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El Seguro Social

Guillermo Fino Serrano, presidente Instituto de Seguros Sociales
10 de septiembre de 2001

Respecto a la columna de opinión publicada por el doctor Hernando Gómez Buendía, quisiera hacer varias reflexiones debido a que, infortunadamente, en el escrito hay una serie de imprecisiones, quizá por desconocimiento del tema por parte del autor. En primer lugar, es injusto afirmar que el acuerdo a que se llegó con el sindicato para renegociar la convención colectiva de trabajo fue una pequeña renuncia y que la salida de la Ministra de Salud se hizo para permitir que el gobierno girara un billón de pesos.

Nada más ajeno a la realidad. La renuncia de los trabajadores a ciertos privilegios es un hecho histórico, que ha trascendido las fronteras colombianas y que ha sido calificada por muchos analistas independientes como un ejemplo de concertación y de construcción de democracia. ¿Acaso es de poca monta que los trabajadores permitan la congelación de sus cesantías por 10 años? ¿Es insignificante que conquistas en materia de bienestar social se hayan sacrificado para garantizar la supervivencia de un Instituto que le sirve directamente a 11 millones de colombianos? ¿Y acaso 122.000 millones de pesos anuales que se ahorra el Instituto por el ajuste a la convención es una suma despreciable?

Pero además, el doctor Gómez Buendía desconoce el alcance social del Seguro. El año pasado el Instituto realizó 27.490.820 actividades médicas, entre hospitalizaciones, cirugías, consultas de urgencia, cesáreas, partos, exámenes de laboratorio, terapias, intervenciones odontológicas y estudios de imagenología, entre otras. La inmensa mayoría recayó sobre los estratos más pobres de la población, es decir, de colombianos que no tienen cómo acceder al sector privado.

Creo que el retruécano que encabeza la nota “Nuestro Seguro Social no es Seguro ni es Social”, es simplemente un recurso literario que no tiene fondo pero que sí le hace daño a una entidad, que como las cifras lo demuestran, le sirve a millones de colombianos pobres. Lástima que cuando se aborda un tema de tanta trascendencia, primen las apreciaciones personales sobre el fondo de los asuntos.

El Instituto de Seguros Sociales no ha sido maquillado como se afirma en SEMANA. Nos costó sudor y lágrimas salvarlo. Hay por delante un enorme plan de gestión, una reforma de fondo y un compromiso de los trabajadores para hacerlo eficiente, digno y productivo. Sé que hay muchos enemigos en distintos frentes, sobre todo de aquellos que son competencia —y que también gozan de privilegios— que quisieran ver muerto el Seguro Social. Pero curiosamente, la gente, los más pobres, nos están dando un inusitado respaldo.

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