Cristiano Ronaldo. | Foto: Ilustración Édgar Rozo

PERFIL

Cristiano Ronaldo, el ídolo condenado a vivir a la sombra de Messi

Aunque tiene cifras impresionantes, una capacidad goleadora inagotable y músculos de hierro, Cristiano Ronaldo, la figura del Real Madrid, vive una tragedia.

Carlos Arribas*
1 de enero de 2018

Si el misterio del fútbol fuera solo el de la productividad bruta, el de la eficacia goleadora y el músculo, quizás la leyenda de Cristiano Ronaldo despertaría tanto cariño como la de Pelé. Y nadie encontraría incompletos los atributos del portugués, su velocidad, su pegada, su desmarque, su musculatura de fisiculturista, su corte de pelo, su gran remate con todas las partes del cuerpo, su entrega generosa al equipo. O su capacidad para vender en China más camisetas que nadie o la popularidad que le permite anunciar en Japón un aparatito como una hélice de avión que se muerde fuerte con los dientes apretados para ejercitar los músculos faciales y no hacer mucho el ridículo.

El misterio del fútbol está hecho de magia, sin embargo. De una pregunta sin respuesta, cómo un futbolista bajito y físicamente poca cosa, o sea, Messi, es capaz de hacer lo que hace.

La compasión, este sentimiento tan poco heroico que despierta CR7, el mayor goleador de las grandes ligas europeas, no es de ahora, de cuando se acerca a cumplir 33 años en una temporada en la que un gol es un milagro, sino que viene de lejos, desde que llegó al Madrid y marcaba goles como churros y a su equipo le era más difícil no ganar la Champions que conseguirla. Pero tanto gol, tanto título, tanto éxito, no hacía sino alimentar más la pena de frustración que acompaña como una sombra a la gente del Real Madrid en España, donde parece que desde los tiempos de Johan Cruyff, el único equipo que juega bien al fútbol es el Barcelona, el de Messi y el de antes de Messi. En el Bernabéu no hay aplauso que no contenga una pizca de reproche. Su afición, tan exigente que parece injusta, tan inconstante en sus cariños, hace que sus jugadores sufran al sentirse malqueridos. Y Cristiano, el que desea como ninguno el amor de todos, sufre más que nadie.

Nada de esto ocurriría si a Messi no le hubiera dado por nacer solo dos años después que Cristiano y si su padre no hubiera sabido desde que tenía 12 años que estaba hecho para jugar en el Barcelona. Pobre Cristiano, que despierta la simpatía obligatoria que producen esos niños que se esfuerzan por destacar, que levantan la mano insistentemente para que se les elija los primeros, y no lo consiguen.

*Periodista de ‘El País‘ de España.