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A CUAL CAÑO

2 de septiembre de 1996

Creo que mi dilecto amigo y fecundo escritor, Antonio Caballero, incurrió en un garrafal error en su columna 'Plata tirada al caño' del día 30 de julio al confundir los contratos adjudicados por el Estado a particulares y pagados con dineros de los contribuyentes con los de derechos de concesión por los cuales los particulares pagan al Estado.
En este último caso se encuentra la telefonía móvil celular, que no le costó nada al Estado, porque, por el contrario, éste recibió de los particulares la no despreciable suma de 1.230 millones de dólares. Es decir, que aquí se presentó una situación diametralmente opuesta a la señalada por Antonio, por cuanto el dinero no salió del erario público, como en el Guavio, sino que, por el contrario, ingresó a la tesorería nacional, contribuyendo al fortalecimiento fiscal. Otro tema es que la improvidencia en el gasto del actual gobierno haya convertido rápidamente en humo los cuantiosos y valiosos recursos que bien pudieron haber sido aprovechados para la inversión social. Por eso, mucho va del Guavio a la celular, y, desde luego, resultaría útil averiguar a qué caño, después de haberlos recibido la tesorería nacional, arrojó el actual gobierno los gigantescos recursos pagados por los derechos de la telefonía celular.
William Jaramillo Gómez Bogotá

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