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Un elemento publicitario

Al leer la edición #1.091, puntualmente el artículo 'El mismo disparaba', quedan muchas dudas. La principal,

Angela María Pérez Moreno
30 de marzo de 2003



Al leer la edición #1.091, puntualmente el artículo 'El mismo disparaba', quedan muchas dudas. La principal, para ser claros, es que Estados Unidos trata esta guerra como un elemento publicitario, de difusión de mensajes específicos al resto de las masas del mundo. Parece que detrás de cada soldado gringo estuviera un camarógrafo de alguna prestigiosa cadena televisiva mundial y sólo falta que el uniformado diga ¿Puedo saludar?, como lo hacían nuestros ciclistas de panela y bocadillo en mano de otros tiempos. Es como si con los hechos de las Torres Gemelas, el 'rey del mundo', quisiera decir a los demás "Aquí estoy yo, y sigo mandando". No creo que Saddam Hussein sea tan malo como lo pintan, porque de ser como se dice, asesino de sus amigos, de sus yernos y de medio Irak, Adolfo Hitler se le quedó chiquito. Deberíamos sopesar los intereses y las idiosincrasias de cada uno de los países implicados en el enfrentamiento, entender que las gentes de Estados Unidos son poderosas en dinero, pero cortas en inteligencia y cultura en general, porque estoy segura de que más de la mitad de los habitantes de ese país no saben dónde queda Irak y menos que parte importante de la historia sucedió allí. Los pueblos del Oriente tienen sus creencias ancestrales y se las debemos respetar. ¿Ya no es hora de suspender este circo, antes de acabar con Bagdad, patrimonio de la humanidad? ¿Se imaginan cuántos misiles Patriot deben haber destruido importantes vestigios arqueológicos por descubrir, como las ciudades antiguas de Ur y Nínive? ¿Qué grupo de países tomará la vocería de las masas, proclives a la paz y el mutuo respeto? Tal vez sea la Iglesia Católica, que debe en nombre de todos los judíos muertos en el holocausto, por su débil voz de mando, se atreva a saldar una vieja cuenta que tiene con la humanidad. Si nosotros como país no tenemos paz y la anhelamos, no entendemos por qué otros se buscan su misma destrucción, casi que por capricho de mostrarse como los más poderosos del mundo.

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