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ARDE LA BASTILLA

Millones de dólares y una pelea fuera de control que involucra al gobierno francés, a la casa de modas Ives Saint Laurent y al mejor director de orquesta del mundo.

10 de octubre de 1994

LA DECISION DE RECORTAR EL PRESUpuesto de la Opera más costosa del mundo -la de La Bastilla, en París- tiene nuevamente a los más altos jerarcas de la cultura francesa sumidos en una dura batalla.

Todo a causa de la renegociación del contrato del director de la Opera, el célebre músico coreano Myung-Whun Chung, quien con un sueldo que se acerca a los 600 mil dólares anuales se ha convertido, por cuenta de La Bastilla, en uno de los directores más caros del planeta.

La discusión entre el director oriental, que asumió la jefatura artística de la Opera de La Bastilla en 1989, y el presidente de las óperas de París, Hugues Gall, lleva ya varios meses. Pero la piedra del escándalo fue lanzada hace pocos días, cuando después de prohibírsele la entrada a la Opera para continuar los ensayos de la obra Simon Boccanegra, de Verdi, que abrirá la temporada de ópera el próximo 19 de septiembre, Whun Chung decidió demandar a La Bastilla por incumplimiento de contrato.


CUESTION DE PRESUPUESTO

La pelea comenzó en marzo. Luego de haber recibido el respaldo total del ministro de la Cultura, Jacques Toubon, para reorganizar las finanzas de la lírica parisiense, Gall decidió comenzar por meterle mano al contrato que Myung-Whun Chung había firmado cinco años atrás, bajo la administración cultural de Jack Lang.

Desde el principio el contrato de Chung, realizado en agosto de 1989 con una vigencia de 10 años, ha suscitado agrias polémicas. En ese entonces el mismo Toubon, en calidad de diputado de la oposición, lanzó duros dardos desde el parlamento contra lo que él consideraba un atropello contra los contribuyentes, que son al fin y al cabo los que sostienen a la Opera. Aún así, los términos del contrato le otorgaron a Chung, en su condición de director exclusivo, alrededor de 80.000 francos mensuales (unos 15 mil dólares) y, además, una garantía de 30 presentaciones anuales hasta agosto de 1994; de 40, hasta 1996 y de 50 hasta el año 2000. Al mismo tiempo se acordaron ingresos adicionales por cada presentación que irían aumentando de cerca de 80.000 francos durante el primer año a 177.000 para el último período, el del año 2000. De esta manera, según el contrato, Chung terminará ganando a final de siglo alrededor de 8 millones de francos anuales; es decir, alrededor de 1.5 millones de dólares, una suma que muchos franceses señalan como exorbitante. A pesar de su reconocido talento, los especialistas también le critican a Chung el ser demasiado joven (41 años) y -por lo tanto- de estar apenas descubriendo gran parte del repertorio, como para estar ganando más que directores como Claudio Abbado o Claudio Muti.

Sin embargo, la simple insinuación hecha por Gall de renegociar el contrato con Chung, no solo puso al director coreano sobre aviso sino que hizo recordar el triste episodio que terminó con la destitución del director ruso-argentino Daniel Baremboim, quien había sido contratado para abrir la Opera de La Bastilla en 1989 y fue despedido incluso antes de su inauguración.

En esa época, Lang, Baremboim y Pierre Bergé, presidente de la prestigiosa casa de modas Ives Saint Laurent y una de las personalidades más influyentes de la cultura y la sociedad francesa, se enfrascaron en una dura lucha alrededor de las estrambóticas condiciones del contrato de Baremboim, que además de las millonarias regalías, incluía pasajes de avión en primera clase a cualquier lugar del planeta, un lujoso automóvil con chofer disponible día y noche y un apartamento amoblado con piano y línea telefónica privada. Después de ires y venires, Baremboim reclamó la intromisión de Bergé en el problema, diciendo que "la cultura no puede seguir en manos de un costurero". La frase fue lapidaria para él, pues el poderoso Bergé terminó por cancelarle el contrato, no sin antes contestar: "se nota que Baremboim desconoce la tradición de la costura en Francia".


DESCENLACE COSTOSO

No obstante, la pelea con Chung podría resultar mucho más costosa, no sólo económica sino políticamente. A pesar de que Bergé había dado su palabra de que el director coreano acabaría ganando en el 2000 mucho menos que Baremboim en 1989, las cifras han demostrado que Chung sobrepasará el promedio de ingresos de Baremboim en 1996. Semejante remuneración, tan criticada a Baremboim, es la que quiere evitar Hugues Gall. En varias reuniones, Gall le propuso a Chung revisar el contrato a partir de 1995 y así, ponerle un tope de 100.000 francos a sus bonificaciones, además de limitar a 30 sus presentaciones personales, con el ánimo de poder invitar a otros directores. Pero entre la insistencia de Gall y la intransigencia del director oriental, la discusión tocó el límite jurídico. A Chung se le alcanzó a negar la entrada a sus oficinas; y éste decidió llevar la disputa a los tribunales, los cuales, en principio, han favorecido al coreano. Además de una multa por 50.000 francos, que tendrá que cancelar la Opera a Chung por cada día que se le impida dirigir los ensayos de Simon Boccanegra, el Estado francés deberá indemnizarlo con una suma igual a tres salarios anuales; es decir, 1.7 millones de dólares, si se le llega a cancelar definitivamente el contrato.

Al final de la semana pasada no se sabía lo que iba a suceder. Tanto Toubon como Gall están empeñados en revisar el contrato o, si es preciso, en cancelarlo. Pero Chung tiene de su parte a la mitad de la orquesta, sindicalistas de la Central General de Trabajadores, y al propio gobierno surcoreano, que por intermedio de su embajada en Francia, le ha hecho saber al Ministro de Cultura que rebajar la posición del niño genio de Corea podría perjudicar gravemente la relación entre los dos países, que negocian actualmente la implantación en Seúl del TGB, un tren ultrarrápido de tecnología francesa.

Por lo pronto, Myung-Whun Chung, con la venia de la Corte, tiene tomada La Bastilla. Pero todo parece indicar que el ministro Toubon está decidido a hacer rodar la cabeza del coreano, incluso a pesar del riesgo de perder la suya.