Miroslava Herrera y Tatiana Ríos, de la agrupación Afrodisiaco. | Foto: Luis Ángel

MÚSICA

Afrodisiaco, la agrupación panameña que cruza fronteras

Después de lanzar su primer disco y ganar la competencia folclórica de Viña del Mar, la banda Afrodisiaco está lista para sonar en el resto del mundo.

1 de enero de 2018

Desde que el hombre africano es esclavizado, su corazón anhela ser libre. El tambor es un vehículo para esa lucha y proviene de la resistencia”. Ahí está el origen de Afrodisiaco y así lo describe Miroslava Herrera, una de sus fundadoras: “Es un proyecto de tambores afropanameños” que indaga en lo profundo del folclor de Panamá para devolverles la vida a canciones y sonidos olvidados.

Miroslava conoció a Tatiana Ríos cuando eran niñas. Como algunas de las mejores amistades, la suya nació en la calle donde vivían. Ambas acariciaron la música mientras crecían, pero solo “mil años después”, en 2014, decidieron hacerlo juntas.

Ya tenían el concepto de los tambores y las canciones tradicionales, pero no sabían cómo ejecutarlo. No se trataba, como explica Tatiana, de hacer rock y meterle “un tamborcito por ahí”. Todo lo contrario: “El ejercicio musical era acercar ese tambor tradicional, a través de ritmos actuales, a lo que está pasando hoy día”.

Volvieron a las raíces. Tatiana y Miroslava se embarcaron en ‘afroexpediciones’ por todo Panamá, en busca de comunidades donde aún estuvieran vivas esas tradiciones que anhelaban. Visitaron el Darién, la frontera con Colombia, y Santa María, un distrito ubicado en la parte central del país. También fueron a Nombre de Dios, en el Atlántico; uno de los primeros asentamientos europeos en América y bastión de la cultura Congo en tierras panameñas.

Encontraron artesanos fabricantes de tambores y ‘cantalantes’ que entonaron sus versos para ellas, con música de fiesta y de carnaval “con la que todo el mundo baila y se atreve a tocar el tambor; tiene un mensaje de comunidad, diversidad y osadía, porque para los esclavos era ser libre o morir”.

En Nombre de Dios estuvieron en época de carnaval. Allá, la música se ritualiza y trasciende lo folclórico para recordar el tiempo de asueto: los días de descanso de los esclavos, cuando se pintaban y disfrazaban para burlarse del hombre blanco. De esas fiestas tomaron buena parte del vestuario que usan en sus presentaciones. Vestidos negros o rojos para los diablos, y polleras de retazos para las esclavas mestizas.

Su primera canción se inspira en un verso de Demetrio Korsi que dice que Panamá “es encrucijada, puente, puerto y puerta” y en La dama boba, una obra escrita en el siglo XV, donde Lope de Vega describe un hombre que “viene de Panamá” y lleva “cadenita de oro al cuello”. Entre risas, Miroslava cuenta que pensó: “¡Pero si ese es el que anda caminando por la calle! ¿Tiene 500 años de andar por ahí?”.

Escribieron los versos iniciales de esa primera canción, Viene de Panamá, en una servilleta, y grabaron por primera vez lo que sería su melodía en una nota de voz de WhatsApp. Pensaron que la tenían y que esa era, y la mandaron al festival de Viña del Mar en 2015. Pero la canción quedó atorada en la aduana de Chile y no clasificaron.

“Después de aquella tragedia” se tomaron el tiempo para mejorar la canción y la mandaron para la edición de 2016. “Ya eso se nos había salido de la cabeza”, cuenta Tatiana, cuando recuerda a Miroslava gritando por teléfono: “¡Vamos pa’ Viña!”.

Se fueron con tres de los seis músicos de la banda: el de la mejorana (la guitarra panameña) y los dos tambores. Allá se encontraron con ganadores de Grammys y con concursantes que les regalaban sus discos. Ellos solo tenían su canción y se estaban lanzando a una producción “ultrapro” de la que salieron triunfantes.

Ese año, el evento se volvió a transmitir en Panamá solo porque Afrodisiaco concursaba, y para Tatiana, haber ganado hizo que “la gente pusiera la oreja ahí y se preguntara qué estábamos haciendo”. De vuelta en Panamá, “con el pie y la mitad del cuerpo dentro”, la Autoridad del Canal de Panamá los invitó a componer un tema para cantarlo durante la inauguración del tercer juego de esclusas. Se llama Agua del canal y está en su disco Viene de Panamá, que lanzaron el 26 de octubre de este año.

Miroslava y Tatiana buscan dónde “festivalear” en 2018. Poco a poco, su música está logrando que Panamá suene en el mundo y que ritmos perdidos se escuchen de nuevo, pero su mensaje es mucho más simple: “El solo hecho de que un tambor suene, despierta algo en la gente. Cuando suena un tambor, suena el corazón”.