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Gratas sorpresas en la convocatoria para la iglesia de Ciudad Salitre.

11 de junio de 1990

En días pasados fueron dados a conocer los fallos de los concursos públicos convocados por la empresa Ciudad Salitre a través de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, para el diseño de la iglesia que prestará los servicios religiosos a los habitantes de ese enorme complejo residencial y comercial y para un "monumento", una obra de arte urbana que será colocada en un lugar especial de la ciudadela.
Ciento treinta proyectos arquitectónicos fueron remitidos por concursantes de todo el país al primero de estos concursos. Entre ellos se contaban propuestas presentadas por un gran número de arquitectos jóvenes, en quienes el concurso despertó gran interés. A pesar de algunos consejos dados desde esta revista (SEMANA, diciembre 12 de 1989), los participantes no diseñaron ni diagnosticentros espirituales ni autobancos religiosos, más bien hicieron lo posible por resolver los problemas planteados por las condiciones del lote asignado y por hacer de la iglesia y casa cural un evento urbano y arquitectónico memorable.
Los proyectos muestran una gran diversidad de enfoques no sólo formales sino conceptuales, que señalan el grado de relativo eclecticismo en que se encuentra la disciplina profesional de la arquitectura en Colombia, en especial en los sectores más jóvenes, los que acusan de esa manera los efectos de la enseñanza que actualmente se suministra a los arquitectos en ciernes. Esto, que puede ser preocupante para algunos, indica también una cierta dinámica que puede ser canalizada internamente para trascender los simples problema de la moda.
El jurado calificador otorgó el primer premio al proyecto realizado por los arquitectos Alejandro Castaño y Giancarlo Mazzanti, jóvenes egresados de las Universidades de los Andes y Javeriana, respectivamente. El segundo premio fue asignado al proyecto presentado por los arquitectos uniandinos Enrique Silva y Guillermo Fisher. Dos premios más y una mención de honor completaron el cuadro de reconocimientos de este concurso que favoreció a arquitectos de las generaciones más jóvenes egresadas de diversos centros docentes del país. Con este concurso se da apertura, entonces, a la presencia de nuevas figuras que bien pueden ser las portadoras de lo que será el nuevo espiritu de la arquitectura colombiana en las décadas venideras.
El reto del concurso consistía no sólo en sortear las dificultades del lote, rodeado por vías de intenso tráfico vehicular, sino también en definir una imagen para la arquitectura religiosa contemporánea que, en Colombia, no cuenta con ejemplos realmente notables. El proyecto favorecido con el primer premio optó por una estrategia interesante. Creando un patio circular de enlace entre la iglesia y la casa cural, y focalizando en ese espacio el acceso principal al conjunto, resolvió de manera sutil el problema de conjugar lo público y lo privado y de delimitar un ámbito propio de la iglesia en medio del entorno aún indefinido de los alrededores. El segundo premio opto por una estrategia similar, resuelta en un patio adyacente al volúmen alargado de la iglesia. El lenguaje formal del proyecto ganador contiene algunos elementos que recuerdan el lenguaje "deconstructivista", tendencia de reciente y posiblemente transitoria aparición en el panorama mundial de la arquitectura. Pero se resuelve, finalmente, en un lenguaje propio, en el que el manejo estético de las formas contribuye a acentuar el valor simbólico del conjunto.
Paralelamente se desarrolló y se juzgó otro concurso, cuyo objeto era el diseño de un "monumento", de una obra de arte urbano para otro lote en el mismo conjunto de El Salitre. De treinta y nueve proyectos presentados, seis se seleccionaron en una primera ronda, los cuales fueron sujetos a ajustes para ser juzgados en una ronda final, de la cual salió escogido el ganador. Las propuestas en este, al igual que en el otro concurso muestran diversidad de enfoques de lo que es hoy en día "arte urbano", los cuales se pueden resumir en la visión "artística" del objeto de salón ampliado a escala monumental y la visión "arquitectónica" que busca crear espacios más que objetos.
En los seis proyectos escogidos se encuentran nombres de artistas-arquitectos ampliamente reconocidos como Bernardo Salcedo y John Castles, artistas jóvenes como Nadin Ospina, Consuelo Gómez y Francisco López y un arquitecto joven, Lorenzo Castro, perteneciente a esa "nueva ola" de la arquitectura, que ya se hace notar con propuestas interesantes en los medios profesionales colombianos. El premio fue otorgado a John Castles quien, ubicado en la óptica artística, propuso un objeto bellamente trazado, para ser expuesto a la observación, más que a la experimentación del ciudadano. Las propuestas de Nadin Ospina (unos ciervos en un bosque) y de Lorenzo Castro (un grupo de figuras con el brazo en alto) se acercan, por su parte, a una idea de arte urbano entendido como un evento espacial en el que el espectador puede internarse y participar.