ARTE SIN FRONTERAS

DURANTE MUCHOS AÑOS LAS NOTIcias de arte venezolano que llega del exterior corrieron por cuenta de un puñado de nombres. Un sospechoso silencio en torno a las nuevas generaciones hacía pensar que algo importante se estaba preparando en las buhardillas de los bohémios y en las escuelas de los irreverentes.En efecto, 109 artistas que nacieron bajo el dominio del conceptualismo se estaban armando de valor, de razónes pictóricas, para volver al color, para retomar algo del expresionismo perdido de otras épocas, para olvidarse de una vez por todas la ley inviolable de que sólo se pinta con la cabeza.

De repente, un listado de nombres jóvenes empezó a inundar las galerías con una propuesta renovada. Y el público entendió, entonces, el porque de su silencio Los artistas del fin de siglo tenían el compromiso de mostrar que la pintura había resucitado. Los espectadores estaban cansados de ese arte que pretendía plantear en cada obra un nuevo problema existencial. Estaban cansados de tener que descubrir en cada lienzo una razón para cambiar el mundo. Querían pintura, simplemente pintura.
Querían algo que los hiciera sentir. Algo que no los obligara a meditar durante largas horas frente a un cuadro, con el compromiso de dar explicaciones a la salida de las galerías.
Esta generación convenció muy pronto a los venezolanos, y muy pronto también a se convirtió en la razón para que la integración de este país con sus vecinos se diera en un ámbito diferente al de los títulos valores.
Un buen ejemplo de esta actitud de fronteras abiertas en materia de cultura se dió hace poco más de un año, cuando el Museo de Arte Moderno de Bogotá exhibió la obra reciente de 20 artistas venezolanos, y el Museo de Bellas Artes de Caracas se comprometió a exponer en 1993 una muestra similar del nuevo arte colombiano.
Ahora la Galería García Velásquez expone la obra de tres de los más destacados artistas de este boom. Se trata de Victor Hugo Irazábal, Luis Poleo y Félix Perdomo. Aunque trata, por supuesto, de tres estilos diferentes, llama la atención descubrir un común denominador en sus obras. Un hilo conductor que se hace presente en muchos artistas de las nuevas generaciones latinoamericanas.
A Irazábal, Poleo y Perdomo los une, en primer lugar, el deseo de hacer pintura por sí misma, sin preocupaciones conceptuales. Es decir que antes de querer transmitir un mensaje, desean jugar con el espacio, el color, la luz y la composición. En segundo lugar, se hace evidente que sus obras se mueven sin pudor entre una lejana figuración y ciertos rasgos abstractos. Finalmente destaca el empleo del signo signos a veces enteramente personales para ubicar un sujeto en el lienzo, aunque éste en muchos casos no cumpla otro papel que el de figurar · -