Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos | Foto: Archivo SEMANA

ASÍ CAMBIARÁ EL ESTADO

La no reelección

El desmonte del articulito que permitió la extensión del período, de cuatro a ocho años, de Álvaro Uribe en el 2006 y de Juan Manuel Santos en el 2014, es la columna vertebral de la reforma.

Rodrigo Pardo
2 de junio de 2015

El punto central de la reforma es un paso atrás que, curiosamente, reúne un amplio consenso: se vuelve a prohibir la reelección inmediata del presidente de la República. En el trámite del proyecto en el Congreso sólo se ha opuesto el Centro Democrático, partidario de conservar esa figura que amplió a ocho años el mandato de su jefe, Álvaro Uribe, en la Presidencia.

La contrarreforma del articulito implica regresar al régimen, en materia de elección presidencial, adoptado por la Asamblea Constituyente de 1991, que se diferencia del que había regido durante el Siglo XX, que permitía la elección de quien hubiera ejercido el máximo cargo de la Nación, pero después de un período. Ahora, ningún colombiano podrá ser elegido para más de cuatro años como jefe del Estado.

La no reelección presidencial es la columna vertebral de la reforma del equilibrio de poderes. El cambio que se hizo en el 2006 para facilitar la permanencia de Uribe (y que benefició a Juan Manuel Santos en el 2014) había sido, para muchos analistas, el pasaporte al desequilibrio. La cabeza del Ejecutivo en Colombia tiene acceso a instrumentos que implican una concentración del poder y una ventaja injusta en las elecciones. En un país sin partidos fuertes y con instituciones políticas débiles no están aseguradas las garantías competitivas para las opciones que están fuera del poder. Esta es la motivación principal de la reforma.

A esa motivación se agregan otros argumentos que a comienzos de los 90, en la Constituyente del 91, fueron los que condujeron a la prohibición de la reelección inmediata. En aquella ocasión se hacía más énfasis en las limitaciones que esta figura establece para la renovación del liderazgo político y para combatir la presencia permanente de roscas y estirpes familiares.

Paradójicamente, Colombia regresa a la no reelección –y no sólo del presidente, sino de todos los altos funcionarios del Estado, incluidas las cabezas de los organismos de control– en momentos en que América Latina se ha movido exactamente en la dirección opuesta. La reelección inmediata, incluso por más de dos períodos y hasta de manera indefinida, se ha extendido por toda la región –con el ALBA a la cabeza– con contadas excepciones (entre las cuales la más notable es México, donde el sistema de no reelección es una profunda tradición). Otros mantienen la reelección, pero no seguida, como Chile( norma que aprovechó Michelle Bachelet). O la de una sola vez, pero inmediata, al estilo de Estados Unidos, que es el caso de Brasil, donde Fernando Henrique Cardoso, Lula Da Silva y Dilma Rousseff han ganado en dos ocasiones (En Brasil, después de un período de descanso, se puede optar por un tercer cuatrienio).

La mayor parte de las modificaciones a las Cartas Políticas en la región ha permitido la participación de quien ya ha ejercido la jefatura del Estado o está en el poder. Pero se entiende que esa corriente generalizada ha buscado más seguridad y continuidad que garantías o pluralismo. Y la Colombia del 2015, después de los ocho años de Uribe y de la reelección de Santos –ambas salpicadas de alguna dosis de traumatismo– decidió jugarse, más bien, por el régimen que hace énfasis en la democracia más que en la estabilidad.

*Director Editorial revista SEMANA.