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Los años viejos, obra de Pasto, todavía duermen porque no les ha llegado su hora. Abajo, una representación del hombre plástico y sin identidad

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Al sur, al sur

El Salón de Arte Regional del sur del país combinó lo tradicional con lo contemporáneo y mostró la creatividad de una región en la que confluyen la alegría, el dolor, el yagé, la tradición y la creatividad.

10 de noviembre de 2007

Necesitaban una idea. Algo que combinara lo popular y lo contemporáneo y que les permitiera participar en la convocatoria de Arte Regional del Ministerio de Cultura. Algo brillante y diferente. Pero el año corría y los estudiantes de artes visuales de Pasto no hallaban la bendita idea. Pasaron meses, el año se les agotaba, y seguían en blanco. Hasta que de pronto, la cuenta regresiva de los días les dio la luz.

Se trataba de los años viejos que se queman para deshacerse del pasado, y que en Pasto son una tradición tan arraigada como la celebración del Carnaval de Blancos y Negros. Ellos eran lo tradicional. De hecho, los fabricaron con barro sacado de la laguna de La Cocha, los modelaron con yeso, empapelaron con papel maché y pintaron a la usanza del sur del país.

Lo contemporáneo llegó cuando decidieron modificarlos y volverlos arte. Los años viejos están con los ojos cerrados y duermen porque no ha llegado su hora; tienen barba porque envejecen y envejecerán más aun. A final de año se llenarán de papeles con promesas que se quemarán. El muñeco tiene un solo cuerpo con decenas de cabezas, incluye perros que vigilan y gallos que despertarán a los dormidos; pronto abrirán los ojos y después del cambio de año serán bebés año viejo. En fin, una obra cambiante.

Ese trabajo de Juan Carlos Jiménez, Carlos Montenegro y Mauricio Godoy es sólo una de las historias que se esconden en el Salón de Arte Regional del Sur, y que les abre las puertas a los habitantes de las zonas de Colombia para mostrarle su creatividad a un país que casi siempre los ha ignorado. O que simplemente desconoce su potencial.

La suya no es la historia más sorprendente. Un trabajo colectivo que impresiona es un mueble que se abre por todos los costados, elaborado por la fundación Luna Crearte, en el que participaron 60 personas discapacitadas de 3 a 42 años. Los indígenas del valle de Sibundoy, por su parte, hicieron máscaras rituales con chaquiras, a la manera de los mandalas tibetanos; Milton Morales descompuso un cubo y logró hacer una obra blanca en la que critica el desperdicio del agua y en la que se escucha el líquido sin llegar a verlo; Félix Hernández planteó la realidad de la selva destruida en Elementos de fuga. Segundo Huertas osó pintar a los arcángeles tradicionales, pero investidos de elementos como trasbordadores espaciales y aviones, alimentos de la región y colores vivos.
 
Domingo Cuatindioy pintó sus visiones del yagé en huesos de reses. Y Guillermo Garzón narró en un cuadro el dolor de las fosas comunes. Claudia Ortiz, por su lado, denunció los ojos negros de las mujeres maltratadas.

Todos ellos participaron en la convocatoria para hacer visibles los territorios ignorados del sur del país, que tomaba a Nariño, Putumayo, Huila y Tolima. "Nuestras expresiones del arte -dice Jaime Ruiz, curador de la muestra- son distintas, auténticas, y están basadas en la tradición popular y en la forma como se cruzan con lo que nos afecta de la modernidad. A través de esta convocatoria vimos cómo se interpreta el sur a través del arte". Luego de pasar a una junta de evaluadores, un jurado eligió los finalistas y se les acompañó en el proceso.

El XII Salón Regional deArtistas ha recorrido, además del Sur, el Oriente, Centro occidente, Orinoquia, Pacífico, Centro y Caribe del país, y reúne más de 300 expresiones artísticas. Las exhibiciones rotarán hasta marzo de 2008. Mientras se exhiben, los años viejos del colectivo Relles Magos (así lo escriben) envejecerán. Por ahora, están a punto de abrir los ojos, pronto arderán y por fin renacerán para mostrar, simbólicamente, que el arte de las regiones también se renueva.