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AMOR Y MUERTE A CABALLO

Arenas Betancourt se toma el Museo de Colsubsidio con "Cristos", "Amantes" y dibujos de su cautiverio.

5 de noviembre de 1990

Como es el mes de la raza, Rodrigo Arenas Betancourt a partir del 10 de octubre en Bogotá destaca su "Cristo de la liberación latinoamericana", en su maqueta de yeso. El original está en la catedral de Barranquilla, de bronce, con estatura mayor de 15 metros. Es un Cristo que acoge, en vez de ángeles, un negro, un indio y un blanco rompiendo cadenas de donde surge Dios.
Contenido social diferente al lugar común que constituyen los otros siete bronces originales de Cristos que penden sumidos en ángulos disímiles de sufrimiento, hombría, horror y sorprendente resignación ante el salvajismo.
La serie "Los amantes" está presidida por un enorme dibujo a lápiz sobre papel, que representa la "Memoria del Ubital", lo que veía desde la casa donde nació, esas imágenes que unen la razón con el animismo. Ahí interpreta la tierra como mujer capaz de acogerlo en su seno o de lanzarlo a la luz de la vida.
Las siete esculturas (3 de bronce, 1 de fibra de vidrio y 3 de piedra natural tallada) tienen el encanto visual del amor: formas suaves dentro de su misma multiplicidad de posibilidades eróticas, superficies gratas al tacto con el solo poder de la mirada y masas en reposo con inequívoca actitud de entrega. Las veinte plumillas que cierran esta serie son la otra cara de la pasión: la carga, el hastío, el odio-amor-odio, todo oculto tras secretos nocturnos unipersonales y fantasías del sueño. Es la lujuria pasada por el corazón y vista a través de la ventana del recuerdo.
Vistos en conjunto los esbozos, fotografías y reproducciones de sus principales obras de enorme pecho, se subraya la impresión que ha denotado siempre Arenas Betancourt. Su afán por la libertad, los espacios enormes, los contextos de luz y la búsqueda de las alturas. Basta ver "Los lanceros del pantano de Vargas", "La Gaitana", "Córdoba", "Bolívar desnudo", "La Alpujarra", "Prometeo", "Monumento a la música" (proyecto para Ibagué), "Homenaje al llano" y "Bolívar cóndor" (próximamente en Manizales), para comprender su estilo de concebir el movimiento, lo sublime y la idiosincrasia nacional, vistos por un hombre perteneciente a la propia raíz.
"El Bolívar cóndor" tenía inicialmente la cara clásica que del héroe conocen todos. Pero tras la liberación del maestro, la alteró por completo, le provocó horrendos golpes que sin duda buscaban dejar la huella de una identificación ante la desgracia, la inactividad y el sometimiento de hombres acostumbrados a sentir la caricia del viento sobre sus cabellos a galope tendido.
Tal vez esa obsesión es la que revela la sala alterna del segundo piso, que ha sido llamada la "Sala de la muerte". A primera vista destaca un dibujo en formato grande, de 1947, "El suicida". A éste contrapone los que hizo con lapicero en pequeñas hojas de cuaderno, cuando estuvo retenido contra su voluntad. Las fotografías ampliadas enormemente permiten el goce estético de esas alas que se yerguen desafiantes Sratando de despegarse de la mujer-tierra.
Otra vez- en extraño contexto- la libertad, la persistencia de la memoria y un vistazo a su propia mortalidad, en "Los alazanes de la muerte", siete originales de una carpeta de obra gráfica que editará Colsubsidio. Tintas. El, a caballo, con calavera por cara y luenga barba. Otro, él, con cara normal y el caballo llameante con la altivez de su costillar bajo sus piernas. El y la muerte en un coqueteo y una relación amorosa- ¿o incestuosa?- que provoca la sonrisa de quien cree que el maestro presiente algo provechoso del más allá. Y la muerte hermafrodita,tentando con su lascivia lo terreno, cierra ese ciclo equino-mortuorio-amoroso.
Dos esculturas más impresionan por motivos distintos. Una, que se podría llamar "Autorretrato-Cristo-Secuestro", donde hay un torso masculino desnudo, con montañas al fondo de cerro Bravo, atado con alambres de púas, lleno de dramatismo, altamente cargado de agresión y con la deliberada intención de provocar nudos en las gargantas. La otra, de tonelada y media, está en la calle, en la entrada del Museo, de ébano, con formas fálicas, sensual, misteriosa. Es "La canción del viento'.Cuando éste corre, se filtra por oquedades de la madera,provocando silbos de éxtasis. Así es Arenas Betancourt, implacable y romántico simultáneamente.