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Las palenqueras de Ana Mercedes Hoyos

La exposición 'Ana Mercedes Hoyos: geometrías figurativas' es un homenaje a la investigación formal y temática de la artista sobre el Caribe colombiano.

8 de abril de 2017

En 1961, Ana Mercedes Hoyos se matriculó en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de los Andes, pero al poco tiempo se retiró para dedicarse de lleno, y por su cuenta, a la pintura. Empezó retratando la ciudad, su caótica cotidianidad, los buses, las vallas, los cerros, el humo. Esa serie se llamó Puertas (1968). Luego hizo Ventanas, centrada en el paisaje representado a través de esa referencia arquitectónica.

Después pasó a reducir sus obras a lo mínimo posible con Atmósferas, un grupo de pinturas en el que los tonos se sintetizan hasta lograr unas piezas aparentemente monocromáticas, casi blancas. Uno de esos cuadros le valió el premio del XXXVII Salón Nacional de Artistas en 1978, lo que le abrió las puertas en Colombia y en el exterior.

En los años ochenta, con las naturalezas muertas de Van Gogh, Jawlenski, Zurbarán y Caravaggio como referencia, Hoyos empezó a jugar con formas y volúmenes haciendo sobre todo bodegones. Tiempo después viajó con su familia a las playas de Cartagena y conoció a Zenaida, la primera palenquera con la que entabló una amistad y la primera a quien representó en pinturas que marcaron un giro conceptual en su obra. La exposición de la Galería El Museo de Bogotá se centra en esa faceta de la producción de la artista.

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En un artículo publicado en la revista Arcadia, el artista Nicolás Gómez Echeverri relató ese encuentro con Zeneida así: “En los alrededores del mercado de Bazurto [Hoyos] divisó un objeto que revelaba absoluta coherencia con las pinturas que estaba realizando en aquel entonces, pero que, además, se le presentó como umbral para adentrarse en el entorno de vida, las costumbres, saberes y rituales de las comunidades afrodescendientes que habitan el lugar.

Aquel objeto era una palangana metálica circular, repleta de papayas, sandías y mangos, algunas cortadas, otras enteras, puestas cuidadosamente en equilibrio para no derribarse (…). Este fue el motivo para comenzar una estrecha amistad con Zenaida y otras mujeres nacidas y criadas en San Basilio de Palenque”.

San Basilio se convirtió en el principal objeto de investigación y exploración artística de Hoyos. El primer piso de la exposición muestra eso con pinturas y esculturas de las palanganas, las frutas, los cuchillos para partirlas, el círculo como figura geométrica protagónica, los colores estridentes, los brazos, las piernas y los rostros dignos de las corpulentas palenqueras, la identidad negra y la herencia esclava de un pueblo famoso por su dignidad y resistencia.

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“Desde Cèzanne, Negret, Picasso, Jawlensky, Zurbarán y Caravaggio visualicé esta conjunción en ese platón de frutas, y me decidí a pintarlo y a explorar un mundo que no conocía: la población negra en Colombia a través de San Basilio de Palenque, una comunidad de 3.000 personas, descendientes de esclavos emancipados que se refugiaron allí por 400 años (…).

La conciencia de nuestro pasado indígena, la conquista por los españoles y la llegada de los esclavos de África afianzan mi identidad. Soy colombiana, y quiero transmitirlo a través de mi trabajo”, escribió la misma María Mercedes Hoyos en un artículo que publicó en El Tiempo poco antes de morir.

En el segundo piso de la galería, se expone la exploración de la forma y el color que Hoyos llevó a cabo mediante los vestidos que las niñas y adolescentes usan en las procesiones de las fiestas de culto en San Basilio. Las figuras de esas niñas, delineadas con un fondo negro y los colores de los pliegues, recuerdan también la influencia pop en la obra de Hoyos, no solo por los tonos brillantes y la repetición, sino por el juego de contrastes: los cuerpos que se paran juntos, que se muestran cerca son los unos el negativo de los otros.

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Esos enormes acrílicos sobre lino enfatizan en los pliegues de las telas. Y los lazos, como dice Gómez, son signos de vanidad, pero también remiten a mecanismos sociales de dominio sobre el cuerpo. El nudo guarda la memoria de una comunidad que enfrentó la esclavitud por más de 150 años.

La muestra, que estará hasta el 28 de abril, es la segunda del año dedicada a la artista. La primera se inauguró en Nueveochenta en enero, y se centró en la obra abstracta de los años setenta y ochenta.