Durante muchos años, por causa de la violencia, el Atrato fue un misterio y un reto para los científicos. | Foto: Iván Valencia

MEDIOAMBIENTE

Este es el estudio que realizó la Universidad de Antioquia sobre los peces que habitan en el Atrato

La Universidad de Antioquia determinó que en el Atrato viven 118 especies de peces endémicas.

Luz Jiménez-Segura, Jorge L. Escobar, Carlos Alejandro Loaiza*
15 de diciembre de 2017

El Atrato es un río particular: su cuenca suma 24.230 kilómetros cuadrados, lleva al Caribe más agua y sedimentos que cualquier otro raudal en Suramérica, el 40 por ciento de su área permanece inundada, en promedio, siete meses al año (entre mayo y noviembre) y es, quizás, el último río de esta parte del continente con una cuenca que conserva el 80 por ciento de una exuberante selva húmeda tropical. Es un bello laboratorio de la naturaleza, hogar de 118 especies de peces; 50 por ciento de ellas, endémicas.

Durante muchos años, por causa de la violencia, el Atrato fue un misterio y un reto para los científicos. Era difícil llegar a su cuenca, por eso las exploraciones ahí realizadas fueron inventarios rápidos de la riqueza de las especies. Con el proceso de paz el panorama cambió. Los recursos del Fondo de Regalías se invirtieron para hacer un estudio que permitiera conocer a los peces del río y saber cuál era el uso que les daban los pescadores en seis de los consejos comunitarios locales en Antioquia.

La pesca en este río representa entre el 2 y el 13 por ciento de la producción pesquera dulceacuícola nacional, según los datos de la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (Aunap). Es poco si se compara con la producción del Magdalena, pero es una actividad importante para quienes habitan la región, como don Argemiro Mena. Él, que vive en Murindó –uno de los municipios más pobres de Antioquia– es uno de los 295 pescadores del Atrato que tienen el carné de la Aunap. Cada manaña, a las cinco en punto, sale en su canoa a recoger los peces que se quedaron enredados en las 12 mallas que instaló en la ciénaga la noche anterior. Además de este hay otros seis métodos de pesca y se usan de acuerdo con el lugar, el momento del año y el pez que se busca.

Dependiendo del mes, Argemiro puede recoger entre 10 y 600 peces (alrededor de 267 kilogramos), la mayoría serán para el comprador que lo espera en el puerto desde las ocho de la mañana y quien lo llevará al interior del país saliendo de Turbo. Son 28 las especies de peces capturadas por los pescadores, pero las más buscadas por los clientes no son más de ocho. Las preferidas por los capitalinos son el bocachico, la doncella y el dentón, así que Argemiro se lleva a casa los quícharos, las mojarras y las mayupas.

Durante los 12 meses de monitoreo para hacer el estudio, 333 pescadores realizaron 2.492 faenas de pesca y capturaron 80.707 individuos (33,4 toneladas) de 113 áreas de pesca (el 72 por ciento de ellas, dentro de las ciénagas).

Si se hace una extrapolación a toda la cuenca, se podría decir que la producción estimada durante el periodo de la investigación en el río Atrato, suma unas 400 toneladas. Aunque esta sea una estimación, es muy superior a los reportes de la Aunap en los últimos años. Lo cierto es que la falta de recursos asignados en el presupuesto anual por parte del gobierno nacional imposiblita que la autoridad pesquera logre cubrir toda la cuenca.

El bocachico representa el 76 por ciento del total de peces capturados. Esta es una especie ‘potamodroma’ que estacionalmente, y en sincronía con las lluvias, migra en grupos numerosos entre diferentes sistemas acuáticos dentro de la cuenca, así se alimenta y se reproduce. Durante las aguas bajas estas migraciones facilitan el trabajo de los pescadores con sus redes. Así que la captura en temporada de subienda representa el 20 por ciento del total extraído durante todo el año. Es la época de la abundancia en el Atrato.

Sin embargo, la producción de peces ha caído 75 por ciento durante los últimos 20 años. ¿Qué ha pasado? Diversos talleres con los pescadores han permitido identificarlo: ellos mismos reconocieron que sus prácticas de pesca no son las más adecuadas, el uso de las mallas y su ubicación, por ejemplo, han sido nefastos. Si se instalan en los caños durante la salida o el ingreso de las especies migrantes a las ciénagas, o si se utilizan para hacer ‘barridos’ a favor de la corriente, se aumenta la eficiencia de la pesca. Con ella se extraen millones de peces adultos y así se reduce la cantidad de peces que desovan y el número de larvas y de juveniles que, en uno o dos años, podrían ser los ejemplares por pescar.

Pero este no es el único peligro que corre el Atrato. Las principales amenazas provienen de aquellos que buscan el máximo beneficio económico con la mínima inversión, del abandono del Estado y la corrupción rampante. Por eso hay que celebrar el fallo de la sentencia T-622 y no permitir que en este río se repita la historia del maltratado al Magdalena.

*Grupo de Ictiología del Instituto de Biología de la UdeA.

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