El territorio donde hoy queda el Parque Ecoturístico Arví fue de gran importancia para los indígenas que habitaban y comercializaban entre los valles de Aburrá y San Nicolás. Foto: Archivo particular

HISTORIA

El dorado antioqueño

Hace varios siglos el conquistador Jorge Robledo llegó al territorio que hoy ocupa el Parque Arví con la esperanza de encontrar oro. Jamás entendió que la riqueza del lugar estaba en su naturaleza.

27 de octubre de 2017

A los múltiples atractivos turísticos de Medellín se suma una de las apuestas de mayor envergadura en la región: el Parque Ecoturístico Arví, que tomó su nombre del legendario territorio que los exploradores españoles buscaban al oriente del Valle de Aburrá. Este espacio natural comprende una extensa zona campestre ubicada en el altiplano nororiental del municipio, en el corregimiento de Santa Elena.

Además de ser un atractivo turístico, el parque alivia en cierta medida los graves problemas de contaminación y el déficit de espacios verdes que afecta a los habitantes del Valle de Aburrá. Las autoridades eligieron la zona de Piedras Blancas y otras veredas del norte de Santa Elena para crear este parque ecoturístico de carácter regional por ser un área de especial interés ambiental, cultural y arqueológico. El territorio que hoy corresponde al Arví fue un importante lugar de paso para los indígenas que habitaban y comerciaban entre los valles de Aburrá y San Nicolás, en el Oriente antioqueño.

Los conquistadores españoles se asentaron en esta región por su potencial minero, lo que determinaría la aparición de poblados que más tarde se convertirían en Medellín, Guarne y Rionegro, entre otros. Después del auge de la minería, la economía viró hacia la agricultura y la explotación de carbón vegetal, que le daría combustible a la creciente Villa de Aná, la antigua capital antioqueña. Los ancestros de los silleteros de Santa Elena, que usaban los mismos caminos que los indígenas habían excavado siglos atrás, cargaban entonces carbón y no flores hacia los primeros barrios de la ciudad.

A principios del siglo XX las autoridades municipales de la ya establecida Medellín reconocieron la importancia del territorio y empezaron a comprar las tierras cercanas a la cuenca de la quebrada Piedras Blancas, que abastecía de agua a los barrios de la ladera oriental de la ciudad y que luego serviría, represada, para obtener energía eléctrica. Y reforestaron parte de esta zona, que había soportado la presión ambiental de la minería, con bosques maderables de pino ciprés que aún hoy cubren gran parte del Parque Arví.

Ecoparque regional

La idea de crear un parque ecológico regional se consolidó en los albores del nuevo siglo y, finalmente, en 2007 nació la Corporación Parque Arví, que reúne los esfuerzos de entidades como las alcaldías de Medellín y Guarne, EPM y otras nueve organizaciones públicas y privadas entre las que se destacan el Área Metropolitana, Corantioquia, la Universidad Eafit y la Escuela de Ingenieros de Antioquia.

Con la llegada del Arví se han presentado tensiones con las comunidades campesinas que habitan el territorio desde tiempo atrás. El gran flujo turístico, aunque presenta oportunidades económicas, no siempre es bienvenido porque incrementa los problemas de basuras e inseguridad; además, fija límites para caminos que antes eran de circulación libre, y acentúa la especulación de la tierra, un fenómeno creciente en Santa Elena y otras zonas rurales que rodean a Medellín.

Un grupo de caminantes observa el Valle de Aburrá desde el mirador del Sendero Ancestral del Parque Arví. Este recorrido pasa por el Camino de la Cuesta, la laguna de Guarne y otros atractivos de interés patrimonial del norte de Santa Elena. Foto: Agustín Patiño.

Sin embargo, muchos habitantes del corregimiento han logrado beneficiarse de algunas de las iniciativas del parque, como por ejemplo los Mercados Arví, en los que los visitantes pueden encontrar productos agrícolas, gastronómicos y artesanales de la región. También hay visitas guiadas a las casas silleteras, donde se puede apreciar una tradición campesina declarada por el Ministerio de Cultura, Patrimonio Cultural Inmaterial del país.

Los visitantes del Parque Arví pueden apuntarse a diversos planes asociados al ecoturismo. En algunas rutas se practica senderismo y equitación. También hay zonas para pícnic, siembra de árboles y avistamiento de aves. Además, ahí se encuentran el Parque Comfama, que tiene una sala de cine 4D y ofrece actividades de aventura; y el Parque Ecológico Piedras Blancas, cuyos principales atractivos son un hotel, un museo entomológico y el alquiler de botes para recorrer el embalse.

Tesoro descubierto

El parque aún enfrenta grandes retos ambientales, más allá de los que señalen las campañas y los informes de gestión, como la recuperación de la flora y fauna silvestres. También tiene desafíos sociales, pues hace falta fortalecer el trabajo conjunto con las comunidades campesinas del corregimiento de Santa Elena. No obstante, su modelo de gestión ofrece un ejemplo sobresaliente de sinergia entre el sector público, la empresa privada y la academia para alcanzar objetivos concretos de conservación ambiental, control urbanístico y generación de recursos a través del turismo. Esto es aún más importante cuando el Valle de Aburrá se consolida como una gran área metropolitana que desborda la capacidad de un puñado de administraciones municipales.

Los exploradores españoles que pisaron por primera vez el Valle de Aburrá hace casi 500 años, liderados por Jorge Robledo, venían buscando el legendario Valle de Arví, ese lugar que conocían los indígenas quimbaya aunque estaba muy lejos de sus tierras. Los hombres liderados por Robledo esperaban hallar un pueblo lleno de riquezas y solo encontraron bohíos vacíos. Pero hoy Arví y las montañas que rodean al Valle de Aburrá, sus aguas, sus árboles y sus animales, conforman un tesoro mucho más valioso que vale la pena conservar y recuperar.