Las nuevas tendencias hablan de lograr una moda más amable con el medioambiente y más justa en su producción. | Foto: 123RF

Industria nacional

Moda, no solo más masiva sino justa

Tener un estilo propio es la mejor manera de que la moda sea democrática. El reto ahora es que sea sostenible y su producción, justa.

Pilar Luna*
22 de julio de 2017

La palabra ‘democratizar’ ha estado ligada a la moda desde la década del noventa cuando las tiendas de consumo masivo salieron a la caza de las tendencias que los grandes diseñadores proponían sobre la pasarela y lograban tenerlas en el mercado aun antes que las propias colecciones que las inspiraban. Aunque las tendencias siempre fueron dictadas más por el inicio de la cadena, donde se hablaba de colores y estampados (no tanto de siluetas), solo cuando estas telas llegaban a las manos de los grandes creadores se lograba entender la magia de un diseño que podría convertirse en un fenómeno de moda que todos quisieran usar.

Pero esto cambió con los llamados ‘cazadores de tendencias’ que se ubican estratégicamente en los desfiles más importantes del mundo de la moda en las diferentes ciudades: París, Milán, Nueva York, Londres y Tokio. Tienen un ojo perfectamente entrenado para saber qué, de todo lo visto en los diferentes desfiles, puede convertirse en una tendencia importante; entonces tomarán esa idea y la traducirán en ropa más económica, que estará en el mercado al tiempo que sale la colección original.

Desde que estos cazadores aparecieron en escena, se empezó a hablar del derecho que tiene cada consumidor a estar a la moda con poca plata y sabiendo que será algo muy pasajero, que en poco tiempo perderá vigencia. El consumo, entonces, debía ser pensado para que no fuera necesario invertir mucho en una prenda de moda porque se va a desechar unos meses después.

Los grandes almacenes de ropa y las grandes superficies entendieron que no tenían por qué ser los últimos en la cadena de valor del sistema, porque finalmente estar a la moda es poder contar con lo que se está usando en el momento y no tiempo después, como una especie de derecho adquirido. La paradoja es que una de las condiciones más destacadas de la moda para ser moda es la cualidad que tiene de ser diferente, única y original, pero, al masificarse y democratizarse, pierde su esfuerzo por ser fiel a esa promesa de venta con la que se promociona.

De esta manera, democratizar la moda tiene que ver con hacerla mucho más asequible a un cliente con menos poder adquisitivo, pero con el mismo deseo de tener un ropero actual y acorde con las tendencias; aunque en términos puristas ese es el punto donde la moda deja de serlo, para convertirse en un uniforme que ya no tiene sorpresa y mucho menos exclusividad, otro de los mandamientos del ‘estar a la moda’.

Ropa de segunda

Todo este movimiento de ‘democratización’ se ha sumado a otros problemas muy graves que hacen parte del sistema moda, como, por ejemplo, el hecho de no ser sostenible (esa ropa que se desecha en pocos meses, ¿a dónde va a parar?) o de no ser una moda ética (por producir esas enormes cantidades en tan poco tiempo, ¿cómo son las condiciones de los trabajadores en los países donde se fabrican esas prendas?). Una de las alternativas para sentirse en paz con el tema de la moda es entender que lo importante es tener un estilo propio, que se base no solo en comprar ciertas prendas clave sino también en reciclar, buscar en tiendas de ropa usada y con poca plata y mucha imaginación, encontrar el camino adecuado para que la moda sea realmente democrática.

Pero aquí hay que diferenciar entre lo vintage, palabra que viene del mundo de los vinos donde los más apetecidos son las cosechas importantes y que, por lo general, tienen varios años de añejamiento; lo retro (tendencia inspirada en alguna época dorada de la moda) y la ropa de segunda mano (la que se recicla).

Si se quiere usar ropa vintage también hay que tener algo de dinero –existen verdaderas joyas de colección que valen por quien las firma, el estado en que se encuentren y la época en que se elaboraron–, pero se puede recurrir a las tiendas de segunda donde se consigue de todo. Es más importante, entonces, saber qué se puede rescatar de la ropa, contar con alguien experto en hacer arreglos y tener el ojo agudo para intervenir ciertas prendas que con algunas modificaciones pueden resultar muy atractivas para usarse de una manera original y con un estilo realmente único.

La moda, entonces, no hay que seguirla sino imponerla, para que cumpla uno de sus preceptos: la originalidad. Si se encuentra un estilo propio y se enfoca toda la artillería por encontrar ese tipo de prendas, seguramente se estará en la onda de la moda democrática.

*Curadora de Moda del Bogotá Fashion Week.