Julio Grau, piloto práctico, en el Puerto de Cartagena. | Foto: Emmanuel G. Kremer

CRÓNICA

Un piloto que nunca toca el timón

Así trabaja Julio Grau, uno de los pilotos prácticos más experimentados de la bahía, quien debe guiar por rutas seguras a las naves que llegan o zarpan.

Julio Grau*
9 de noviembre de 2017

El oficio de piloto práctico es el menos conocido de todos; cuando decía que era "piloto", me preguntaban que de cuál aerolínea o qué clase de avión volaba. El enredo era mayor si decía que era "práctico", la gente solía esperar una explicación que aclarara esa confesión. Este es un oficio muy antiguo que se menciona desde la edad media en leyes, reglamentos y acuerdos comerciales entre países. En Wikipedia encontré que hay noticias de la existencia de los prácticos durante el Imperio Romano.

En todos los puertos es obligatorio navegar con un práctico a bordo, para toda nave que exceda un determinado tonelaje de registro. En Colombia se debe hacer desde 2.000 toneladas de registro bruto (TRB). El practicaje es un servicio público prestado por empresas privadas en la mayoría de los puertos. En algunos países los pilotos prácticos son funcionarios del Estado y así fue aquí hasta hace poco.

Por tradición y durante décadas, quizás desde la Colonia, todos los prácticos eran de Bocachica, una población ubicada a la entrada de la bahía, y el puesto se heredaba: los padres se lo enseñaban a sus hijos. Pero, entre 1960 y 1970, la Dirección General Marítima, Dimar, empezó a reglamentar la actividad. Por medio del decreto 2349 se establecieron los requisitos para obtener la licencia para este oficio. Los prácticos con licencia existente, excelentes maniobristas, continuaron trabajando hasta jubilarse.

El decreto anterior dio paso a la Ley 658 del 2001, que hoy regula la actividad. De tal forma que los prácticos se clasifican en tres categorías: segunda, habilitados para maniobrar buques hasta de 10.000 TRB; primera, hasta 50.000 TRB; y maestro, sin límite de tonelaje. Quien quiera iniciar la carrera, debe haber primero navegado en buques de guerra o mercantes durante un tiempo establecido.

Años atrás, la bahía casi no tenía señalización; el canal de acceso contaba con tan solo cinco boyas. Tres de un costado y dos del otro. Para navegar los prácticos usábamos referencias como edificaciones o la forma de los cerros; de noche, luces en tierra y cualquier otra particularidad guardada en la memoria del piloto. Ahora tenemos boyas que según el color, indican por cuál costado deben dejarse y de noche emiten destellos del tono correspondiente.

La colocación de las boyas, los faros y su mantenimiento son responsabilidad del Centro de Investigaciones Oceanográficas e Hidrográficas (CIOH), dependiente de la Armada. No obstante, el práctico es necesario para navegar con seguridad por los estrechos canales de las aguas interiores; él sabe con certeza de las corrientes y los vientos que se presentan en la zona, de cuándo se debe accionar el timón para hacer un viraje sin salirse del canal o cuándo bajar la velocidad al acercarse al muelle. El práctico nunca toma el timón, de viva voz da las órdenes al timonel y al oficial que controla la máquina. Su puesto es todo el puente de mando y deambula buscando la mejor colocación para ver desde el buque, la proa, la popa, los costados, según las circunstancias y los puntos exteriores de interés.

Su labor empieza una o más millas mar afuera, donde embarca en el buque por medio de una escalera de cuerdas y peldaños de madera (escala de gato) que le arrojan desde la cubierta por sotavento para amainar el oleaje que zarandea la lancha que lo lleva. En su primer contacto radial con el buque le indica el rumbo y la velocidad de abordaje. Aquí el piloto arriesga su vida, ya que las caídas pueden ser mortales. Continúa con el atraque o fondeo de la nave que llega y culmina con la sacada del puerto de las naves que zarpen.

Dentro de la bahía, vía radio, coordina con el control de tráfico y con otros pilotos cómo proceder para sortear encuentros cercanos entre naves; al entrar informa al capitán en cuál muelle atracará, los remolcadores que asistirán y demás particularidades que tenga la maniobra. Al salir coordina su desembarque, el costado donde poner la escala e informa al capitán del tráfico esperado. Cualquier error de navegación costaría mucho dinero, quizás vidas. Es por eso que el oficio del práctico es imprescindible y no ha sido remplazado por la tecnología.

Hoy en Cartagena son 43 prácticos trabajando 24 horas, los 365 días del año. En la bahía hay 32 muelles para buques grandes. El calado máximo permitido en Bocachica es de 17,5 metros y han llegado buques hasta de 333 metros de eslora. El promedio mensual de maniobras era de 777 hasta el pasado mes de julio.

*Piloto de la Dimar.

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