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... Y OLE

SI EL NEORREALISMO ITALIANO FUE EL FENOMENO EUROPEO DE LOS 50, LA NOUVELLE VAGUE FRANCESA EL DE LOS 60 Y EL NUEVO CINE ALEMAN EL DE LOS 70, EN LOS 90 EL TURNO ES PARA EL CIEN ESPAÑOL., 29383

8 de julio de 1996

Directo, urbano, fresco, con un humor más negro que un hormiguero, malhablado, manchado de colores estridentes y habitado por rostros que cada día acarician más el estrellato internacional, el cine español se está eri- giendo en la ventana cinematográfica de Europa en Occidente. Aunque por su juventud _delatada por el tono desabrochado de sus películas, sus actores adolescentes y la edad de sus directores que por lo general no pasan de los 40_ alguien podría pensar en una aparición reciente, basta recordar que, como el de muchos otros países europeos, este año el cine español también está cumpliendo sus primeros 100 años. Sin embargo, a pesar de que el mundo entero alucinó en los 30 con las curvas románticas de Imperio Argentina y en los 50 con los cigarrillos que nunca se apagaban de Sarita Montiel; si las adolescentes de muchos países soñaron con la mirada fija de ese galán duro que era Paco Rabal en los 40, si los cocacolos de los 60 bailaron al son de las baladas azucaradas de Marisol, la niña prodigio, nunca como en la útima década las multitudes internacionales se habían rendido tanto ante una figura como la de Antonio Banderas. Y es que hasta ahora el cine español no se había metido en la médula de Holywood como con este latin lover hispano de pelo largo, brazos musculosos, mirada tierna y acento encantador, que reúne inexplicablemente todo eso al mismo tiempo. Pero este caballo de Troya que ha sido el cine español en los últimos años y que asaltó el centro del imperio norteamericano no se debe sólo a los encantos del nuevo símbolo sexual de Hollywood. Detrás de él hay un fenómeno llamado Pedro Almodóvar, quien para muchos es el verdadero iniciador de esta novísima ola española que tiene a europeos, latinos y gringos por igual sumidos con embeleco en los avatares de historias urbanas tan españolas como universales. Fue él quien le dio la dimensión a ese muchachito que en sus primeras películas, como La ley del deseo, apenas parecía un efebo descarriado que no se había acabado de tomar la sopa. Con su pinta y mentalidad de publicista posmoderno, Pedro Almodóvar insistiría sin agüeros en meterlo en su complejo engranaje de esperpentos contemporáneos. Una máquina tan bien aceitada que con el tiempo fue produciendo sin ningún esfuerzo (al menos aparentemente) películas como Qué he hecho yo para merecer esto y finalmente Mujeres al borde de un ataque de nervios, con la que llegaría a la máxima expresión su provocativa mirada sobre el lado oscuro de la histérica y rumbera Madrid contemporánea. Esta saga de mujeres narizonas, cuarentonas neuróticas, beldades imperfectas y muchachitos andróginos come-chicles, protagonizada por Carmen Maura, Victoria Abril y el mismo Banderas, fue la primera que llegó al parnaso de una Norteamérica aburrida de balas. Pero también contagió con su rumba corrida a los mejores salones europeos, acostumbrados a otras melodías. La cinematografía del Antiguo Continente, la que se inventó aquello del cine de autor, filosófico, estetizante y existencialista, también ha abierto sus puertas a este cine imperfecto, estridente y poético cuando le da la gana, que no se parece a sus padres de la España de la cruz y la espada. El novísimo cine español, aunque relacionado con su tradición por un sistema subterráneo de vasos comunicantes, está a un lado de los juegos surrealistas de Luis Buñuel, de las parodias político-sicoanalistas de un Carlos Saura o de los épicos cantos a la tierra de Víctor Erice. Para los nuevos creadores, como Julio Medem, Alex de la Iglesia, Imanol Uribe y Juanma Bajo Ulloa, entre muchísimos otros, que no tuvieron que soportar en demasía la férrea censura franquista, que nacieron en la ciudad, que son habitantes de la noche y del Internet, el mundo se escribe con otros colores y a otras velocidades. Y esta sensibilidad le ha ganado el favor de un nuevo público que está acudiendo en masa a verse a sí mismo en sus propias pantallas. El año pasado más de 10,5 millones de espectadores españoles asistieron a las salas a ver sus películas, casi 4 millones más que en 1994. Además del público hay otros tres elementos que han influido en esta fórmula arrasadora: el surgimiento de nuevos talentos, un apoyo estatal decidido y la participación de la empresa privada. El papel del Estado en este movimiento es fundamental. Para comenzar una película, el Ministerio de la Cultura le entrega a los jóvenes realizadores subvenciones por 280 millones de pesos, suma que puede aumentar _en reembolso_ si la película supera los 240 millones en taquilla. Así mismo, los productores cuentan con el apoyo de la Unión Europea y disponen de grandes facilidades ofrecidas por la empresa privada. A través del Ministerio de Cultura se gestionan créditos blandos con el Banco Exterior de España. "Es sencillo. Nosotros ganamos en publicidad, en reconocimiento, los directores ganan con su trabajo y el país gana culturalmente", dijo a SEMANA un ejecutivo del Banco Exterior. El Estado dispone además de una partida de 28.000 millones de pesos anuales para la promoción y ayuda a los nuevos guionistas y a los nuevos realizadores. El resultado de esta política no ha podido ser más favorable. En la década de los 80, en España, se rodaba un promedio de 60 películas anuales. En los 90 bajó a 40. Pero en 1995, cuando entró en vigencia la política de apoyo, el estímulo se tradujo en un boom que alcanzó las 70 películas. Sin duda el termómetro que mejor ha medido el alcance de esta nueva edad de oro del cine español es la aceptación internacional. De pensar románticamente, los españoles han pasado a pensar en la industria. La consigna es que no basta con hacer películas, sino que éstas tienen que ser vistas por el mayor público posible. Y lo están logrando, al punto que la más reciente película de Fernando Trueba, Two Much, registró en España 1.200.000 espectadores en taquilla en las primeras dos semanas a partir del estreno. El Ministerio de Cultura sabe del potencial de su cine y está dispuesto a que se vea en todos los rincones del mundo. Este año hay programadas 50 semanas de cine español en todo el planeta y en general es de esperar que con el tiempo la marca impuesta por Almodóvar con Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), a la que acudieron 3'341.927 espectadores, se rompa. De alguna manera el cine español ya ha empezado a levantar otros hitos. Por ejemplo, el de Two Much, el largometraje protagonizado por Antonio Banderas y Melanie Griffith que se constituye en el primer filme hecho con dinero español, realizado en Estados Unidos y hablado en inglés. Los frutos de esta estrategia han colocado a España como el quinto productor de cine europeo después de Francia, Italia, Alemania e Inglaterra, con la ventaja de que actualmente el español es un cine más internacionalizado. "Este panorama no quiere decir que vivimos en el paraíso y que todo lo que aquí se produce es bueno, comenta Antonio Iglesias, subdirector de la revista española Cinemanía. La verdad es que la mayoría de las producciones es muy mala. Pero también es cierto que podemos afirmar con orgullo que tenemos cine". Un lujo que pocos países pueden darse y que en España se está realizando acompañado por un olé que se canta más bien con los tonos del rock y la sicodelia urbana que con el rojo pasado de moda de los toros y los abanicos sevillanos. nuevos realizadores n La estrategia se ha concentrado no sólo en hacer buen cine sino en conseguir espectadores Sonia Osorio en el Colón Ante la avalancha de espectáculos de música foránea, el público colombiano ha recibido con agrado el anuncio de la presentación del Ballet de Colombia, que tendrá lugar en el Teatro Colón, de Bogotá, los días 15, 16 y 17 de junio a las cinco de la tarde. El prestigioso grupo, dirigido por la internacional Sonia Osorio, ha recorrido el mundo proclamando las riquezas del folclor colombiano durante sus 36 años de labores. Ahora, con su presentación en el Colón, la juventud y el público en general tendrán una nueva oportunidad de admirar la belleza de los ritmos nacionales en el estilo de un ballet que ha puesto en alto el nombre de Colombia en el exterior.