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Lavado de imagen

Después de leer la edición #989 de esa prestigiosa revista llega uno a la conclusión de que la moda actual en la literatura

Hoover Moreno Velilla
4 de junio de 2001

Después de leer la edición #989 de esa prestigiosa revista llega uno a la conclusión de que la moda actual en la literatura colombiana son las ediciones sobre “lavado de imagen”. En estos dos últimos años hemos visto desfilar a Aquí estoy y aquí me quedo, en el cual el ex presidente Samper trata de convencernos de que le pasó lo mismo que al de la canción, “Yo no sé nada, yo tenía un amigo, si algo pasó, yo no estaba aquí”. Posteriormente, en Los embustes de un convicto,, también conocido como Mi hermano Pablo, Roberto Escobar hace aparecer a Pablo Escobar como poco menos que la reencarnación de San Francisco de Asís. Joe Broderick publica El guerrillero silencioso, buscando reivindicar la imagen del nefasto cura Pérez —y de paso borrar el pasado del mismo Broderick como activista revolucionario— en un libro al cual se le ha hecho una publicidad que no se compadece de los daños que el ELN le ha hecho al país. Hace un mes, Ingrid Betancourt logró que esa misma revista la ascendiera a “la Juana de arco colombiana”, al publicar su libro en Francia, en el cual aparece como la única compatriota libre de toda contaminación. Para rematar, el ex presidente López reparte acusaciones a diestra y siniestra en el libro Palabras pendientes, en el cual ¡oh sorpresa! se declara libre de toda culpa en todos los procesos que ha participado. La conclusión a la que llegamos los colombianos del común es que todos estos esfuerzos por lavar imagen son una mezcla de verdades, verdades a medias, mentiras y suposiciones que, obviamente, no nos permiten percibir con transparencia la realidad y sólo aumentan la confusión, pero contribuyen a que este Macondo nacional continúe siendo una sociedad muy entretenida a pesar de sus falacias cotidianas.

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