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Acuérdate que eres barro...

"Arte de la tierra: Colombia", la exposición de arte precolombino que se inaugurará próximamente en Corferias, demuestra que los indios manejaban un lenguaje plástico de avanzada.

20 de abril de 1992

HAN IDO SURGIENDO DE LA TIERRA, como surgió el hombre alguna vez. Untados de polvo, adornados por el tiempo con pegotes de arcilla, han vuelto a ver la luz después de varios siglos de permanecer en la oscuridad. De nuevo, el hombre blanco ha llegado hasta ellos. La búsqueda de El Dorado aún no termina. Las lanzas y las espadas han dado paso a las picas y a las palas.
Han transcurrido 500 años. El mundo no es el mismo. La máquina de vapor, el avión, los rayos "X", la bombilla eléctrica, el teléfono, los transbordadores espaciales y las luces de neón pretenden hablar del incansable progreso del hombre. Pero ellos, mientras ponen a tono la memoria, y esperan que el Carbono 14 revele su edad, se dan cuenta de que hay algo en el interior del hombre blanco que sigue igual.
Son los objetos precolombinos, que han sabido conservar la sabiduría milenaria de sus creadores entre las capas de barro cocido. Algún día fueron enterrados, con la esperanza de que las nuevas generaciones que habrían de descubrirlos les darían al menos la posibilidad de contarle al mundo que en una época lejana existió una cultura que logró superar las barreras de lo material y se entregó de lleno al desarrollo del espíritu y a la contemplación de la naturaleza.
Pero los objetos se convirtieron pronto en convidados de piedra. Pasaron de las manos del guaquero, a las mesas de mármol del coleccionista de piezas exóticas. Volvieron a ver la luz, pero permanecieron en el silencio al que fueron condenados durante tantos años.
Ahora, cuando la humanidad se dispone a celebrar los 500 años del encuentro de dos mundos que no pudieron convivir sobre el mismo suelo, los objetos precolombinos han decidido romper su voto de silencio. Y lo han hecho en el más universal de los idiomas: el arte.
"Arte de la tierra: Colombia", probablemente la exposición más grande de cerámica precolombina que ha tenido lugar desde los tiempos de la Conquista, será un grito a una sola voz que se escuchará desde comienzos del mes de abril en el recinto de Corferias. Allí estarán, esperando que por fin sean descubiertas como se debe, alrededor de 1.030 piezas originales de las culturas que poblaron el territorio colombiano antes de la llegada de Colón.
Con el apoyo de la Comisión Quinto Centenario, el Fondo de Promoción de la Cultura -adscrito al Banco Popular- se propuso, hace más de un año, organizar una gran exposición de arte precolombino que rompiera con los esquemas de marras. Al fin y al cabo la forma como tradicionalmente se había presentado el legado de los indios no había logrado sorprender a un público que seguía convencido de la inferioridad de las culturas prehispánicas. De manera que, sin la intención de herir susceptibilidades, un grupo encabezado por Alicia Eugenia Silva, directora del Fondo, y los asesores Alvaro Chávez y Lorenzo Fonseca, tomó la decisión de mirar más allá de las directrices de los antropólogos. Fue entonces cuando surgió la idea de trabajar en torno al hecho artístico.
Así, en la medida en que "Arte de la tierra: Colombia" ha quedado plasmado en el pabellón K de Corferias como se hubiera plasmado una gran retrospectiva de Botero, el espectador, por lo tanto, ya no estará enfrentado a un conjunto de piezas que hablan de una cultura precolombina y de una edad determinada, con el rigor de los textos escolares. No tendrá que fingir, a la salida del pabellón, que ha logrado conocer la forma de vida de una tribu a partir de su cerámica. Ni siquiera deberá poner a prueba su memoria, para reproducir con exactitud las zonas geográficas que habitaban los tayronas, los calimas, los quimbayas, los muiscas o los guanes.
Por fin alguien logró entenderlo: eso no es lo importante. ¿De qué sirve, a la larga, guardar en el cerebro un listado de nombres, o una tabla de fechas? Lo importante es que esa profunda sensibilidad de los indios, que quedó plasmada en sus objetos artísticos, le sea transmitida al espectador.
En este sentido, "Arte de la tierra: Colombia" es una fuente inagotable de sorpresas. Y los primeros en sorprenderse han sido los historiadores del arte y los críticos de la plástica. La mayoría de estas vacas sagradas que andan pendientes de descifrar qué artista del pasado ha influido en el estilo de un artista del presente, descubrieron en la muestra de cerámica precolombina que los indios ya manejaban con maestría la abstracción y la figuración, y que incluso algunos habían logrado integrar de manera armónica estas dos tendencias que -en los tiempos modernos- hasta hace poco dejaron de ser consideradas irreconciliables.
El público no encontrará la exposición segmentada por culturas. Un montaje con indudable ambiente místico va revelando la magia del color y de la forma en el arte precolombino, a medida que se recorre el pabellón K. El hombre, el medio ambiente, la fauna, los oficios, los mitos, los dioses y la muerte constituyen la fuente de inspiración de estos artistas. Aunque lo cierto es que los indios lograron darle un relieve artístico a todas sus actividades. De ahí que muchas de las piezas expuestas correspondan a vasijas, copas y otros recipientes que tenían un uso definido, pero que fueron moldeados con gran sensibilidad. En otros objetos es evidente la intención meramente plástica.
Al final del recorrido, después de que el millar de piezas expuestas haya exaltado la sensibilidad de los espectadores, una nueva sorpresa se encargará de confirmar la atemporalidad del arte precolombino. Se trata de la exposición de tres esculturas de gran formato, realizadas por tres grandes maestros de la Plástica Nacional contemporánea: Carlos Rojas, Edgar Negret y Eduardo Ramírez Villamizar. Su conexión con el pasado, o la conexión de los prehispánicos con el presente, demostrará que el arte es uno solo. Demostrará que aunque han pasado 500 años desde el llamado descubrimiento, todavía falta lo más importante por descubrir: la sensibilidad que reposa en el interior de las vasijas de barro.-