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El mal incomprensible

14 de julio de 2007

Una lectura de las Farc como “incapacidad para ajustarse a nuevas realidades”, “la obsesión de Marulanda en ser considerado contraparte del Estado” (‘Cómo nos duele...’ Edición # 1313), deja por fuera lo fundamental: el mal incomprensible. Decía Simone Weil en La Gravedad y la Gracia lo siguiente: “el falso Dios transforma el sufrimiento en violencia. El verdadero Dios transforma la violencia en sufrimiento”. Por eso la esperanza humanista de que las Farc entiendan lo que es mitigar el sufrimiento de “los otros” es vana. Hasta ahora la siquiatría no ha podido explicar por qué seres como Marulanda, Jojoy, Raúl Reyes, carecen o no expresan un remordimiento, que es el principio de la redención o cambio.

No lo hacen porque la violencia que ejercen sobre los prisioneros o secuestrados es una transferencia del mal que llevan en sí, y esa violencia es, para ellos, su liberación momentánea. Pero el mantener a alguien privado de la libertad vuelve a retroalimentar el mal; así, son prisioneros de su propio invento. La terquedad de Marulanda es no reconocer que existe el bien, esa es la fuerza que lo destruye sin querer Pero entonces, ¿cómo se acaba con el mal? Transmutándolo en sí mismo; infligiendo en sí, el crimen cometido. No por una desviación masoquista, sino por el bien puro que se desea y que hay que rescatar del fondo del alma mediante el sufrimiento. El poco bien que todavía pueda albergarse en el corazón de los dirigentes farianos, tiene miedo de exponerse ante el monstruo que lo sepultó en las cavernas de lo inconsciente, mediante el engaño del discurso marxista.

Pedro Aja Castaño
Bogotá


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