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Artífice del canto

El mundo musical rinde el justo tributo de admiración al barítono alemán Dietrich Fischer-Dieskau con motivo de su 75º aniversario.

Emilio Sanmiguel
31 de julio de 2000

Dietrich Fis-cher-Dieskau tenía 18 años cuando cantó en público por primera vez pero su concierto fue interrumpido por las alarmas aéreas de Berlín. Al año siguiente fue reclutado. Cayó prisionero de los aliados y en un campo en el norte de Italia hizo sus primeros recitales, con La bella molinera de Schubert. Ya libre, en 1947, debutó en la única emisora de Berlín cantando El viaje de Invierno. Todos lo oyeron pero su actuación pasó inadvertida porque los berlineses estaban pegados a la radio esperando las noticias. A nadie le interesó el joven barítono que en medio de las ruinas cantaba el más trágico ciclo de lieder de Schubert.

Hoy, 53 años más tarde, el mundo entero le rinde un homenaje sin precedentes a propósito de los 75 años que cumplió en días pasados. Medios especializados de Inglaterra y Francia lo califican como el barítono del siglo XX, e incluso se pone sobre el tapete la posibilidad de que se trate de la voz de barítono más importante de la historia del canto lírico.

Se trata de un caso único en la historia del canto. Descendiente directo de Carl-Heinrich Dieskau, que le inspiró a Bach la Cantata campesina, se permitió a lo largo de su vida una carrera artística excepcional. A pesar de los difíciles inicios, al poco tiempo fue llamado para cantar el Réquiem Alemán de Brahms y en 1948 debutó en la Opera Alemana de Berlín como el Marqués de Posa de Don Carlo, de Verdi.

Entonces fue escuchado con atención y el medio musical internacional rápidamente admiró su timbre inconfundible, el amplio rango de su voz y su inteligencia. Paralela con la ópera inició su carrera de intérprete del lieder; entonces quedó en evidencia el equilibrio magistral de su línea dramática, la nitidez y perfección de su articulación prosódica, el buen gusto, la autoridad, la naturalidad de su respiración y un sentido único para ubicar estilísticamente sus interpretaciones. Así nació la leyenda que se ha sustentado únicamente en fundamentos artísticos, porque jamás se ha permitido ningún tipo de protagonismo; un fenómeno lo suficientemente firme como para cantar Wagner en Bayreuth, Mozart en Salzburgo, Schubert en Viena y Verdi en la Scala de Milán.

Dueño de un raro sentido autocrítico, Fischer-Dieskau se retiró de la ópera y, después, en 1993, abandonó los escenarios sin las clásicas giras de despedida tan del gusto de los divos de la ópera.

En 46 años de carrera interpretó de forma ejemplar un repertorio que cubrió desde el barroco hasta innumerables estrenos de compositores contemporáneos, entre ellos Britten, Stravinsky, Reimann, Tippet, Lutoslawsky y Henze. Intérprete legendario de la obra completa de Schubert, Schumann, Beethoven y Wolf, es el músico que ha realizado la mayor cantidad de grabaciones discográficas en la historia. En 1985 había grabado más de 1.000 lieder de más de 100 compositores diferentes, a más de oratorios, óperas, cantatas y sinfonías. Adicionalmente ha escrito libros que son documentos de referencia. Un artista sencillamente enciclopédico.

Sus recitales fueron cita obligada de aficionados, músicos e intelectuales. Ya retirado se dedica a la enseñanza en Berlín. Es figura simplemente irreemplazable. Jamás nadie ha osado rivalizar con él y muchísimo menos exteriorizar el sueño de ser el nuevo Fischer-Dieskau.