AMARILLO FUTURO
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EL LLAMADO DE LA sangre es fuerte, pero lo es más el de la tierra. Esa parece ser la conclusión de unos 150 mil brasileños de origen japonés que en los últimos dos años han emigrado al país de sus mayores, en busca de prosperidad económica. Descendientes de japoneses que llegaron a Brasil a comienzos del siglo, la mala situación económica de Latinoamérica cerró el ciclo y convirtió a Japón en la meta de sus sueños. La idea parecía perfecta para ambas partes, porque Japón a su vez requiere mano de obra no calificada pero teme la invasión de inmigrantes tercermundistas. Pero en la práctica las cosas no son como parecen. Aunque racialmente son iguales a los japoneses nativos, los nacidos en Brasil se quejan de discriminación de parte de aquellos y de indiferencia de las autoridades. Parte de los problemas proviene de factores culturales, porque los brasileño-japoneses no dominan el idioma local, se visten de forma diferente, hablan en voz alta, se saludan afectuosamente con abrazos y besos y gustan sus platos típicos americanos, todo ello muy exótico para los nacidos en el país del sol naciente. A tanto llega su desadaptación, que cuando tienen problemas, antes que acudir a las autoridades del país, se dirigen al consulado brasileño.