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El periodista Diego Garzón se propuso acercar el arte contemporáneo al gran público, con su selección de las 110 obras imprescindibles.

LIBROS

Arte contemporáneo para ‘dummies’

Una panorámica representativa y didáctica de lo que ha sido el arte conceptual en Colombia.

Luis Fernando Afanador
3 de diciembre de 2011

De lo que somos

Diego Garzón

Lunwerg, 2011

238 páginas

En 1966, Bernardo Salcedo, un estudiante de Arquitectura de la Universidad Nacional, se presentó al concurso de pintura Dante Aligheri, organizado por la Embajada de Italia en Colombia. Y ganó con una obra que no era una pintura y, además, tenía un título irónico: Lo que Dante nunca supo (Beatrice amaba el control de la natalidad). ¿En qué consistía ese trabajo que de inmediato generó una gran polémica? Se trataba de una superficie de un metro de alto de la cual sobresalía un cajón, también blanco, con dos puertas abiertas. Y se veían unas ventanas también abiertas con unos huevos blancos. No era un objeto 'bello' para contemplar, sino una reflexión crítica: la caja de Dante quería mostrar el amor sin frutos de Beatrice. Arte conceptual, arte que seguía los lineamientos de Marcel Duchamp y de Joseph Beuys y que se hacía por primera vez en Colombia.

Ya no se trataba de lo 'bonito' o lo 'feo', ni de los juicios estéticos; lo que importaba eran las 'ideas', el 'concepto'. "Ya no había una 'sola' manera de ver el arte, ya no era solo la escultura o la pintura los únicos medios aceptados", dice Diego Garzón, editor de la revista SoHo. El arte conceptual demostró que no se necesitaba un objeto visual 'palpable' para que algo fuera una obra de arte. Como la obra Autostop, de Víctor Escobar, en la que el espectador ve un video de un hombre latinoamericano parado en una autopista europea, 'echando dedo', con un cartel que dice "Colombia", para que alguien se detenga y lo lleve. Nadie se detiene, por supuesto, pero Escobar consigue que el espectador se acerque a ese círculo repetitivo, inclemente, vivido por los inmigrantes colombianos. Según Escobar, "'Autostop' nace de la realidad trágica que está inscrita en la diáspora de colombianos en los últimos veinte años. Muchos han huido del país amenazados, otros se ven obligados a irse en busca de nuevos y mejores horizontes. Cualquiera que sea la razón, cada colombiano por fuera del país lleva consigo un desarraigo en sus tradiciones y su cultura".

El arte contemporáneo permite 'instalaciones', como las 1.550 sillas con las cuales Doris Salcedo llenó un espacio vacío entre dos edificios para construir la metáfora de un cuerpo sin vida, ausente, una imagen del dolor y de la memoria que aludía al Holocausto judío, pero también a la vulnerabilidad de los seres humanos. Permite 'intervenciones', como la que hizo esta misma artista con una grieta en la Tate Modern de Londres, "uno de los templos del arte contemporáneo", para señalar la brecha que existe entre el primer y el tercer mundo. Y permite también 'performances', como Mugre, de Rosemberg Sandoval, en el que el artista lleva a un indigente a una sala del Museo de Arte Moderno, lo alza sobre su hombro derecho y lo utiliza como trapo sucio para dibujar con su cuerpo "una línea de dolor" en las blancas paredes del museo.

El libro comienza con la obra mencionada de Bernardo Salcedo y termina con Lineamentum, de María José Arjona (una artista sentada en un silo a varios metros del piso). En total son 110 diez obras en las que aparecen algunas muy conocidas, como el Cuadro del Sagrado Corazón, de Juan Camilo Uribe; Colombia, de Antonio Caro; Naturaleza casi muerta, de Beatriz González; Cortinas de baño, de Óscar Muñoz; Exposición de homenaje a Pedro Manrique Figueroa, precursor del collage en Colombia, de Lucas Ospina; Crítico arcaico, de Nadín Ospina; Rebeldes del sur, de Wilson Díaz; David, de Miguel Ángel Rojas, y Circo de pulgas, de María Fernanda Cardoso. Pero ninguna demerita el conjunto. Y ese es precisamente el valor de este libro: que nos presenta "el conjunto" del arte contemporáneo colombiano y explica en detalle el valor de cada una de las obras. En breves y sencillos párrafos, Diego Garzón, apoyado por reconocidos críticos, le permite al neófito -soy un ejemplo de ello- apasionarse por este arte y enriquecerse con su mirada crítica de la realidad.