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Violencia moral

Comunicar requiere prudencia. Disentir acerca de lo que alguien hace o deja de hacer en su intimidad no es tarea de los periodistas.

Manuel Antonio Velandia Mora
23 de julio de 2001

Comunicar requiere prudencia. Disentir acerca de lo que alguien hace o deja de hacer en su intimidad no es tarea de los periodistas. La violencia infringida por la Negra Candela contra la actriz Lully Bossa merece un análisis más profundo que la respetuosa nota publicada por ustedes en la sección ‘Enfoque’ bajo el título ‘Afrenta’, en la edición #996 de junio 4.

Lo que cada uno de nosotros decide ser o vivir es una cuestión eminentemente particular, hace parte de su autodeterminación y corresponde al libre desarrollo de la personalidad, es además un derecho fundamental explícito en nuestra Carta Política. La Constitución nos da los lineamientos del deber ser, y éste como lo afirma la Corte Constitucional debería ser el origen de la costumbre, de la ‘buena’ costumbre, entendida como la repetición constante y uniforme de actos por parte de la sociedad, además con sentido de obligatoriedad de actuar de determinado modo y no de otro, la ob-ligatio (ligado alrededor de), es un vínculo que nos une en el proceso de intercambio social, que nos debe llevar a reconocer y respetar a los demás partiendo del hecho de que los seres humanos somos idénticos en lo esencial y diversos en lo existencial.

Utilizar lo que alguien hace en su intimidad con la persona que ama es interés de ellos y de nadie más. La Negra Candela, una vez más, ha caído en el juego de considerar que informar es aprovecharse de la vida de los demás y transformar en “noticia” aquello que por principios y siguiendo la Constitución de este país debería evitar publicar.

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