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70 años de 'blues' blanco

Circulan los últimos discos de John Mayall, el primer británico que se atrevió a tocar un 'blues' en la fría Inglaterra.

Juan Carlos Garay
28 de marzo de 2004

Es claro que John Mayall no ha leído a Shakespeare. Al menos no esa genial descripción de las siete edades del hombre que aparece en Como gustéis y que describe los 70 años como la escena de "la segunda infancia y el olvido; sin dientes, sin vista, sin gusto, sin nada". Nada de eso: Mayall, el llamado "padre del 'blues' blanco", acaba de cumplir 70 y sabemos que los celebró con un concierto al aire libre en Liverpool, tocando guitarra eléctrica, piano y armónica.

Es la manifestación más reciente de un impulso que no ha frenado desde 1964. En ese entonces Inglaterra contaba con numerosos coleccionistas de discos de blues, pero ningún intérprete. John Mayall fue el primer británico que llevó el amor por esta música a un plano físico. Cuenta la leyenda que descubrió entre los tesoros de su padre algunos viejos discos del cantante de blues Leadbelly, aprendió por su cuenta a tocar la guitarra y al cumplir 30 años ya tenía su propia banda, a la que llamó The Bluesbreakers.

Hoy, cuando uno sigue leyendo el nombre de los Bluesbreakers en carátulas muy recientes, puede preguntarse si se trata acaso del grupo más longevo de la historia del blues. La respuesta es ambigua: en realidad es el nombre el que se mantiene, pero cada dos o tres álbumes los músicos cambian. Excepto Mayall, por supuesto, que actúa como un líder arbitrario pero lúcido y va decidiendo quién llega y quién sale de acuerdo con el sonido que ande buscando.

Ahora han comenzado a circular en nuestro país los últimos discos de John Mayall. Es una oportunidad de lujo para escuchar hasta dónde ha llegado ese experimento que alguna vez Eric Clapton definió como "una escuela más que una banda". El veredicto es muy grato: la energía continúa fluyendo, sin duda por ese talento que tiene el padre del blues blanco para reinventarse a cada rato. No es la energía irrefrenable que lo llevó, por ejemplo, a grabar en 1968 la canción más larga de la historia del blues (¡23 minutos!), sino una fuerza medida que hace de cada pieza una historia concisa, con suficiente drama y nervio.

El primero de esos álbumes se llama Padlock on the blues y cuenta con la presencia del legendario guitarrista John Lee Hooker. Luego viene el álbum Along for the ride, posiblemente el disco con más nombres en una carátula: John Mayall decidió invitar a 20 músicos y las canciones suenan como una auténtica fiesta de amigos.

Finalmente tenemos un disco llamado Stories. Es el álbum de los 70 años, pero no hay asomos nostálgicos ni tristeza shakesperiana. En 1997 Mayall había declarado: "No me gusta el concepto de nostalgia, porque implica que uno está viviendo más en el pasado que en el presente", pero aceptaba a la vez que suele ser autobiográfico en sus temas. Por eso el oyente se encuentra con letras que abarcan una mirada amplísima, desde un homenaje a su ídolo de infancia Leadbelly (toca la misma guitarra de 12 cuerdas que él tocaba) hasta una voz de aliento a los jóvenes que actualmente se dedican al blues.

El instante cumbre es una especie de testamento a ritmo lento que aparece al final del disco. Una vida no puede resumirse en una canción de ocho minutos, pero cada estrofa está entonada con la sabiduría de los años. John Mayall se despide, por ahora, cantando: "Mi vida ha sido un viaje y aun si pudiera no le cambiaría nada. En las neblinas del tiempo todavía resuenan los gratos recuerdos".