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Germán Arciniégas, Consuelo Araújo y Alfonso López Michelsen. Foto: Fundación Festival de la Leyenda Vallenata | Foto: Foto: Fundación Festival de la Leyenda Vallenata

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Así nació el Festival de la Leyenda Vallenata

Con la poesía de sus canciones y los mitos y leyendas de la región, el vallenato se fortaleció hasta convertirse en el referente musical de Colombia. ¿Cómo lo hizo?

Diana Molina
26 de abril de 2017

Por Diana Molina

Mi vida es una herencia de expresiones culturales. Siento orgullo no solo por integrar un hogar costumbrista, construido por Nandito y Katica, como cariñosamente llaman a mis padres, sino por ser la primera nieta de Consuelo Araújo Noguera, la Cacica, la matrona que parió el Festival de la Leyenda Vallenata. Ella, con gran intuición fraguó, hace 50 años, lo que hoy representa el vallenato.

Cuando nací, el festival ya era un muchacho bien criado, tenía la estructura y solidez que adquieren los ‘pelaos’ en una casa de buenas costumbres. Este acontecimiento sacudía el alma de Consuelo, a quien todos los abriles se le veía de un lado a otro por el Valle. A su familia le exigía compromiso y sacrificio para que cada año el evento fuera mejor.

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Así me crié, escuchando paseos, merengues, sones y puyas. Mis canciones de cuna fueron composiciones vallenatas, y mis primeros profesores de música, acordeoneros, verseadores y compositores que parrandeaban en el patio de la casa de mis abuelos.

Sé por familiares y amigos, con quienes hoy trabajo desde la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, que Alfonso López Michelsen, primer gobernador del Cesar, buscaba la forma de mostrarle al país el mejor retrato de la región, principalmente de Valledupar, su capital. Corría el año 1967. Una tarde de suave brisa y de tinto caliente, en el patio de una casona del viejo Valle, él reunió a sus amigos, la periodista y escritora Consuelo Araújo Noguera, y el compositor Rafael Escalona Martínez, para cimentar lo que hoy es nuestro acervo cultural.


Rafael Escalona, de pie de izquierda a derecha, y Lisandro Mesa, sentado a la izquierda. Foto: Fundación Festival de la Leyenda Vallenata

López presentó la propuesta, Consuelo aportó ideas y Escalona respaldó. A finales de abril se realizaba ‘Las Cargas’, celebración histórico-religiosa de la Leyenda del Milagro de la Virgen del Rosario, que veneraba a la Guaricha (mujer de milagro, en lengua nativa), quien resucitó a la soldadesca española envenenada con barbasco por indígenas tupes, tribu rebelde y hastiada de los abusos de la tropa de hombres blancos.

“Una historia bella y significativa, que habla por sí sola de las características propias de nuestro pueblo, en el cual se conjugan, en un mismo tiempo, la alegría y una profunda fe religiosa”, escribió la Cacica en una de sus ‘Cartas Vallenatas’. A la festividad solo había que agregarle música de acordeón. López sugirió un concurso que escogiera al mejor intérprete de ese instrumento y se coronara Rey vallenato.

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En febrero de 1968 se inició la tarea para organizar el primer festival. No fue fácil. Consuelo, quien asumió el reto de llevar esta música campesina a los más rancios círculos sociales, tuvo que derribar los obstáculos del escepticismo, de las críticas y la burla. Nadie creyó que aquel ‘disparate’ se convertiría en el certamen folclórico y musical más importante del país, y menos que el vallenato sería el referente musical de Colombia ante el mundo.
Consuelo convirtió la casa colonial de mi abuelo Hernando Molina Céspedes, la famosa casona ubicada a un costado de la mítica Plaza Alfonso López, en la primera sede del festival, la misma que permanece en el tiempo y ve cómo el vallenato conquista y trasciende.

Consuelo Araújo aplastó prejuicios, apatías y abucheos para construir un patrimonio que hoy es de todos


Al concurso de acordeoneros se le sumaron posteriormente competencias de canción inédita y piqueria, que han hecho al festival más seductor. Así, el ‘embeleco’ que muchos miraron con recelo y desdén, tomó fuerza; primero en la región, luego en el país, finalmente en el mundo.
El evento ya creció, lo demuestran los visitantes que aumentan cada año, la participación de acordeoneros de otros países y hasta la necesidad que hubo de construir el Parque de la Leyenda Vallenata, porque la tradicional Plaza se quedó pequeña.

Este año es especial porque celebraremos medio siglo de historia y la cuarta edición del concurso Rey de Reyes con los acordeoneros profesionales que ya han ganado la corona, y porque les rendiremos homenaje a sus creadores: Alfonso López Michelsen, Rafael Escalona Martínez y Consuelo Araújo Noguera, quien aplastó prejuicios, apatías y abucheos para construir un patrimonio que hoy es de todos.


Consuelo Araújo con Gabriel García Márquez. Foto: Fundación Festival de la Leyenda Vallenata

La Cacica profetizó que el vallenato se impondría en el mundo. Hoy vemos que todo lo que le ha ocurrido a esta música es consecuencia de la semilla que se sembró entonces, cuando se la jugó con campesinos humildes y sin educación, quienes abrieron el camino que llevó a este género a convertirse en categoría de los Premios Grammy Latinos.

Y así he crecido con el festival. He sido testigo de su progreso. Guardo con celo el sueño de mi abuela y siento un deber moral de seguir cooperando para traspasar fronteras y plantar la música vallenata en nuevos lugares. Más ahora cuando todo este esfuerzo llevó a la Unesco a declarar el vallenato tradicional Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad, para preservarlo, promoverlo y difundirlo.