentada en una distinción convencional (masculino/femenino) que nada tiene que ver con la aludida ‘igualdad’; y hace que se incurra en un error al extrapolar la defensa de la igualdad de derechos de la mujer (justa, por demás) al terreno de la gramática, que opera con otras lógicas.
Las oraciones se construyen en género masculino, ya que su universalidad y su función genérica en español (común a los dos géneros) que le da la Real Academia Española permite abarcar el género femenino. El colmo de esa corriente ultrafeminista es el hecho de que el vicio lo transforman en la más absurda abreviatura cibernética: ahora escriben “l@s colombian@s”, pretendiendo agrupar su errónea expresión “las colombianas y los colombianos”.
J. Óscar Gil G.
Cali

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