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5 de marzo de 2011

Algo inusual está sucediendo en la actualidad con el cuerpo diplomático. Por una extraña coincidencia, varios de los cónyuges de los embajadores más importantes son latinos. La esposa del embajador de Estados Unidos, Michael McKinley, es boliviana. La del de Alemania, Jürgen Christian Mertens, es ecuatoriana. La esposa del embajador de Italia, Gerolamo Schiavoni, es venezolana. Y el esposo de la embajadora de Suecia, Lena Nordström, es chileno. Las tertulias sociales entre ellos parecen más una reunión de Unasur que de la Ocde.