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24 semanas

Una comediante embarazada es la protagonista de este drama alemán, que muestra de manera poco imaginativa sus problemas físicos y morales. **

Manuel Kalmanovitz G.
29 de octubre de 2016

Título Original: 24 Wochen

País: Alemania

Año: 2016

Director: Anne Zohra Berrached

Guion: Anne Zohra Berrached y Carl Gerber

Actores: Julia Jentsch y Bjarne Mädel

Duración: 103 min

De no ser por la arquitectura moderna y rectilínea de la casa en la que viven sus protagonistas y de que se comunican entre sí en alemán, esta película podría confundirse fácilmente con una de esas que pasan en una cadena de televisión estadounidense especializada en historias tristes de la vida real.

Tienen su interés si uno quiere ver esas pequeñas tragedias que le pasan a la gente —una ruina económica, un hijo dedicado a las drogas, una hija que deja de bañarse y se dedica a oír música satánica—, pero no son ni de cerca material de grandes emociones.

Este es el segundo largometraje de la directora Anne Zohra Berrached que maneja el drama de la película con la convencionalidad que se merece, a veces arriesgándose a dejar en el aire algun dato importante porque el material es tan conocido que su ausencia a duras penas si se nota.

Por lo demás, las actuaciones son creíbles, la fotografía cumple con su cometido y la emotividad general es fácil, salpicada de griterías esporádicas que demuestran que la situación es enervante para sus protagonistas.

24 semanas —como la programación de esa cadena— retrata con simplicidad los problemas de gente pudiente que, a pesar de tener medios económicos, debe enfrentar las durezas de la vida.

Acá la protagonista es una comediante de stand up llamada Astrid (Julia Jentsch) a quien vemos al comienzo a punto de entrar al escenario. Para echar su primer chiste, se pone de perfil, muestra su barriga de embarazada, y pregunta si notan algo. “Tengo zapatos nuevos”, dice.

Pero que nadie se deje despistar: la película, efectivamente, trata de su embarazo. Si fuera de sus zapatos de pronto sería menos predecible, aunque eso no lo sabremos nunca.

Es una humorista exitosa con una hija de unos 5 años y un novio que la apoya. Sobre su sentido del humor, la película solo muestra un par de sus chistes que tienden más al comentario matón que a la ligereza. El drama reside en su embarazo: un examen médico le permite descubrir que el hijo que espera tiene síndrome de Down.

El personaje de Astrid tiene algo astringente y cortante, una tendencia a sentirse víctima que se subraya a lo largo de la película: al recibir la noticia se enoja porque la doctora, antes de comunicárselo, tuvo la temeridad de estar oyéndole a su asistente una historia de hacer pancakes. Luego, cuando anuncia en una fiesta la condición de su futuro bebé y la niñera de su hija le dice que no quiere atenderlo, vuelve a enojarse, le grita y la llama fascista.

Esta ceguera personal es una constante en la película, pero nunca se trata directamente ni se cuestiona. Incluso Astrid termina 24 semanas sin darse cuenta de que, además de un embarazo complicado, sufre de un egocentrismo abrumador.

Sin el deseo de penetrar en la mente de su protagonista, la película sigue el esquema básico televisivo: citas con médicos, peleas con cónyuges y familiares, dudas morales y griterías, hasta desembocar en un desenlace que se veía venir desde el principio. n

CARTELERA

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