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A los 30 años de su muerte se publica la prosa y la poesía completa de Alejandra Pizarnik.

Luis Fernando Afanador
23 de noviembre de 2002

Alejandra Pizarnik
Poesia completa
Prosa completa
Lumen, 2002
470 paginas, 319 paginas

Despúes de 30 años, tenemos dos ediciones completas de la poesía y la prosa de Alejandra Pizarnik. Es decir, ya podemos valorar su obra juiciosa y tranquilamente, sin las deficiencias y las zozobras de agotadas ediciones marginales, y también, qué bueno, sin la aureola de la escritora secreta. Ahí está Alejandra al fin, con todos sus textos, gracias al paciente e impecable trabajo realizado por Ana Becciu.

Sólo faltaría, para elaborar el retrato definitivo, la publicación de sus diarios que estaba prevista para el año entrante y que en el momento ha sido archivado por la salida de Esther Tusquets de la Editorial Lumen y el retiro de Nora Catelli como cabeza del proyecto. Dicho material, sin duda, dará nuevas perspectivas a su obra. No hay que olvidar que Alejandra Pizarnik, como pocos, logró unir su vida y su literatura en una sola. Ojalá el inconveniente se resuelva y no haya que esperar otros 30 años. De cualquier manera, luego de muchos avatares, sus manuscritos se encuentran a salvo en la biblioteca de la Universidad de Princeton.

La obra poética comienza con una curiosidad: la inclusión de La tierra más ajena, su primer libro, excluido sistemáticamente por la propia Pizarnik de las antologías y de su poesía completa. Escrito en 1955, cuando apenas contaba con 19 años, es valioso a pesar de su hermetismo. Puede que no sea tan "sorprendentemente bueno" como afirma César Aira, aunque su tesis acerca de la exclusión resulta seductora: fue suprimido porque no se adaptaba al canon Pizarnik. No hay restricciones léxicas ni temáticas; tampoco personajes autobiográficos. No hay aquella visualidad intensa y controlada que aparecerá en su segundo libro La última inocencia (1956) y que será su característica permanente. Todavía es Flora Pizarnik, no ha nacido todavía Alejandra, su gran invención: "alejandra alejandra/ debajo estoy yo/ alejandra".

Porque su escritura es un proyecto claro de conquistar la brevedad, la calidad y la pureza, el mito de una poeta sin caídas ni debilidades, productora de poemas-joya, sin fisuras. Capaz de sacrificar "la libertad maravillosa" de su primer libro por la exigencia del medio literario y snob en que se movía -y también por una necesidad suya muy profunda- de hacer poemas perfectos que fueran "una cura shamánica a la dificultad de vivir".

Nuevas lecturas que suscita esta edición. Pero a la vez, ratificación de las interpretaciones ya clásicas de Frank Graziano y Guillermo Sucre: el corpus literario de Pizarnik puede ser llamado obra suicida. Obsesionada con la muerte, la va nombrando y anunciando en una especie de ritual que alcanza el fin preconcebido e inevitable. La muerte se enlaza con ese silencio absoluto largamente buscado y que resuelve la imposibilidad de la palabra para decir el mundo. "La muerte ha restituido al silencio su prestigio hechizante". El suicidio funde a la Pizarnik persona y la Pizarnik autora, hechas de relaciones difíciles y "ardientes". El poema, el acto y el silencio, como proponían -y nunca conseguirían- tantos surrealistas. La ceremonia "demasiado pura" que había sido el poema se vuelve una "melodía de los huesos".

Y en las Prosas completas textos -muchos de ellos inéditos- divididos y ordenados cronológicamente en Relatos, Humor, Teatro, Artículos, Ensayos, Prólogos y Reportajes. (La entrevista que le hace Martha Moia ofrece interesantes claves para entenderla). Algunos transgresores como La Bucanera de Pernambuco; paródicos como Los poseídos entre lilas; celebratorios como El hombre del antifaz azul y A tiempo y no. Y, por supuesto, no falta La condesa sangrienta, glosa poética al libro del mismo nombre de Valentine Penrose, pequeña obra maestra del comentario y, a su manera, una suerte de epitafio: al igual que la condesa Bathory ella fue elegida sin apelación para oficiar un mandato misterioso.