La participación actual de América Latina (sin incluir a México) en el comercio global es del 2,9 por ciento. | Foto: Héctor Rico

INDUSTRIA

Un año prometedor

El comercio es el principal bastión para jalonar el crecimiento, así lo demuestra Sergio Díazgranados, director ejecutivo del BID por Colombia y Ecuador.

Sergio Díaz-Granados*
9 de noviembre de 2017

En el mes de octubre se llevó a cabo una nueva versión de las reuniones anuales del Banco Mundial y del Fondo Monetario. Los temas que resaltaron fueron: el impacto de las nuevas tecnologías en el empleo, big data, comercio exterior y su relación con el crecimiento, los choques del clima en la actividad económica, el futuro de las cosechas agrícolas y el crecimiento incluyente, entre otros.

En un panorama donde la recuperación se consolida, y se hace más global, con crecimientos por debajo de niveles anteriores pero mejores que los que vimos en 2016, con estabilización de las inflaciones en la mayoría de las economías grandes y medianas, se está abriendo poco a poco la puerta para que las políticas monetarias encuentren un cauce de normalidad.

Si nos acercamos más a nuestra región nos daremos cuenta, que hay un respiro adicional gracias a una recuperación en los precios de las principales canastas de materias primas de exportación (energéticos, agrícolas, metales y minerales entre otros), lo cual coincide con el incremento en el financiamiento externo.

Todos estos antecedentes nos permiten afirmar que el crecimiento económico regresa a América Latina. En 2016 siete países de la región estaban en recesión, pero para 2017 solo tres de ellos seguirán así. No obstante la región está creciendo por debajo del crecimiento medio de los últimos 20 años.

Por ello la pregunta ampliamente debatida en la reunión de ministros de Hacienda fue cómo aprovechar estos vientos de recuperación del crecimiento para llevarlo a los niveles que disfrutamos anteriormente, esenciales para la reducción de la pobreza y la ampliación de los hogares de clase media.

La primera consideración es que salimos de la crisis pero que la región está debilitada. Para 2017 tendremos menores tasas de inversión y de ahorro que las registradas entre 2009 y 2016, se ha logrado un aumento en los ingresos a un gran costo pero los niveles de gasto tienen una estructura y comportamiento que han hecho difícil su ajuste.

La segunda consideración, y en la que el BID ha contribuido a la discusión, es sobre la importancia de acelerar reformas que apalanquen un mayor crecimiento. Estamos ante una oportunidad para fortalecer las instituciones, mejorar la regulación en los mercados, para que se controlen incentivos que desordenan la economía y especialmente se revise el estado del comercio y su aporte al desarrollo.

Es impensable pensar en altas tasas de crecimiento en tanto no se resuelva el problema de la productividad. Mientras países de ingresos medios en América Latina alcanzaron un incremento del 2 por ciento en los últimos veinte años, los países de Asia emergente consiguieron incrementos de más del 6 por ciento.

Las reformas prioritarias que se deben acometer para mejorar la productividad en nuestras economías son las asociadas al comercio. Para muchos el espacio de reformas relacionadas con este asunto pareciera estar agotado, pero la realidad nos demuestra lo contrario.

El comercio ha sido sin duda un importante jalonador del crecimiento en América Latina, no obstante, la participación global de la región, medida en precios constantes, es baja y heterogénea. Si se excluye a México de las estadísticas lo que queda a flote es que la participación de los países latinoamericanos a nivel del comercio global ha pasado de 4.0 por ciento a 2,9 por ciento (reducción del 27 por ciento).

El caso es mas dramático en la dimensión del comercio intrarregional que no está creciendo y alcanza niveles en algunas subregiones de América Latina por debajo del 20 por ciento, comparados con el 36 por ciento y el 61 por ciento que registran Asia y la Union Europea respectivamente.

Para volver a crecer va a ser necesario acometer reformas y en el caso del comercio exterior, que puede y debe ser fuente de crecimiento, se requerirá tanto audacia como voluntad política para que haya niveles superiores de inversión y comercio en bienes y servicios.

Las tareas urgentes pasan por una agenda de convergencia de la red de acuerdos existentes entre países, el acercamiento de los bloques comerciales (Mercosur y Alianza del Pacífico), garantizar la acumulación extendida de las reglas de origen y una mejora en los temas de logística y facilitación comercial, entre otros.

Estas reuniones tuvieron, además, una reflexión sobre los inmensos retos que enfrentarán los gobiernos y las empresas al cerrar la segunda década del siglo XXI y que están mayormente asociadas a la robotización, la inteligencia artificial, el Big Data y otras disrupciones tecnológicas que ya empezaron a incursionar en nuestra vida diaria.

*Director ejecutivo del BID por Colombia y Ecuador.

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