En los años cincuenta, los mineros levantaron un altar a la Virgen María, que sería el comienzo de la catedral. | Foto: Cortesía Gobernación de Cundinamarca / Javier Dussan

CONTEXTO

Catedral de Sal de Zipaquirá, la primera maravilla de Colombia

De mina a templo religioso. Esta es la historia de la transformación de la Catedral de Sal.

Luisa Fernanda Gómez*
10 de septiembre de 2017

En 1978, cuando arrancó el proyecto de la mina de sal de Zipaquirá en el nivel Fabricalta, la antigua iglesia de los mineros estaba a punto de generar una tragedia. Debajo, a 150 metros, continuaba la explotación del mineral ancestral. El acondicionamiento de la Catedral de Sal de Zipaquirá que actualmente conocemos se gestó en ese nivel, pero su historia se inició muchos años atrás.

La explotación de sal en Zipaquirá es tan antigua como la misma aparición del hombre en esta zona. Los indígenas muiscas del cacicazgo de Bacatá llevaban décadas extrayendo el mineral, que intercambiaban para conseguir otros productos. Mucho después de la conquista de América, a inicios del siglo XVII, comenzó la explotación por túneles de la montaña.

No obstante, en toda la historia, los mineros –artesanales o tecnificados– se han consagrado siempre a un ente espiritual que les brinde protección. Los indígenas se entregaron a la misma sal y los mestizos al catolicismo. Comenzando el siglo XX la devoción de los mineros era tan profunda como los túneles que se adentraban cada vez más entre la tierra.

Por esta razón, en 1950, en medio de una visita que realizaron los expresidentes de la República Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez, los mineros de Zipaquirá les solicitaron un aporte para mejorar el altar a la Virgen María que habían hecho a la entrada de la mina.

Su idea era aprovechar el tamaño de las cavernas ya explotadas que habían quedado en el interior de esta, para diseñar una iglesia en el fondo de la tierra. Una vez otorgados los recursos, el diseño de la misma se realizó entre 1951 y 1954 en un área de 8.000 metros cuadrados, a una profundidad de 80 metros bajo la superficie.

Aún más abajo continuó la explotación de la sal en los niveles Potosí y Guasá, hasta que en 1978 el primero cerró y se abrió el nivel Fabricalta. Este se dividió en sectores con un nuevo sistema de explotación diseñado por el ingeniero de minas Jorge Enrique Castelblanco.

En 1990 comenzaron a presentarse problemas estructurales en el nivel Guasá, donde estaba ubicada la iglesia. En ese momento, el espacio religioso era de suma importancia tanto para los mineros como para los habitantes de Zipaquirá y ya se había convertido en un atractivo turístico. Por lo cual, y en aras de evitar una tragedia, el ingeniero Castelblanco pensó en la necesidad de realizar una nueva iglesia en lo profundo de la tierra.

El primero de los sectores del nivel Fabricalta, que funcionó desde 1978 hasta que se agotaron las reservas de sal, en 1982, fue el escogido para albergar la catedral que hoy conocemos. Las cavidades por donde en años pasados hombres y máquinas extraían este mineral, quedaron vacías y en perfectas condiciones para acoger a los feligreses.

Carlos Wolff, presidente del Instituto de Fomento Industrial (IFI), y Álvaro Frías Acosta, director general del IFI-Concesión Salinas, avalaron el proyecto al igual que un concurso nacional para decidir quién sería la persona encargada de diseñar la transformación del primer sector del nivel Fabricalta en una catedral hecha de sal.

Participaron 83 firmas de arquitectos. Roswell Garavito Pearl fue el escogido y durante tres años (1991-1993) trabajó en la nueva catedral de la mano del departamento de ingeniería, en cabeza del director técnico Jorge Enrique Castelblanco.

Los socavones de diez metros de ancho, 16 de alto y 120 de largo, se convirtieron en las cámaras de las estaciones del viacrucis. El arquitecto Garavito estudió escenas, documentos y relatos bíblicos cuyo simbolismo y significado plasmó de forma abstracta a partir de los espacios que la minería había dejado.

Así mismo, se rescataron varias esculturas y elementos que habían hecho parte de la antigua iglesia y se tuvo en cuenta el trabajo de artesanos y talladores, como José Vicente Pinto, quien talló en sal el 40 por ciento de las obras de la nueva catedral.

Finalmente, el 16 de diciembre de 1995 abrió sus puertas la Catedral de Sal de Zipaquirá, que fue catalogada en 2007 como la primera maravilla de Colombia y en 2016 tuvo 596.000 visitantes. Los mineros hicieron todo el trabajo. Sus manos extrajeron la sal por generaciones y luego formaron con ella altares y columnas de una obra única en el mundo.

*Periodista Especiales Regionales de SEMANA.