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ALGO QUE DECIR

A pesar de fallas en la historia, "Con su música a otra parte" tiene escenas extraordinarias.

9 de abril de 1984

Camila Loboguerrero, la directora de "Con su música a otra parte", ha definido su película como la historia de Mirta, "la joven desarraigada, como todos los colombianos que no sabemos lo que tenemos, que lo buscamos por todas partes menos donde está y que solamente se encuentra mirando nuestra realidad". Pero, por fortuna, existen otras historias en la película: la de Olga la grande -madre de Mirta, cantante, que quiere imponerle un destino a su hija-, la del abuelo -también aficionado a la música, pero a otra, más vinculada a lo popular-, la de Omar -el piloto novio de Mirta-, la de Víctor -el joven músico tímido- y, sobre todo, la de Diego -músico, guerrillero- que proclama una teoría sobre el origen popular de la música con la cual impacta a Mirta.
Y digo que por fortuna existen estas otras historias porque si sólo estuviera la de Mirta, si todos los personajes fueran función exclusiva de ella, la película se desmoronaría a pedazos. El conjunto de historias logra, como en una carrera de relevos, que la película tenga un nivel aceptable de interés, pero nunca logra agarrar en firme porque a estas historias les falta fuerza.
Sólo la de Diego logra coger impulso con base en detalles, insinuaciones permanentes (llamadas cautelosas por teléfono, reacciones desproporcionadas a inocentes situaciones de sorpresa, discursos sobre la música en que la utopía toca la frontera con la realidad, lenguaje propio, descomplicado y un amor por Mirta que nunca se define en los términos convencionales del amor) y gracias a una actuación genial de Diego Hoyos. Pero Diego entra tarde en la película, cuando ésta ha hecho esfuerzos sobrehumanos por proponer un conflicto sin lograrlo porque el personaje de Olga se queda a medias a pesar del valor con que lo encarna Judy Henriquez. La historia de Olga deja muy pronto de existir, se limita a catar y a llorar la ausencia de su hija que se ha fugado, a ordenarle a Adán, el otro hijo, que vaya a Bogotá a buscar a Mirta. Y cuando parecía que Adán iba a tener su historia se desdibuja por completo.
En el cine colombiano de los últimos años han primado dos tendencias, las películas que sólo quieren contar una historia y las que buscan ofrecer una temática. Es cuestión de a qué se le da prioridad, porque siempre hay temática y siempre hay una o varias historias. Hasta ahora han llevado la mejor parte las que anteponen el contar la historia, así ésta no nos guste. La preocupación temática ha llevado a un cine sin vida, que mueve a los personajes pero nos los construye. Es el caso de "Con su música a otra parte". Uno comprende las intenciones, pero no las vive. Comprende que son ciertas las ideas que Camila Loboguerrero ha expresado en las entrevistas, existen en la película, existen demasiado, hasta el punto de sobreimponerse a los personajes, por eso se hace difícil al espectador llegar a quererlos o a interesarse en ellos. Con excepción de Diego, de Mirta en los pocos momentos en que de verdad se la siente perdida en medio de todas las influencias que la acribillan (una Mirta a la que le ayuda mucho esa ingenuidad de expresión que le aporta Nelly Moreno), y de otros momentos -todavía más escasos- en que Victor es tímido, no el actor.
Algunos casos para concretar esta idea. Cuando Mirta regresa a la casa nos enteramos, por un diálogo, que Olga está en crisis profesional, algo que no había asomado por ninguna parte, parecería que estuviera en pleno apogeo por lo que habíamos visto hasta ese momento. Nos toma de sorpresa porque el personaje no ha tenido desarrollo, le ha faltado historia que le de coherencia a ese momento y al final: la salida de Olga con maleta y sombrilla. Lo mismo pasa con Adán. De pronto nos enteramos que está casado, que está en conflicto con su esposa por culpa de las órdenes que recibe de Olga. Después de la fuga de Mirta la película nos muestra a Olga que dice "hace quince días que Mirta se fue",y uno piensa ¿cuáles quince días? No nos los ha hecho sentir. Sólo sabemos que ha pasado ese tiempo porque Olga nos lo dice. Casi al final Olga tiene que contarnos que ya van siete meses de ausencia, y lo creemos porque ella lo afirma, no porque los hayamos vivido o hayamos tenido la impresión de que Mirta los haya vivido.
He insistido en los aspectos cuestionables de "Con su música a otra parte", sin ninguna intención de destruirla. Quien la haya visto -ojalá todo el mundo- se habrá dado cuenta de que hay escenas extraordinarias (la comida en el As de Copas con la protesta de Diego por el pollo, el estreno del apartamento de Mirta, la búsqueda en la estación de policía, la llamada por teléfono de la radiodifusora Bacatá, el beso con Víctor en la escalera), esos momentos y la fuerza que adquiere la película en la parte central es lo que deja la certeza de que detrás hay una directora segura, con futuro real. Si es cierto que hasta ahora se ha mostrado más eficaz el cine colombiano que privilegia el contar una anécdota eso no significa que el futuro no sea de los que, como Camila, tienen algo qué decir.