La industria de la moda presenta una oportunidad para que los excombatientes se reintegren a la sociedad. | Foto: Guillermo Torres

Salvaguardar el alma

La moda, una oportunidad para el posconflicto

Hoy, esta industria puede convertirse en un recurso para mujeres y hombres que quieran pasar de la vida de las armas a la de las agujas y las máquinas de coser.

Angélica M. Gallón Salazar*
22 de julio de 2017

El país se desgarraba por dentro. En las imágenes que circulaban por el mundo sobre Colombia la única ropa que se veía era la que habían dejado, deshecha, las víctimas como vestigio de su existencia. Sin embargo, en el interior, aún cuando la política y la guerra empantanaban la realidad, una industria pujante de textileros y diseñadores crearon las bases para que, fuera de todo pronóstico, Colombia se convirtiera en un verdadero referente de moda en la región.

El hecho de que por las pasarelas de Colombiamoda hubieran desfilado Óscar de la Renta, Badgley Mischka y Carolina Herrera cuando el país estaba vetado en los catálogos turísticos era un signo de que la moda en Colombia tenía un propósito ulterior: era una manera de resistir. Era como si tejiendo pudiéramos salvaguardar algo del alma de ese país que se desangraba.

Gracias a ese impulso la moda nacional además fue encontrando un lenguaje muy particular, porque bebió de los elementos locales, conversó con sus indígenas y sus artesanos, defendió las manos de las costureras y consiguió con eso que Milán y Madrid celebraran a nuestros diseñadores cuando esa parecía una pretensión lejana para cualquier latinoamericano.

Colombia vive por estos días un momento fundamental en su historia. Con los acuerdos de paz y la entrega de las armas, el país ha firmado la posibilidad de un nuevo comienzo. Y así como los diseñadores, las marcas, los textileros, las instituciones resistieron en las épocas violentas y desempeñaron un papel fundamental para mantener vivas las pulsiones creativas, este se convierte de nuevo en un momento emblemático para que la moda despliegue todo su poder y cumpla un rol fundamental en los procesos de reinserción y reconciliación.

La industria de la moda puede convertirse en uno de los receptáculos privilegiados de mujeres y hombres que quieran hacer la transición de la vida de las armas a la vida de las agujas y las máquinas de coser. La moda necesita mano de obra, bordadoras, cortadoras, patronistas, costureras, operarios.

Recuerdo hace unos años, cuando era editora de la revista Fucsia, que la diseñadora María Elena Villamil me hablaba de la falta de costureras especializadas que le ayudaran a cubrir su alta demanda. Pues bueno, muchas de esas mujeres que levantaron fusiles y aprendieron a coser antes de aventurarse al monte con un poco de compromiso y apertura de parte de la industria pueden entrenarse para ser útiles para esta nueva y vibrante generación de diseñadores y así ayudar a que Colombia siga en esa carrera imparable de conquistar las grandes tiendas de Nueva York y París.

De hecho, la moda ya lo viene haciendo con iniciativas como ‘Paloma & Agostura’, una marca de camisetas en cuyo taller conviven mujeres exparamilitares que han logrado crear una nueva base para su sustento. También diseñadores como María Luisa Ortiz y Juan Pablo Socarrás, que han abierto sus talleres y sus marcas para que los excombatientes encuentren una nueva manera de tejer su destino.

Porque sí, aunque a muchos les parezca que la moda no es más que un conjunto de artilugios, ella ha desempeñado un rol fundamental en la construcción de país y espero de corazón que lo siga haciendo.

*Editora de moda de Univision News.