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Siempre en el corazón

Ramiro Blanco Suárez<br>Bucaramanga
3 de octubre de 2004

Ahora, cuando ustedes informan que "la compra de Coltabaco por Philip Morris se enfrenta a un tecnicismo jurídico inusual" (SEMANA #1.166), se me antoja recordarles que la hoja del tabaco siempre ha estado unida al corazón de los colombianos y a la libertad económica y política de la Nación.

Principalmente aquí, en territorio santandereano. El tabaco, el impuesto al tabaco, sugirió el primer grito de la revolución y la rotura de los pliegos desafiantes, objetivo primordial de Manuela Beltrán, la valerosa heroína.

Los campesinos y citadinos santandereanos amamos al tabaco, no como el vicio que perturba sino como el emblema de la liberación que convence. El maestro Alfonso Barreneche, tan estimado en Bucaramanga, dijo una vez en la Academia que el tabaco es una planta de América, producto de la hibridación natural, utilizada por los indios y años después por todos los pueblos y razas del mundo. Se hizo mercancía gravable y fue moneda valiosa. Se le hallaron 52 usos mayores y podría decirse que el tabaco sirve hasta para fumar.

En décadas sucesivas manejaron en Santander los intereses de la Colombiana de Tabacos, Estanislao Olarte, los Alviar Jaramillo, Rafael Posada, Luis Arango Restrepo, Germán Serrano Vargas, Jorge Vargas Cantillo, Aurelio Zuloaga y ahora el doctor Vallejo. Que todo sea bien por el tabaco.

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