El ceño fruncido del escritor Pablo Montoya, ganador del Rómulo Gallegos, basta para reconocerlo en este particular retrato de Mordzinski. | Foto: Daniel Mordzinski

Imagen internacional

Imágenes inéditas de escritores antioqueños

El fotógrafo argentino Daniel Mordzinski cuenta cómo sacó a los protagonistas de la vida literaria de Medellín de su zona de confort para retratarlos.

Daniel Mordzinski*
14 de agosto de 2017

Llegué por primera vez a Medellín en febrero de 2014, con la extraña y profunda sensación de regresar a una ciudad que conocía desde mucho antes de visitarla. Los ecos del ‘vos’, el tango y los libros de mis amigos Piedad Bonnett, Juan Manuel Roca, Héctor Abad Faciolince, Jorge Franco y Fernando Vallejo, seguramente me habían precedido.

Viajaba para retratar a los escritores de Antioquia con la idea de descubrir la capital paisa a través de la mirada de sus autores. Siempre he creído que la mejor manera de fotografiar a alguno es sacándolo de sus espacios de confort, que son las bibliotecas y los libros, y en su lugar enfrentarlo con sus propios universos literarios, sin dejar de lado mi mirada. Gracias al apoyo del equipo de la Fiesta del Libro y la Cultura, y a la complicidad de los escritores, empecé a sentir propia la ciudad.

A Esther Feisacher la retraté en el Museo de Arte Moderno, a Memo Ánjel, en la sinagoga de la Unión Israelita de Beneficencia; a Lucía Estrada, en la estación Ayurá del Metro; a Jorge Franco, en un motel del centro; a Reinaldo Spitaletta, en la plaza de toros La Macarena. Héctor Abad Faciolince, querido amigo y mentor de esta aventura, y de tantas otras, me recibió en su finca. Una foto lo muestra con un delantal de cocinero amasando unas pizzas. Helí Ramírez posa sentado en medio de una calle del barrio Castilla, Patricia Nieto en el Cementerio Museo San Pedro.

A Darío Ruiz Gómez lo fotografié en el tanguero Salón Málaga. Con el director de cine Víctor Gaviria regresamos a los escenarios de su película La vendedora de rosas. Alonso Salazar me abrió las puertas de Aranjuez. A Pascual Gaviria lo retraté una noche de luna llena en el Cementerio de San Lorenzo, al salir vi un pequeño circo con lamparitas de colores y mucha tristeza; en la entrada un cartel sentenciaba: ‘Cerrado por falta de público’. Buen título para una novela, pensé.

Fueron 34 inolvidables encuentros, 34 invitaciones a la lectura y a la amistad, 34 maneras de hacerme sentir que Medellín era mía también.

Regresé a la ciudad en septiembre de ese año para exponer esos retratos. La muestra fue montada en grandes paneles a lo largo de la Fiesta del Libro que nos recuerda que en Medellín literatura rima con fiesta, y que esa celebración, el fomento de la lectura y las bibliotecas populares, son el mejor camino para llegar al gran tesoro de la vida que es la literatura.

*Fotógrafo.