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COLOMBIA ADOLESCENTE

12 de agosto de 1996

Qué tristeza ver cómo Colombia se asemeja a un adolescente, que por su falta de madurez es incapaz de discernir qué le conviene. No parecemos un país adulto que haya tomado su destino en sus manos, y más parecemos un joven desorientado que tomó por el mal camino. Permitimos que se nos propagara un cáncer y llevamos más de dos décadas conviviendo con él. No hemos asumido la responsabilidad de nuestro destino. Los adultos asumen la responsabilidad de corregir los errores de los adolescentes . Hoy nos vemos abocados a ver cómo los E.U. asumen el papel del adulto que reprende al adolescente y a las malas, o con un apretón de tuercas como dicen ustedes. (SEMANA #739) Qué tristeza que los E.U. tengan que venir a decirnos lo que tenemos que hacer, algo que debimos haber hecho hace rato por Colombia para los colombianos. Pero el contenido de las exigencias es necesario y conveniente para Colombia. Porque suponer que las exigencias de los gringos las necesitan más ellos que nosotros es una falacia. Si ponemos en la balanza unos tres millones de adictos en los E.U. más todo el costo que quieran sumarle, no es más que el costo que ha pagado Colombia en vidas perdidas (desde líderes importantes hasta gente anónima), narcoterrorismo, soberanía perdida en la Constituyente, y mala imagen internacional. Perdimos el derecho a quejarnos hoy, en 1996, de la desagradable intervención de los E.U., ya que violamos el undécimo mandamiento: "No dar papaya". No hicimos lo que debíamos hacer en su momento y hoy vemos cómo alguien viene a decirnos qué hacer. Eso nos pasa por pendejos. Alfredo Rodríguez González Rubio Bogotá

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