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ASESINAR AL CINE

Pésimas condiciones de luz y sonido afectan las proyeciones en gran parte de las salas de cine colombianas

29 de noviembre de 1982

La otra noche estuve repitiendo en estreno "Pink Floyd's the wall" .
Lo hice porque había visto la versión en Los Angeles y quería corroborar, antes de escribir este artículo, las condiciones espantosas en que se presenta el cine en Colombia. Fue muy divertido, independiente de la proyección, ver a esta nueva juventud fumando como locos, con cierto sabor a "grass" y algunos con botella de vodka, listos a disfrutar este Woodstock inglés. Primero presentaron el corto de Olga Lucia Gaviria, (con una muy buena fotografía, la toma de dos mujeres campesinas prendiendo su cigarrillo una de otra sin quitárselo de sus bocas, es realmente conmovedor) bien conocido por todos. El teatro presentó durante su proyección el peor sonido, no se podía oír cuáles eran las ventajas de la artesanía de la región de Tierradentro. La luz de proyección disminuía con la misma desesperación de los cocuyos de clima caliente.
Vinieron los cortos y luego la película.
Parte del tiempo tuvimos que verla con un reborde blanco y casi siempre a "media luz". Los cocuyos titilaban mientras el ánimo de jolgorio de la juventud comenzó a complicarse, a acallarse, a entrar en una etapa de introspección que hizo que algunas parejas se salieran de la sala. Pero eso es problema de una película dura, de muy buena factura, y quizás de que muchas de las personas conocían la música pero nunca habían entendido la letra.
Sin embargo, el problema de proyección de "The Wall" no hace parte sólo de este teatro. Es un mal general. Hay 3 inspectores de cine por teatro que no creo que hagan más que ir a ver sus peliculas sin denunciar al Ministerio los atropellos que sufre pasivamente el pueblo colombiano a todo nivel. Habría que castigarlos duramente porque ellos son en parte culpables de esta situación.
Personalmente tuve que aprender a "chiflar" para poder comunicarme con el proyeccionista, vía-vulgar, con el objeto de que arregle el foco o suba la luz. Nunca podré olvidar a "Tess", esa mancha negra, o el ciclo de cine brasileño, donde el encargado del festival tuvo que pasar buena parte de las presentaciones en la cabina, impidiendo que el hombre de la máquina acabara con el Festival, en Bogotá o todas las proyecciones del Festival de Cine de Cartagena que hicieran exclamar a Luis Carlos Barreto: ¿"Por qué no existe un curso de proyeccionista en el Sena?" ¿Qué dirá Focine de ésto?
Cuando fuí a ver "Juegos Diabólicos" llegó un momento en que yo no sabía si el movimiento de la pantalla era efecto de los "Poltergeist" o de la imagen en el teatro, el cuadro se desplazaba de un lado a otro diabólicamente.
Parte del problema es que los inspectores son ad honorem. Ellos no tienen más interés que ver su película gratis y de pronto una carta o una denuncia les daña el caminado en provincia con el exhibidor.
Germán Moure, uno de los directores del Teatro Libre, debió haber cogido su malgenio de tanto subir a las cabinas de los teatros a pelear con los proyeccionistas que muchas veces no estaban presentes, hablaban por teléfono o comían de espaldas a la proyección y al escándalo de la sala que, a la larga, se rinde y "se imagina" la película.
Mauricio Laurens, el crítico de "El Tiempo", también tiene su queja.
Viendo "Kagemusha", el proyeccionista dejó la ventanilla abierta y la luz de la cabina encendida. Una pelicula tan importante de color (y podía ser cualquier otra) quedó afectada durante toda su proyección. Otros teatros que tienen sus puertas giratorias, no se preocupan porque los acomodadores estén pendientes de que la gente que llega cierre las puertas abiertas para que la pantalla no reciba el reflejo de la luz del día.
Pero la crítica más violenta con la cual estoy de acuerdo, es contra El Trevi que presenta las más estupendas películas para melómanos, como los ciclos de ópera. Pero el proyector tiene un ruido insoportable y la proyección o es oscura, o es desenfocada, o se mueve.
Agréguese a esta queja, la furia de Yolanda Pineda y Enrique Grau que repasando "Muerte en Venecia", se sumaron a todo el teatro que silbaba, daba golpes en el piso, produciendo un desorden ante el cual el hombre de la cabina continuó impasible con su atroz proyección. Quizás lo más "atortolante" es la pasividad del cinéfilo colombiano. No le importa no ver, como si en su precio de boleta no estuvieran incluidos $1.72 que quedan para el exhibidor.
Ahora, con el alza en la boletería, con la posibilidad de que Focine ayude a financiar las salas de cine, los amantes del cine esperan que el panorama de las proyecciones se mejore con películas en foco, brillantez en la imagen, cambios de rollo en orden y a tiempo. Porque como resultado de todo ésto, las nuevas salas de cine, las que arriendan cassettes de Betamax, hacen su agosto. Las películas llegan antes que en los teatros, la proyección siempre es buena, y el sonido es mejor que en las proyecciones nacionales en donde ni el español se entiende.
Naturalmente que el rito de ir a cine no puede acabarse, a pesar de los golpes de los exhibidores quienes matan su propia gallina de los huevos de oro. Uno no puede cambiar la caja de la televisión por una pantalla grande, luminosa, que acapara el sentido de concentración. Hay algo de religioso, de acompañamiento solitario, de magia que es, tal vez, lo que hace que la gente siga asistiendo a cine a pesar de los golpes en ojos y oídos.
El Ministerio de Comunicaciones tiene la palabra