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Alto voltaje sentimental

Un contrabajista de 'jazz' y una cantante flamenca son los artífices de uno de los discos más vendidos en España. La fórmula no es nueva, el sentimiento sí.

Juan Carlos Garay
30 de junio de 2012

La última vez que vi en vivo a Javier Colina estaba triste. Su contrabajo se había roto durante el trayecto desde España. Como pudo le fabricó un tapón con lo que, desde el primer palco del Teatro Libre, parecía ser cinta aislante, y salió digno a hacer su show como integrante del trío de jazz de Chano Domínguez. El contrabajo sonó inspirado, si bien un tanto melancólico: no se sabía quién estaba más molido, si el músico o el instrumento.

Esa circunstancia me hizo seguirle la pista a Colina. Lo volví a encontrar como bajista del proyecto Lágrimas negras de El Cigala, en 2003, y luego en un disco que acá tuvo menos ventas pero que resulta más cálido en muchos sentidos: Live at the Village Vanguard, al lado del pianista Bebo Valdés, en 2007. Hoy todas aquellas escenas parecen haber sido una preparación para esa exploración de los sentimientos que es su nuevo trabajo.

Se llama En la imaginación y lo presenta al frente de su propio trío, compartiendo con la cantante Silvia Pérez Cruz un repertorio de boleros y sones. A primera vista, la fórmula parece familiar: canciones latinoamericanas entonadas con acento flamenco y con un acompañamiento cercano al jazz, que ha sido la receta del éxito de varios discos (incluyendo el ya mencionado Lágrimas negras).

Entonces, ¿esta nueva grabación es más de lo mismo? Solo en la superficie. Como escribe Javier Colina, "Muchas de estas canciones se han interpretado miles de veces de mil maneras, pero es que las queremos tanto que quisiéramos reivindicarlas". De la imaginación depende que una fórmula se vuelva algo más, un lenguaje, una dialéctica. Este disco le hace honor a su título y es un paso importante en esa dirección.

Silvia Pérez Cruz fue integrante del cuarteto femenino de música flamenca Las Migas hasta mediados del año pasado, cuando decidió lanzarse en aventuras solistas, incluyendo estos coqueteos con Javier Colina. En ese momento la revista española Rock De Lux la llamó "la mejor voz femenina actual". Sin delimitaciones. Sin decir que del flamenco, o que de su región. No. Lo dijo con absolutismo y, claro, despertó toda la curiosidad.

No sé con cuánto fervor respaldar esa afirmación, pero la voz le va muy bien al contrabajo de Colina y el contrabajo a esa voz. Y en el proceso de escuchar este repertorio una y otra vez, como el recién enamorado, todo parece ideal. En algunos momentos ella va soltando las palabras como quien le quita los pétalos a una flor, una detrás de otra: "Si las olas del mar te dijeran las veces que he escrito tu nombre en la arena, llorando por ti…". En otros, rescata esa medialengua enternecedora que era tan propia del cantante Bola de Nieve. En una joyita de menos de tres minutos llamada Ella y yo la voz conversa con las cuerdas pulsadas del contrabajo sin que medie ningún otro sonido, y la melancolía que emana de esa interpretación se parece a la que nos hizo sentir Colina en aquel festival de jazz en Bogotá, tocando un instrumento maltrecho.

Pero, sobre todo, los solos de Javier Colina son melodiosos, como si nadie le hubiera advertido que su instrumento solo sirve para acompañar. Con esa fortaleza, su alianza con Silvia ha creado un documento de "altísimo voltaje sentimental", como lo definió el periodista Chema Domínguez. Una manera nueva -aunque la fórmula no sea original- de escuchar la poesía que descansa en ciertos sones, en varios boleros.