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¿Acallar la opinión?

Esta obra es un gran reportaje sobre el proceso de la familia Araújo contra Alfredo Molano que puso sobre el tapete los alcances de la libertad de opinión.

Luis Fernando Afanador
8 de enero de 2011

María Teresa Herrán
Taller de Edición, 2010
168 páginas
Libertad de opinión: absuelta


En un artículo publicado en El Espectador en 2007, el sociólogo y escritor Alfredo Molano reflexionaba sobre el poder de las élites de la costa caribe colombiana, un poder casi feudal, cerrado y endogámico, que se sustenta en el control de las tierras, de los principales negocios lícitos -e ilícitos- y en un férreo dominio político: "Las campañas electorales de estos prohombres son -hoy todavía- un espectáculo deprimente: suben sus delegados en camión a la Sierra, digamos a Atanques, y llevan a los indígenas enchirrinchados a donde necesitan inclinar a su favor la votación".

El título del artículo era Araujos et ál. Vale decir, Araújos y "otros", según traduce la expresión latina. Pues bien, algunos jóvenes de la familia Araújo consideraron que el escrito de Molano, atentaba contra su honra, intimidad y buen nombre y decidieron demandarlo por injuria y calumnia. Un largo proceso que terminó absolviéndolo. Y que, mientras duró, puso en grave peligro no solo a Molano, sino a la libertad de opinión. Un caso judicial que, como se observa, no era cualquier caso. Por eso, la periodista María Teresa Herrán decidió hacerle un minucioso reportaje y escribir este libro. Muy útil y educativo para los estudiantes de periodismo y derecho -será un referente académico-, pero también interesante para cualquier lector por la forma amena y clara en que se cuentan los hechos.

El proceso duró tres años, y si bien se salvó la libertad de opinión, la sentencia, de corte legalista, no profundizó lo suficiente, como se esperaba, en los alcances de la libertad de opinión frente al poder de los clanes. El juez concluyó que la reflexión de Molano era de carácter general y no particular: "La columna 'Araújos et ál', es un escrito narrativo sin que exista en el autor ánimo de calumniar e injuriar". Pero esto es obvio para cualquiera que lea el artículo con una mínima comprensión de lectura. Para llegar a eso ¿era necesario el proceso? ¿No debió ser desestimado por el juez desde el comienzo evitando así un innecesario desgaste del aparato judicial? En opinión de María Teresa Herrán, se desaprovecharon los valiosos aportes de los testigos Carlos Gaviria, Juan Manuel Roca, Alberto Salcedo y Ramiro Bejarano. Este último, dijo: "Veo que la sentencia tiene la misma percepción de lo que fue mi participación como testigo en eso. Porque dice que mi testimonio no aporta mucho… Pues como no preguntaron lo que me debían preguntar… Yo hubiera preferido que además de eso hubiera dicho que el tema no daba para una acusación directa sino que se trataba de hechos que estaban en la conciencia colectiva, que hacían parte de la tradición oral y cultural de esa región".

Al relatar en detalle el proceso "kafkiano-costumbrista", como dice Juan Manuel Roca, el libro hace un serio cuestionamiento al sistema penal acusatorio, no porque sea malo en sí mismo, sino porque no ha sido muy bien entendido por los funcionarios judiciales, quienes, además de sus deficiencias técnicas, tienen graves fallas a la hora de interpretar y redactar. La celeridad, uno de los principales objetivos del sistema, no se está cumpliendo.

No obstante que la sentencia no profundizó en los alcances y limitaciones de la libertad de expresión en el contexto de las leyes y la realidad colombiana, María Teresa Herrán lo hace en el capítulo final, quizá con el propósito de abonar los argumentos para futuras demandas y la despenalización de la injuria y la calumnia -la sanción económica sería suficiente-, como lo han hecho otros países.

Por cierto, el día del lanzamiento de libro, se apareció Andrés Molina Araújo, uno de los demandantes. Hubo silencio y tensión. Al final pidió la palabra y dijo que tal vez fue un error haber llegado a los estrados judiciales para demostrar que en su familia hay también personas valiosas y respetables. No los deben estigmatizar. Entre otras, porque no se da el mismo tratamiento a todos los clanes. "No es el mismo para el clan Araújo que para el clan Santos". Bejarano, que estaba presente, lo felicito por su valentía de venir y dar la cara. Buen augurio de tolerancia a la crítica.